Yo quería encontrar el amor. Estaba harta de apuntarme a talleres literarios y clases de salsa; así que corté por lo sano y recurrí a métodos alternativos. Aunque parezca increíble, conseguí mi objetivo y… mi siguiente conquista se llamará Gerardo Sánchez. Se podría haber llamado Gerardo Diego, pero a su padre el nombre le sonaba familiar, lo había oído en algún sitio y prefirió apellidarle Sánchez. Su madre, aunque parezca raro, en eso estaba de acuerdo con el cónyuge. Por todo ello, mi novio se llamará Gerardo Sánchez Sánchez. Me lo ha dicho una vecina que es vidente en sus ratos libres. Tiene poderes, pero como eso no le da para comer, trabaja por la mañana echando horas en una casa, y por la tarde se concentra y te predice el futuro. Solo me lleva diez euros, por aquello de ser conocida.
Ya estaba yo buceando por las redes sociales para localizar a mi nuevo amor, cuando sonó el timbre de la puerta. Por la mirilla vislumbré una persona cuyo aspecto no era desagradable. Decidí abrir. Encontré a un hombre de mediana edad que, educadamente, me dijo:
—Buenas tardes, me llamo Gerardo y a partir de hoy seré su vecino.
—No se apellidará Sánchez —comenté.
—Lo siento, me llamo Diéguez.
Quedé estupefacta. No sabía si el fallo estaba en su padre, por inculto, o en la vidente por no dedicarse a la magia en jornada completa, pero me alegré por la cantidad de horas de Instagram y Facebook que me había ahorrado. Reaccioné a tiempo y, con voz entre dulce y seudoerótica, le dije:
—Encantada, Gerardo, ya puede ir recordando la fecha de hoy y elija una canción para que la bailemos, medio llorando de emoción, en nuestros ratos de intimidad, porque hoy es el primer día del resto de nuestras vidas.
Me miró sorprendido, así que para que no pensara que estaba loca le pregunté:
—¿A qué se dedica?
—Soy astrónomo —dijo él.
—¿De esos que hacen cartas astrales y te pueden predecir cómo serás y qué te sucederá el resto de tu vida?
—Nada que ver, respondió él. Yo soy científico, mi especialidad es la astrofísica, me dedico al estudio de los astros.
—¡Qué interesante! —comenté, por decir algo.
Cuando más enfrascados estábamos en la conversación, apareció Encarni, la vidente para más señas. Con el fin de que no dijera ningún improperio que estropeara este encuentro mágico, me adelanté a su saludo con un:
—Buenos días, Encarni. Mira, te presento a Gerardo, será nuestro vecino pero, ¡ojo!, es astrónomo.
La pobre vecina creía que el nuevo inquilino le haría la competencia y también se dedicaría a echar las cartas. No obstante, estaba orgullosa de haber acertado de pleno y dijo:
—Bienvenido Gerardo, se llamará Sánchez, ¿verdad?
—¡Qué manía con Sánchez!, me apellido Diéguez.
—Bueno, qué más da. Lo importante es que está aquí —dijo ella pensando que a partir de este momento subiría sus honorarios.
Gerardo parecía algo asombrado por el recibimiento, mostraba atención a nuestra conversación y con cara de pedir un favor, preguntó:
—¿Os gustan los perros?
Yo soy alérgica a los animales, pero cómo romper el encanto del momento. Tenía que fingir ser dulce para embelesar a mi flamante amado, así que le respondí sonriendo:
—Claro, me encantan.
—Pues estupendo —dijo él—, porque mañana nos mudamos toda la familia y tenemos tres perros; espero que no causen molestias.
—¿Toda la familia? —Al pronunciar estas tres palabras creí morir.
—Sí, mi mujer, mi suegra, mis siete hijos y los tres perros.
Sólo fui capaz de decir: ¡¡¡ Encarniii, devuélveme los diez eurosss!!!
07/03/2022
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