Bueno, a ver si me explico para que se me entienda. Algo ha habido por ahí, pero nada que ver con los convencionalismos ni con lo establecido.
En mi juventud me enamoré de Mike Jagger, el vocalista de los Rolling Stone. Tenía un poster, tamaño natural, en la puerta de mi armario. Hablaba con él, por cierto, en español, porque el inglés se me da fatal, le contaba de mi vida y de mis suspensos. Él hacía como que escuchaba, miraba y no sé si sonreía. Un novio perfecto.
Soy consciente de que me doblaba la edad, pero ese detalle para nosotros no era importante, porque yo le admiraba: esos labios, ese baile en los conciertos, ese yo qué sé. Nuestra relación duró, más o menos, tres cambios de cepillos de dientes.
Me cansé de su sonrisa congelada, de sus viajes, fiestas y jolgorios. Me cansé del distanciamiento. Me cansé de ver la misma cara siempre y de ese papel couché, acartonado y coloreado, que hacía las veces de novio.
Lo dejé. Quiero pensar, y prefiero no indagar mucho, que la canción Angie, la escribió, pensando en mí, pensando en nuestro amor perdido.
Después de la ruptura con Mike, me deprimí, perdí el apetito y me dolía todo el cuerpo de rabia y reproches, pero la vida sigue y yo me empeñé en intentar conseguir una cita seria. Quería encontrar una pareja que no trasnochara tanto y que me fuera fiel.
Y sí. En un día soleado y absurdo, después de una de mis solitarias caminatas, me crucé con su mirada azul. Estaba dentro de un gran escaparate. Le puse de nombre Luís.
Fue instantáneo: me enamoré. Me enamoré de su incipiente calva, de su prominente barriga, de esas hechuras que denotaban un hombre de mediana edad, de clase media, de altura media, de peso medio y de todo medio… Justo lo que podría encajar con mis pretensiones. Mi mundo se tambaleaba y la única salvación parecía ser refugiarme en el amor. Estaba dispuesta a abandonar mi independencia, mi laicismo, mis exigencias, mis principios y ese halo de persona respondona y reivindicativa. Buscaría consuelo en el romanticismo, desarrollaría la empatía y disfrutaría de una vida compartida.
Todas las tardes al salir del trabajo me pasaba para verlo. Cuando conseguí reunir el importe exacto, entré en el sex-shop y por fin pude comprarlo. Porque Luís era un muñeco.
A mi querido Luis le di una oportunidad, pero no resultó. Claro que, ahora que lo pienso, poco se podía esperar de un hombre de vinilo siliconado, por atractivo e hiperrealista que fuera. Aunque lo cuidaba sigilosamente, la obsolescencia programada se lo llevó en un par de años.
Sí, da como sonrojo reconocerlo; dos años esperé la mínima reacción por su parte, cualquier gesto, íntimo, contenido, incluso. Pero no. El silencio entre nosotros se hacía denso, denso y profundo. Nada estaba sucediendo como lo había planeado. Todo en él era previsible. Me aburría. No me hacía reír. Hasta me alegré de su súbito desvanecimiento tecnológico. Fue en ese momento cuando lo comprendí todo. No estaba hecho para mí. No era mi hombre.
A partir de entonces, caí en un largo letargo, seguí siendo tan introvertida o más que en mi juventud. Mi vida estaba sumida en un estado de introspección profunda. ¿Había vivido siempre en una burbuja solitaria?
Volví al aislamiento, la soledad y el silencio, y me dije: o cambias de estrategia y espabilas o sucumbes. ¿Qué le pedirías a una hipotética pareja? ¿Qué es lo que quieres? Y mi respuesta brotó rápidamente. Quiero compatibilidad. Quiero risas. Quiero conversaciones. Quiero sintonía. Quiero un ser inteligente. Lo quiero todo.
Fue el informático de la esquina el que desarrolló, en cuestión de minutos, un holograma tridimensional, perfecto y de diseño, elaborado con Inteligencia artificial. Lo diseñó para que viviera conmigo, me preguntara y tuviera todos mis datos. Esa proyección láser de hombre se convirtió en un compañero de vida resuelto, interesante y singular. Le llamé Alan. Me enamoré de mi humanoide al instante porque era imperfecto en lo perfecto. Pasamos noches enteras charlando y regalándonos coqueteos. Rebosaba simpatía y las risas estaban aseguradas, tal como solicité. Al estar creado a la carta y con los datos aportados, me resultaba fascinante. Alan era independiente, tenía su propia entidad y se alimentaba de electricidad.
Un día, cuando volví del trabajo, quedé estupefacta al encontrar a mi amor virtual ligando con un avatar de apariencia femenina, que él mismo había creado con sus datos, que a la vez eran los míos…un lío. Las dos imágenes analógicas, suspendidas en el aire, se contoneaban a un ritmo acompasado. Los pixeles de Alan empezaron a temblar de manera sospechosa al notarse sorprendido y, como si de un humano se tratara, me dijo: “Cariño, esto no es lo que parece. Ella es una amiga holográfica y solo estábamos compartiendo datos. ¡Perdóname! ¡Perdóname!” Y el muy socarrón proyectó un emoji de disculpa y después otro de súplica.
Yo me sentí traicionada y herida. No lo dudé y reaccioné al instante. Tardé cero segundos en desenchufarlos, Alan y su ciberamante se desvanecieron, dejando tras de sí un destello de luz en el horizonte virtual. A continuación llevé el ordenador al técnico para que hiciera un reseteo a fondo.
De vuelta a casa, paré en la puerta del bar de la esquina porque me pareció oír que algunos vecinos estaban reunidos compartiendo poesías, cervezas y carcajadas, y pensé: antes de que mi deterioro cognitivo, o como se diga, siga su curso, voy a intentar vivir, aunque solo sea, una chispa real de felicidad, lo voy a intentar, lo voy a intentar…
Con una sonrisa tímida, entré y balbuceé: “Camarero, ¿me pone una caña?”.
-Finalista IV Certamen de relatos Nila Flores. Puerto de Santa María . Octubre 2024
-Áccesit XIV Certamen de Relato Breve Fernando Abrain. Zaragoza. Octubre 2024
-Finalista VI Concurso relato libre ENES. Sevilla. Octubre 2024
Qué arte yayo qué imaginación, es una manera de hacer pensar que cualquier persona que pida en una barra puede tener una historia personal que no te imaginas, porque pa imaginación la tuya vamos, que gracia😘✨
ResponderEliminarBuenos dias, fantàstico relato yayo 😍 muy bueno 👏👏👏
ResponderEliminarGusta mx, gracias yayo
ResponderEliminarVoy a revisar los dispositivos caseros… a rastrear por si acaso😜
Me ha gustado.Q imaginación!! Y de la mano de la gracia y la risa== YAYO 💋
ResponderEliminarEstoy con mi chico tomándome el aperitivo y leyendo el relato de Yayo no paramos de reír con las ocurrencias y la forma tan audaz de describir de temas tan actuales me ha encantado yayo. Lectura divertida con un vocabulario actual temas cotidianos… me encanta!!!!
ResponderEliminarSí que has tenido éxito! Desbordas imaginación y escribes muy bien ¡FELICIDADES! 👏👏🥰🥰
ResponderEliminarUn relato super imaginativo
ResponderEliminarMe encanta
👍👏👏👏👏
Bueno, bueno...y yo que más te puedo decir que no te haya dicho.
ResponderEliminarQue tienes una cabecita privilegiada, te admiro mucho, tienes una habilidad muy especial para atrapar con tus relatos. Se superas con cada uno de ellos.
Otra cosa que me ha encantado y me ha hecho mucha gracia es que hay multitud de amores humanos como los que describes de cartón, vinilo, enchufes...muy parecidos a la realidad 😅
Creo que yo también le voy a pedir una caña al camarero.
Va por ti 🍻
Hija, Yayo! Es genial, lo tiene todo triste, ácido, humor, fondo
ResponderEliminarMe ha gustado mucho!
Enhorabuena!
Estoy orgullosa de ser tu amiga!
En mi tienes una gran admiradora, quien nos iba decir que una gran matemática como tu ...iba a llenar su cabeza de letras y tan bien escritas , ...ocurrencias, imaginación y verdades a medias muchas de las cosas descritas
ResponderEliminarBueno amiga de siempre ....nos tomamos una cañita y me cuentas
Un abrazo XXL
Relato buenísimo, no veas la IA como es 🤣
ResponderEliminarQué genio eres!!!!!!. Aparte de imaginativo es que engancha y no puedes dejar de leer. Me ha encantad. Enhorabuena
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