Basándome en la astrología, esa ciencia infalible donde las haya, he llegado a la conclusión de que, gracias a una confabulación cósmica entre Saturno, Júpiter y Venus, el azar quiso que coincidiéramos en espacio, tiempo y app.
Nos encontramos tecleando una calurosa madrugada de agosto, con el cambio climático en modo horno turbo —a pesar de los negacionistas—, con el corazón hambriento de nuevas experiencias y con un montón de gin tonics en lo alto.
Dos horas de fantasías y cochinadas digitales dieron lugar a una cita in situ, o como se diga. Nos encontramos, nos vimos y, oh, superamos esa prueba visual implacable: altura, talla, ojos e incluso zapatos. Nos gustamos. Nos gustamos tanto que, después de cinco cervezas, nos fuimos a la cama. Te llevé a mi terreno, a mi barrio, a mi casa compartida. Tuve valor, lo sé. Pero las cosas vienen así y no vale plantearse moralidades ni estrecheces. Nos acostamos y punto.
Te fuiste muy temprano. Casi me liberé con tu ausencia, pero tu olor seguía ahí, flotando. De pronto, en la pantalla de mi móvil visualicé ese numerito rojo, chivato, intrigante de “tienes un mensaje”. Por poco se me cae el aparato de tanto apresuramiento. ¿Será él? Y sí, eras tú, que proponías otra cita. Triunfo total.
Creo que fueron seis o siete las veces que se repitieron nuestros encuentros, risas y fiestas entre sábanas. Después, frenaste en seco y se acabó. Seguro que Júpiter, o vete tú a saber qué degenerado planeta, querría que tus constelaciones coincidieran con las de otra mujer. Puta astrología que ni es ciencia ni es ná. A ver si los susodichos astros se concentran más en salvar el planeta, en mentalizar a la gente de que nos vamos a freír si seguimos así y dejan el tema de los ligues y los polvos virtuales.
Total, que me dejó. Y aquí me quedé yo, sufriendo. Le echaba de menos. Ya sé que no era una relación formal; ya sé que fue algo fugaz; ya sé que no éramos ni pareja ni amigos; ya sé que lo nuestro tenía un nombre de lo más descafeinado: “casi algo”. Todo lo sé. Pero en mi defensa diré que, si bien nuestro rollo no se consolidó, lo viví intensamente. Todavía me tiemblan los músculos de la pelvis.
Merezco un duelo, aunque sea con kleenex de marca blanca. Mi sufrimiento, seguro que pasajero, hoy es real. Tu plantón me dolió en mi orgullo. No te has dignado a cerrar por escrito: ni un adiós, ni un ciao, ni siquiera un emoji. Tu indiferencia se clava.
Hoy me enfrento a la duda de si tengo derecho a sufrir. Hoy toca reflexión. Así que he colgado en todas mis redes sociales: Whatsapp, Facebook, Instagram, TikTok, Tinder y hasta en LinkedIn, el cartel de “SE TRASPASA”.
Paso de los casi algo, de los planetas casamenteros y de tanto drama cósmico. Me voy a dormir, que mañana curro.
Tan divertido e ingenioso como siempre. Eres imparable Shari.
ResponderEliminarAyyyyy esa astrología loca!!!!👏🏻👏🏻👏🏻👏🏻👏🏻👏🏻👏🏻👏🏻👏🏻👏🏻👏🏻👏🏻👏🏻👏🏻👏🏻👏🏻👏🏻 qué bueno!!!😜😘😘
ResponderEliminarNuevamente ingeniosisimo e increíble. Enhorabuena Charito y como dicen pronto por la novela👏👏😘😘
ResponderEliminarEste “ casi algo” ya es mi favorito, un “todo Gueno” para mi.
ResponderEliminar😃nx gracias Yayo , con gracia y con algo de recadito
🧐💋💋
Me encanta yayo, real como la vida misma😁 los casi algo están de moda🤣🤣🤣🤣 😘✨
ResponderEliminar