—Quizás pudiéramos esperar a mañana, Carmen. Estamos bien así. Ya sabes. Como cada noche, el aroma de la cena inunda la casa, la chimenea desparrama infinitas chispas incandescentes, los niños, acostados, sueñan con los angelitos, la perrita holgazanea agotada de su paseo vespertino, tu madre termina la labor de bolillo en su sillón orejero y dos copas de vino alegran nuestros corazones. Todo está en calma. Somos felices.
—De eso nada, Juan, llevamos de novios diez años. Ya no espero más. Quiero que vivamos juntos y te dejes de chorradas.
13/12/2023
En un estudio científico y estadístico —realizado, eso sí, a puro cálculo visual—, entre los asistentes a un concierto, llegué a un postulado inapelable: solo un 5% de la población goza del privilegio de destacar en altura, rasgos o peso. Pues bien, puedo asegurar, sin margen de error, que él no pertenecía a esa exclusiva minoría. No. Él era feo, pero no un feo común, sino un feo con historia, con kilómetros recorridos. Avejentado para su edad y visiblemente estropeado por los excesos y la mala vida. Debo admitir, con cierto bochorno, que no era solo feo, sino también desagradable. Olía a tabaco, a cerveza y a varios días sin ducha. Una pena, de verdad. Entonces, ¿qué me motivó a propiciar ese encuentro fortuito? En el fondo, creo que para conocer la verdadera razón habría que hacer otro estudio, aunque esta vez no tan científico, sino uno que indagara en la gran incógnita de la humanidad: ¿por qué hacemos cosas que claramente nos perjudican? En mi caso, quizás fue la pereza,...

Título acertado. Creas esa imagen inicial del mundo ideal para acertar en el desenlace.
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