Ir al contenido principal

77. Doble función


Me llamo Antonia García Flores. Antonia por mi abuela y el resto por mis padres. Lo sé, es horrible, a mí tampoco me gusta y nunca lo he identificado conmigo. Por eso mi representante no lo dudó: ¿quieres ser actriz?, pues vamos a buscarte un nombre con gancho. Me gustaba Nuria Espert o Lola Herrera, pero ya estaban pillados, así es que me tuve que conformar con Ai-da Ga-lán, pero con la recomendación precisa de que había que pronunciarlo silabeando pausadamente, para que sonara más personal. Los asesores de imagen insisten en que hay que pronunciar todo como si estuvieras diciendo algo interesante y profundo. Dicen que el mundo del artisteo es así de artificial. Porque no sé si lo he dicho, yo, Antonia, perdón Aida, soy una actriz famosa y cotizada de teatro, aunque tampoco renuncio a contadas campañas publicitarias de productos con cierto prestigio en el mercado.

Me he preparado a conciencia para ser actriz. Aprendí a actuar y me estrené entre las bambalinas de la Escuela de Arte Dramático de Málaga. He leído a los grandes clásicos de la literatura universal. He interpretado desde Doña Inés a Fortunata, pasando por Medea en teatros de renombre. Trabajo arduo y duro, pero reconfortante.

Con el fin de abarcar todo el abanico de representaciones a nivel nacional y, al ser andaluza, he aprendido el acento castellano neutro, vocalizando y con dicción perfecta, porque si no sabes ocultar tu acento andaluz tus papeles se limitan a hacer de chacha en alguna que otra serie televisiva; quedas relegada a papeluchos, nunca protagonista, desgraciadamente. El inglés, es otro tema. Lo estudio intensamente por si alguna vez, en esta vida o en otra, me sale un papel de Julieta para el National Theatre de Londres.


No me amedranta la doble función, ni la afanosa memorización  del texto. A veces me pregunto por qué este enganche y atracción desbordada por el teatro y siempre llego a la misma conclusión: el aplauso.

Necesito el aplauso, y si es posible, los bravos porque indican respeto y admiración a tu trabajo bien hecho. Una ovación del  público es un momento exclusivo, único y mágico. Recuerdo el interminable aplauso que recibí, con mi papel de Dulcinea del Toboso, en el Teatro Real de Madrid. Diez minutos con todos los espectadores en pie y sin parar de decir ¡bravo!, ¡bravo! Fue muy halagador y emocionante. Yo saludaba con una pizca de vanagloria y un obligado gesto reverencial, susurrando tímidamente: Gracias, gracias. Parece que aún lo estoy escuchando.

¡Oh Dios!, las ocho y un minuto, todos los vecinos, por razones coronaobvias, asomados a sus terrazas aplaudiendo y vitoreando a la Sanidad Publica y yo aquí, en plan vago, desparramá en el sofá y durmiendo la siesta. Con razón me llegaba de lejos el sonido de las agradecidas palmadas... Mañana prometo leerme aunque sea un capítulo de El Quijote. 


01/04/2020

Comentarios

  1. Inicias con un personaje entretenido, con singularidad por su profesión, la adopción de su nombre , por como nos cuenta su trayectoria, su sentido del humor... por esa atracción por el aplauso. Para encajarlo todo en esa apabullante realidad , además de la inventiva “coronaobvias”, consigues que despertemos al igual que el personaje, estupendo párrafo final. El título merece especial atención, nos cuenta mucho más.Siempre desarrollas historias creativas.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Tacones más sensatos que lejanos

                    Yo quería ser chica Almodóvar, como Penélope Cruz en Volver , ocultando el cadáver del marido en un arcón congelador. Pero, para mi infortunio, ese universo ochentero y glamuroso se escapó mientras trabajaba como maestra en una escuela de un pueblo perdido en la sierra de las Villuercas. Hoy, uso tacones más sensatos que lejanos. Ya soy mayor, abuela, y tengo pocas ganas de ese mundo de lucimiento y trasnocheo. El manchego, en cambio, sigue imparable: ha triunfado en Venecia y posa, flanqueado por dos bellezas de piel lechosa, altísimas y que sólo se entienden en inglés: sus nuevas chicas. Cuando pensé que había perdido el tren de la fama, de los cócteles y vestidos llamativos, caí en la cuenta de que vivo en Extremadura, y que ese tren de mi vida salió de la estación con horas de retraso y terminó averiado en mitad de una dehesa y de la noche. ¿Un desastre ferrovia...

Entre fregonas y vinilos

  “Busco a alguien que sea lo más bonito sobre la superficie de la tierra; tan tierno como un bebé haciendo muecas; tan refrescante como una ducha fría cuando el cielo está achicharrado. Busco a alguien que sea la alegría de cada día, la paz, la fortuna… el no va más”. En cuanto me encontré con aquel perfil, lo tuve claro y le di al superlike inmediato , con borde azul brillante y una estrellita. Esa persona prometía ser especial. Y no me equivoqué. Descubrí que a ella también le había gustado mi presentación  y  el match surgió como por arte de magia . Pudimos empezar a chatear y me sentí el hombre más feliz del mundo. — Alicia, te llamas así, ¿verdad? —Bueno, más o menos. Me pusieron de nombre Concepción, pero Alicia suena más moderno y me lo he quedado. —Sin problema, Alicia. —¿Y lo de Virgilito88? Tienes pinta de ser un tipo cuarentón, simpático y desenfadado. El diminutivo te da un aire cercano, casi juguetón. —Nada que ver. Virgilito88 es porque soy u...

Camarero, ¿me pone una caña?

  La soledad me fascina. Puedo decir, sin orgullo, que a mis cincuenta años nunca he tocado un cuerpo que no fuera el mío. No he tenido vínculos reales, ni novios ni amigos ni nada que se le parezca porque me gusta vivir sin riesgos, sin disgustos, sin altibajos. Me he hecho adicta a no dar explicaciones, a mi espacio, a dormir en diagonal, a… Y es que, para mí, m antener una relación interpersonal fluida y sana, en vivo y en directo, se ha convertido en una utopía. Bueno, a ver si me explico para que se me entienda. Algo ha habido por ahí, pero nada que ver con los convencionalismos ni con lo establecido. En mi juventud me enamoré de Mike Jagger, el vocalista de los Rolling Stone. Tenía un poster, tamaño natural, en la puerta de mi armario. Hablaba con él, por cierto, en español, porque el inglés se me da fatal, le contaba de mi vida y de mis suspensos. Él hacía como que escuchaba, miraba y no sé si sonreía. Un novio perfecto. Soy consciente de que me doblaba la edad, pero...

La magia de la Navidad

Hola, soy @Barbigeriátrica, escritora en decadencia que, por los avatares del destino, ha terminado como tiktoker, youtuber y nutricionista ocasional. ¿Te sientes curvy pero los demás te etiquetan como gordi ? ¿Estás dispuesta a desafiar los estándares de belleza que tanto nos atormentan, especialmente a las mujeres?¿Te has cansado de la gordofobia y quieres luchar contra el estigma de la delgadez engordando tres kilos sin motivo aparente? Estás en el lugar indicado. Juntas encontraremos la manera de alcanzar tu objetivo sin pasar hambre, sin privarte de nada y disfrutando cada bocado. Si hay un momento perfecto para comenzar esta dieta, ese es durante la llegada del niño Jesús, o lo que es lo mismo, las fiestas navideñas. Desde mediados de diciembre, las reuniones se multiplican: agendas llenas, brindis y deliciosos manjares. Todos en torno a una mesa. Todos a comer y todos a beber. Todos brindando la vida. Saborea estas celebraciones, ya que son la ocasión perfecta para engord...

De cómo la policía arruinó mi carrera literaria

Yo antes era una asesina psicópata sexual. Mi vida se columpiaba en un tiovivo de sensaciones extremas. Después de cargarme al monitor de pilates, al repartidor de Amazon y al vecino ruidoso del segundo B, y con la policía pisándome los talones, decidí cambiar mi destino. Opté por pasar desapercibida y mezclarme con gente normal, gente de bien. Me apunté al directo mensual de Rosa Montero. Quería alejarme de mi pasado, así que no tuve más remedio que aprender sobre el narrador omnisciente, el monólogo interior y hasta el realismo sucio. La adaptación al grupo resultó perfecta. Era una más. Mi vida pasada se convirtió en una fuente inagotable de inspiración. Este mes tocaba redactar algo cuya protagonista fuera la primera persona que me encontrara al salir a la calle y que incluyera dos sustantivos elegidos al azar al abrir un libro. Toda obediente, con “hombre, excursión y playa” me ha resultado fácil y he escrito sobre ese viaje del IMSERSO a Salou, en el que maté a un jubilado de Ast...

Imaginar emociona

  En un estudio empírico y científico realizado, a puro cálculo visual, entre los asistentes a un concierto, llegué al siguiente postulado inapelable: solo un 5% de la población es privilegiada en altura, rasgos o peso. Pues bien, puedo asegurar, sin margen de error, que él no pertenecía a esa exclusiva minoría. No.  Él era feo, pero no un feo común, sino un feo con historia, con kilómetros recorridos. Avejentado para su edad y visiblemente estropeado por los excesos y la mala vida. Debo admitir, con cierto bochorno, que no era solo feo, sino también desagradable. Olía a tabaco, a cerveza y a varios días sin ducha. Una pena, de verdad. Entonces, ¿qué me motivó a propiciar ese encuentro fortuito? En el fondo, creo que para conocer la verdadera razón habría que hacer otro estudio, aunque esta vez no tan científico, sino uno que indagara en la gran incógnita de la humanidad: ¿por qué hacemos cosas que claramente nos perjudican? En mi caso, quizás fue la pereza, la comod...

¿VEINTE? (2º premio VIII Edición del Certamen Literario “La Arboleda Perdida” Puerto de Santa María)

  ¿VEINTE?   Una, dos, tres. De pequeña me apodaron “la Santita” porque era tierna, noble y obediente. Cuando a mediodía llegaba del colegio, tanto los vecinos como mi madre me tenían preparada una lista de recados varios: “Niña, baja a por una hogaza de pan para doña Manuela, la del cuarto y, de paso, vas a la frutería, compras un kilo de naranjas de las tontas y le pides a Ramón un poquito de perejil”. Y allá que iba yo, sin rechistar y con agrado, a hacer felices a todos. Las monjitas, y en especial sor Carmen, me trataban de una manera especial, porque especial era yo. Todos cuchicheaban que mi bondad y mi inocencia eran contagiosas y que mi manera peculiar de mirar y de hacer las cosas, me hacía encantadora. Un primor de niña. Una santita, como mi apodo. Cuatro, cinco, seis. Terminado el bachillerato y la universidad, llegó el momento de oficializar mi bondad y tomé una decisión que marcaría mi vida.   Me metí a monja. Me metí a monja seglar, porque yo quería ...

Cuestión de genes

  Los Figueroa de la Cruz, Marqueses de la Balconada y mis padres, para más señas, son una pareja de alto standing , ricos en patrimonio, inteligencia y blasones. De forma natural, han seleccionado su especie durante generaciones. De aspecto escandinavo, pero oriundos de Cáceres —ellos y los Borbones, muy a mi pesar, elevan las estadísticas de la altura media nacional—. Son amantes de la música, el arte y los idiomas. Brillan por su físico y su intelecto. Ahora bien, debo comentar, aunque solo sea de pasada, que también son arrogantes, engreídos y altaneros, amén de ultraconservadores. Un primor de progenitores. Quizás por ser el único hijo —y, por tanto, primogénito de la familia—, quizás por compartir como morada la misma casa palacio, quizás por vivir en primera persona el grado cero de empatía de mis ascendientes, o quizás por todo ello, siento la necesidad de relatar mi vida. Según me cuentan, cuando nací, mis congéneres se quedaron perplejos y estupefactos. ¡Oh, Dios...

Odio a mi hijo

  A sí arrancaba un monólogo magníficamente interpretado por una maestra, metida a cómica por pura afición. Mi primera reacción fue de sorpresa. A medida que transcurría su afanoso soliloquio, la protagonista, ya entrada en años, exponía, en primera persona, los motivos que le llevaban a esta afirmación tan contundente como cruel. Poco a poco lograba convencerte de que para ser madre hay que echarle una cierta dosis de masoquismo. Contaba esta alegre docente que, al principio, cuando decides emprender esta aventura, le dices a tu pareja: “Qué ilusión me haría tener algo nuestro, pero... nuestro, nuestro, que nos una para siempre”. Y, alcanzado el consenso, en un plis plas, te lanzas con la parte más placentera de toda esta historia, —por lo visto interminable—: la parte sexual. A los pocos meses de aquellos agradables encuentros amorosos, ya estaba ahí, en mi vientre. Nuestro primer contacto fue visual, a través de un monitor, mientras el doctor examinaba detenidamente la imagen....