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SALUDOSSS

Os presento este blog al que he llamado VERBIGRACIA . Esta palabreja es un poco engañosa, parece que significa algo gracioso y nada que ver. Según la primera acepción de la RAE, verbigracia significa “por ejemplo”. Es utilizada con fines didácticos, en textos de Economía o Derecho. Siempre me gustó la dualidad de su significado, el aparente y el real, y es por ello que a mi primer libro también le puse por título Verbigracia.                      Me gusta escribir, soy solo una aficionada a esto de encadenar palabras, pero lo cierto es que tengo que segregar alguna hormona tipo endorfina, dopamina o similar, porque cuando escribo, mi imaginación, mi corazón y mi bienestar se disparan. Cuando escribo soy feliz. Yayo Gómez
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HUESO CONTRA HUESO ((Ganador del II Concurso Nacional de microrrelatos. CPA de Isla Cristina)

 Con ese crujido premonitorio de rodilla noté que algo barruntaba a mi alrededor. Ese chasquido seco, no audible, inarmónico y esas burbujas que estallaban dentro de mi articulación podrían pronosticar artrosis, desgaste de menisco o un cambio en la humedad del ambiente. Podría augurar que ya era mayor. Pero no. En mi caso, esa fricción de hueso contra hueso presagiaba la mejor versión de Kramer contra Kramer que hubiera imaginado.             En los eternos anuncios publicitarios de la película que estábamos viendo y con un tímido balbuceo, como el zumbido de un enjambre de insectos, casi insonoro, pero aclaratorio y lapidario, me dijo: “Quiero que leas una carta que te he escrito y que me digas tu opinión sincera”. Acostumbrada a corregir exámenes, cogí mis gafas de cerca y me dispuse, sin dilación, a cumplir, su petición.             Pasados unos minutos y analizado su escrito, con toda la calma de la que fui capaz, le respondí: “Ya la he leído, Ramón. En el análisis del texto

GALLETAS Y GIN-TONICS (Texto publicado en el número 51 de la revista SPECVLVM. Club de Letras de la UCA)

Me llaman narrador omnisciente. Para que todo el mundo me entienda, soy como una especie de agente del CNI pero, en mi caso, solo de la familia Ruiz Ortiz; lo escucho todo, lo veo todo, lo sé todo, lo analizo todo, con el único propósito de obtener información y proceder a relatarlo de forma literaria. No sé si mi trabajo es legal, pero un poco reprobable éticamente parece que sí. Ahora que pienso, al escribir en primera persona, estoy formando parte de la trama y me estoy convirtiendo también en personaje. Perdónenme los eruditos de la teoría literaria, pero es que estoy en prácticas y seguro que algún detalle se me escapa. A lo que iba. Os cuento lo que sé de ellas, porque en esta casa, que es mi feudo, viven dos mujeres: madre e hija. Son, en general, bastante aburridas, se quieren a ratos y sobreviven sin llamar la atención.   Intentaré no dejarme embaucar, porque también son unas liantas y se mienten como bellacas. Y lo digo yo, que conozco desde sus pensamientos hasta sus deseo

¿VEINTE? (2º premio VIII Edición del Certamen Literario “La Arboleda Perdida” Puerto de Santa María)

  ¿VEINTE?   Una, dos, tres. De pequeña me apodaron “la Santita” porque era tierna, noble y obediente. Cuando a mediodía llegaba del colegio, tanto los vecinos como mi madre me tenían preparada una lista de recados varios: “Niña, baja a por una hogaza de pan para doña Manuela, la del cuarto y, de paso, vas a la frutería, compras un kilo de naranjas de las tontas y le pides a Ramón un poquito de perejil”. Y allá que iba yo, sin rechistar y con agrado, a hacer felices a todos. Las monjitas, y en especial sor Carmen, me trataban de una manera especial, porque especial era yo. Todos cuchicheaban que mi bondad y mi inocencia eran contagiosas y que mi manera peculiar de mirar y de hacer las cosas, me hacía encantadora. Un primor de niña. Una santita, como mi apodo. Cuatro, cinco, seis. Terminado el bachillerato y la universidad, llegó el momento de oficializar mi bondad y tomé una decisión que marcaría mi vida.   Me metí a monja. Me metí a monja seglar, porque yo quería vivir en el mu

¡CUIDADO CON LOS INGLESES! (Texto publicado en el número 55 de la revista SPECULUM. Club de Letras de la UCA)

 Pudiera tratarse de una simple y atrevida historia de amor, pero no es el caso. Este romance culminó de una forma   indescifrable y eterna. Todo surgió en un mercado de Menfis, entre cebollas, judías y jarras de barro. Dos mujeres egipcias cruzaron sus vidas al compartir un ruborizado pestañeo. Era la primera vez que sentían ese cosquilleo tan especial en el estómago o, quizás, más abajo. Ni ellas lo sabían. Una era ama de casa; la otra, una atrevida artesana que tallaba piedras, pero que un buen día, como sello de este platónico idilio, quiso hacer a su amada un colosal regalo. Convirtió un gran bloque de granito en un improvisado   pergamino, esculpiendo una declaración de amor en tres idiomas diferentes para que nadie pudiera descifrar tamaña osadía entre las dos mujeres.   Años después, Menfis fue abandonada y esta piedra quedó sepultada entre los restos de la ciudad. Pasaron veinte siglos cuando los franceses la encontraron, considerándola como un resto arqueológico fundam

NO ME ENFADO, PERO ME DA CORAJE (Finalista XVII Premis Literaris Constantí 2023. Relats d'amistat. Tarragona 2023)

  Antonia Sánchez Prieto era la reina de su pueblo. Y le gustaba. Se sentía feliz provocando admiración. Siempre que iba por las empinadas calles, todos, al pasar, le prodigaban maravillosas sonrisas que, si las subtituláramos podrían leerse como: eres adorable Yo soy su amiga desde pequeña. Nos hemos criado juntas.   A Antonia, Toñi, como yo la llamaba, en casa le apodaron “la Santita” porque era dulzona en exceso, a la vez que tierna, noble y obediente. Cuando a mediodía llegaba del colegio, tanto los vecinos como su madre le tenían preparada una lista de recados varios: “Niña ve al bar de la esquina a por una botella de clarete para el vecino del tercero, niña baja a por una hogaza de pan para doña Manuela, la del cuarto y, de paso, vas a la frutería, compras un kilo de naranjas de las tontas y le pides a Ramón un poquito de perejil”. Y allá que iba ella, sin rechistar y con agrado, a hacer felices a todos.             Las monjitas, y en especial sor Carmen, la trataban de u