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37. El misterio de la fuente


Podría tratarse de un secuestro perpetrado en la Fontana di Trevi, o de un asesinato cometido en la Fuente de los Leones de la Alhambra, pero nada que ver, el asunto que nos ocupa es el misterio de la fuente, de la fuente de… croquetas, ¿quién se ha zampado las croquetas que, con todo esmero y
cariño, he elaborado durante dos horas y que dejé artísticamente depositadas en una fuente de cristal? Por cierto,  el ladrón-ladrona, o ladrones-ladronas tuvo-tuvieron (qué empacho de lenguaje inclusivo) la deferencia de fregar la fuente y dejarla escurriendo.
Mi intención es que la verdad se descubra y que la investigación sea ecuánime y eficaz. Habrá que especificar con precisión el hecho delictivo, a saber, ¿ha sido un robo o ha sido un hurto? En este caso, con certeza, es hurto, porque no se ha dado violencia, no se ha roto nada, ni se ha forzado la puerta. Especificar también que se trata de un hurto leve, ya que se trata de croquetas de puchero. De haberlo sabido, las hubiera hecho del caviar más caro del mundo y, el que fuera, sería castigado hasta con la pena de prisión.
Partiendo de que la escena del delito es la cocina y sus aledaños, llegamos a la pregunta clave: ¿quiénes son los presuntos sospechosos o personas que sacarían algún provecho en la realización del hecho delictivo?
Mi familia la compone cuatro miembros: José Luís, mi marido y padre de Pancho, mi único hijo, Teresa, mi madre, que viene a casa de vez en cuando, Lucky mi fiel pastor alemán y yo, que en principio creo que no seré sospechosa, ya que yo he sido la autora de la maravillosa fuente de croquetas, saqueada por el alma despiadada.
La investigación policial, será más bien de carácter vecinal, porque la encargada de mediar y realizar con objetividad todo el proceso será Encarnita, la vecina del 4ª, cuyo ojo avizor y atención vigilante la hacen idónea para el puesto.
Encarnita nos citó a todos en el comedor a las 15:30 h. del día de los hechos y empezó, sin más preámbulos, el interrogatorio que, muy laboriosamente, había preparado.
—Bueno, José Luís, ¿qué hiciste esta mañana?
—Como todos los días y, con la tranquilidad que me caracteriza, sigo mi rutina. Me levanto dos horas antes de entrar en el Banco de Santander, repartiendo ese tiempo, a partes iguales entre desayunar, evacuar y asearme. Luego, me marcho, vuelvo a casa a las 15:00 h. y a las 15:15 h. ya estoy sentado en la mesa. Una vida rutinaria donde las haya.
—Y tú, Pancho.
—Yo soy más dormilón y solo tengo media hora para salir pitando al Instituto, por la escalera voy tomándome un plátano y poco más. Regreso a casa a las 14:30 h. Todos mis compis del insti me han visto en clase, así que tengo una coartada consistente.
—Faltas tú, Rosa, puede ser que, a pesar de que fueras la que hizo las croquetas, tuvieras un ataque de ansiedad desbordado, te las zamparas, ahora te sintieras culpable y por eso quieras depositar a su vez la culpa en un familiar.
—¿Cómo puedes pensar eso, Encarnita? Yo soy profesora de Educación Física, mi vida se mueve a golpe de tic tac, me levanto la primera: footing tic tac, desayuno frugal tic tac, ducha y tic, tac, tic, tac. Ese ritmo es el que me emociona, me relaja y me hace sentir bien conmigo misma. Esta mañana, como los jueves entro a las 11 al Instituto, hice la masa de las croquetas, les di la forma, las pasé por huevo batido y pan rallado y las freí en aceite caliente. Eran muchas, pero tonta de mí, quise dar una sorpresa a la familia y nos daríamos un festín de hidratos y fritangas.
—Teresa, ¿viniste esta mañana a esta casa con alguna excusa?
—Yo no vengo si no soy invitada, que las personas mayores estorbamos, y también por no aguantar el tic tac tic tac de mi hija, doy dinero.
—Y Lucky, ¿lo dejáis solo en casa cuando todos os vais a vuestros quehaceres?
Todos respondimos al unísono: “sííí…” y también todos a la vez comentamos: “Pues ha sido el perro el que se ha zampado la fuente de croquetas” Tema resuelto.
Encarnita iba anotando todas las respuestas y como buena investigadora también había observado atentamente el lenguaje no verbal que pudiera detectar alguna sospecha de engaño en las declaraciones.
Concluida esta fase del proceso, se retiró breves minutos a urdir la trama y a deliberar, cuando volvió al comedor notó que todos estaban aparentemente nerviosos. 
—Bueno os quería comentar, que elimino de la lista de sospechosos a Lucky, porque solo se alimenta
de pienso vegano, el simple olor al caldo de puchero le hace vomitar y, además, os voy a hacer una pregunta que pudiera parecer tonta, ¿alguien ha visto a un perro fregando?
Sabéis que controlo al extremo el movimiento de todo el bloque, y a decir verdad,  esta mañana hubo más trasiego en las escaleras que en el metro de Pekín en hora punta. Como había un agradable olor a croquetas, me asomé a la mirilla y te vi a ti, Rosa, bajando los peldaños a velocidad supersónica, ya sabes tic tac tic tac, pero me percaté de que habías dejado la puerta abierta y subí a cerrarla. Perdona que te diga, pero ya había bastantes croquetas que faltaban en la fuente.
—Uf ¡qué vergüenza! Tienes razón Encarnita, después de las dos horas que me pasé cocinando, tenía el desayuno frugal, con tanto correr y demás, en los pies. Y empecé con palpitaciones, ahogos, mareos… con un ataque de ansiedad en toda regla, por lo que me engullí casi 10 croquetas y se me formó un tapón en la garganta que me pasé toda la mañana bebiendo agua.
—No había pasado ni cinco minutos escuché a José Luís que entraba en la casa —comentó Encarnita.
—¿¿¿¿ José Luííís????
—Bueno, bueno, tranquilos, solo vine a coger 50 euros para pagar el cubierto de la jubilación de un compañero. Pero lo reconozco, yo también me inflé de croquetas. Por cierto, amor, estaban buenísimas.
—Encarnita, antes de que digas nada, —dijo Pancho—soy menor y quiero un abogado o mejor, y abreviamos, vine a casa sin permiso del instituto, porque se me había olvidado los mapas y hoy era el control de Geografía. El ver las croquetas, no me pude resistir y, como tenía que salir pitando, me llevé un tupperware con un montón y me las fui comiendo en clase poco a poco.
—Teresa, ¿algo que añadir?
Mea culpa, como veo a mi hija tan estresada últimamente, con tanto tictac tictac, vine a ayudarle a hacer las croquetas, pero, como siempre, se me había adelantado. Cuando llegué, ya les había hecho y se había ido al trabajo. No me pude resistir y me comí cinco, a pesar de que soy diabética y las tengo prohibidas, pero prometo que al salir de la casa quedaban aún otras cinco croquetas.
—¿Cinco croquetas? ¿Quién se comió las últimas croquetas?—aclamamos al unísono todos, excepto Encarnita obviamente—.
Yo fui la única que se atrevió a comentar.
—Encarnita, investigadora vecinal del año, ¿no es más cierto que esta mañana cogiste las llaves de repuesto que tienes de casa, te zampaste las cinco croquetas que quedaban y dejaste el receptáculo del delito escurriendo en el fregadero?
Al terminar de decir esta frase, viendo que eran ya las 16:00 h., y que la cocina estaba impoluta y sin
resto de algo comestible, todos, hasta el perro, soltamos una carcajada y nos fuimos a comer al chino de la esquina.

09/05/2019

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