Entre el tanatorio y la oficina de objetos perdidos ha desaparecido el jardín de mi alegría, mi bien más preciado, mi zenit y nadir, mi alfa y omega, la que da sentido a mi vida: mi hija adolescente de quince añitos. Se trata de una chica de su tiempo: rebelde, marchosa, intrépida, negacionista de normas, respondona y, a ratos, cariñosa. Ruego a quien la encuentre, la entregue una vez haya madurado y, si es posible, finalizada la carrera. Habrá recompensa.
El inicio dibuja esa búsqueda, cargada de emotividad, animosa y metafórica. Un giro irónico y bien expresado en el desenlace da ese cambio tan sugerente.
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