Podría
tratarse de un secuestro perpetrado en la Fontana di Trevi, o de un asesinato
cometido en la Fuente de los Leones de la Alhambra, pero nada que ver, el
asunto que nos ocupa es el misterio de la fuente, de la fuente de… croquetas,
¿quién se ha zampado las croquetas que, con todo esmero y
cariño, he elaborado
durante dos horas y que dejé artísticamente depositadas en una fuente de cristal?
Por cierto, el ladrón-ladrona, o
ladrones-ladronas tuvo-tuvieron (qué empacho de lenguaje inclusivo) la
deferencia de fregar la fuente y dejarla escurriendo.
Mi intención es que la verdad se descubra y que la
investigación sea ecuánime y eficaz. Habrá que especificar con precisión el
hecho delictivo, a saber, ¿ha sido un robo o ha sido un hurto? En este caso,
con certeza, es hurto, porque no se ha dado violencia, no se ha roto nada, ni
se ha forzado la puerta. Especificar también que se trata de un hurto leve, ya
que se trata de croquetas de puchero. De haberlo sabido, las hubiera hecho del
caviar más caro del mundo y, el que fuera, sería castigado hasta con la pena de prisión.
Partiendo de que la escena del delito es la cocina
y sus aledaños, llegamos a la pregunta clave: ¿quiénes son los presuntos
sospechosos o personas que sacarían algún provecho en la realización del hecho
delictivo?
Mi familia
la compone cuatro miembros: José Luís, mi marido y padre de Pancho, mi único
hijo, Teresa, mi madre, que viene a casa de vez en cuando, Lucky mi fiel pastor
alemán y yo, que en principio creo que no seré sospechosa, ya que yo he sido la
autora de la maravillosa fuente de croquetas, saqueada por el alma despiadada.
La investigación policial, será más bien de
carácter vecinal, porque la encargada de mediar y realizar con objetividad todo
el proceso será Encarnita, la vecina del 4ª, cuyo ojo avizor y atención vigilante la hacen idónea para el puesto.
Encarnita nos citó a todos en el comedor a las
15:30 h. del día de los hechos y empezó, sin más preámbulos, el interrogatorio
que, muy laboriosamente, había preparado.
—Bueno, José Luís, ¿qué hiciste esta mañana?
—Como todos los días y, con la tranquilidad que me
caracteriza, sigo mi rutina. Me levanto dos horas antes de entrar en el Banco
de Santander, repartiendo ese tiempo, a partes iguales entre desayunar, evacuar
y asearme. Luego, me marcho, vuelvo a casa a las 15:00 h. y a las 15:15 h. ya
estoy sentado en la mesa. Una vida rutinaria donde las haya.
—Y tú, Pancho.
—Yo soy más dormilón y solo tengo media hora para
salir pitando al Instituto, por la escalera voy tomándome un plátano y poco
más. Regreso a casa a las 14:30 h. Todos mis compis del insti me han visto en
clase, así que tengo una coartada consistente.
—Faltas tú, Rosa, puede ser que, a pesar de que
fueras la que hizo las croquetas, tuvieras un ataque de ansiedad desbordado, te
las zamparas, ahora te sintieras culpable y por eso quieras depositar a su vez
la culpa en un familiar.
—¿Cómo
puedes pensar eso, Encarnita? Yo soy profesora de Educación Física, mi vida se
mueve a golpe de tic tac, me levanto la primera: footing tic tac, desayuno
frugal tic tac, ducha y tic, tac, tic, tac. Ese ritmo es el que me emociona, me
relaja y me hace sentir bien conmigo misma. Esta mañana, como los jueves entro
a las 11 al Instituto, hice la masa de las croquetas, les di la forma, las pasé
por huevo batido y pan rallado y las freí en aceite caliente. Eran muchas, pero
tonta de mí, quise dar una sorpresa a la familia y nos daríamos un festín de
hidratos y fritangas.
—Teresa, ¿viniste esta mañana a esta casa con
alguna excusa?
—Yo no vengo si no soy invitada, que las personas
mayores estorbamos, y también por no aguantar el tic tac tic tac de mi hija,
doy dinero.
—Y Lucky, ¿lo dejáis solo en casa cuando todos os
vais a vuestros quehaceres?
Todos respondimos al unísono: “sííí…” y también
todos a la vez comentamos: “Pues ha sido el perro el que se ha zampado la
fuente de croquetas” Tema resuelto.
Encarnita iba anotando todas las respuestas y como
buena investigadora también había observado atentamente el lenguaje no verbal
que pudiera detectar alguna sospecha de engaño en las declaraciones.
Concluida esta fase del proceso, se retiró breves
minutos a urdir la trama y a deliberar, cuando volvió al comedor notó que todos
estaban aparentemente nerviosos.
—Bueno os
quería comentar, que elimino de la lista de sospechosos a Lucky, porque solo se
alimenta
de pienso vegano, el simple olor al caldo de puchero le hace vomitar
y, además, os voy a hacer una pregunta que pudiera parecer tonta, ¿alguien ha
visto a un perro fregando?
Sabéis que controlo al extremo el movimiento de
todo el bloque, y a decir verdad, esta
mañana hubo más trasiego en las escaleras que en el metro de Pekín en hora
punta. Como había un agradable olor a croquetas, me asomé a la mirilla y te vi
a ti, Rosa, bajando los peldaños a velocidad supersónica, ya sabes tic tac tic
tac, pero me percaté de que habías dejado la puerta abierta y subí a cerrarla.
Perdona que te diga, pero ya había bastantes croquetas que faltaban en la
fuente.
—Uf ¡qué vergüenza! Tienes razón Encarnita, después
de las dos horas que me pasé cocinando, tenía el desayuno frugal, con tanto
correr y demás, en los pies. Y empecé con palpitaciones, ahogos, mareos… con un
ataque de ansiedad en toda regla, por lo que me engullí casi 10 croquetas y se
me formó un tapón en la garganta que me pasé toda la mañana bebiendo agua.
—No había pasado ni cinco minutos escuché a José
Luís que entraba en la casa —comentó Encarnita.
—¿¿¿¿ José Luííís????
—Bueno,
bueno, tranquilos, solo vine a coger 50 euros para pagar el cubierto de la
jubilación de un compañero. Pero lo reconozco, yo también me inflé de
croquetas. Por cierto, amor, estaban buenísimas.
—Encarnita, antes de que digas nada, —dijo
Pancho—soy menor y quiero un abogado o mejor, y abreviamos, vine a casa sin
permiso del instituto, porque se me había olvidado los mapas y hoy era el
control de Geografía. El ver las croquetas, no me pude resistir y, como tenía
que salir pitando, me llevé un tupperware con un montón y me las fui comiendo
en clase poco a poco.
—Teresa, ¿algo que añadir?
—Mea culpa, como veo a mi hija tan
estresada últimamente, con tanto tictac tictac, vine a ayudarle a hacer las
croquetas, pero, como siempre, se me había adelantado. Cuando llegué, ya les
había hecho y se había ido al trabajo. No me pude resistir y me comí cinco, a
pesar de que soy diabética y las tengo prohibidas, pero prometo que al salir de
la casa quedaban aún otras cinco croquetas.
—¿Cinco croquetas? ¿Quién se comió las últimas
croquetas?—aclamamos al unísono todos, excepto Encarnita obviamente—.
Yo fui la única que se atrevió a comentar.
—Encarnita,
investigadora vecinal del año, ¿no es más cierto que esta mañana cogiste
las llaves de repuesto que tienes de casa, te zampaste las cinco croquetas que
quedaban y dejaste el receptáculo del delito escurriendo en el fregadero?
Al terminar de decir esta frase, viendo que eran ya
las 16:00 h., y que la cocina estaba impoluta y sin
09/05/2019
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