Yo antes era una asesina psicópata sexual. Mi vida se columpiaba en un tiovivo de sensaciones extremas. Después de cargarme a la monitora de yoga, al vecino ruidoso del segundo B y al repartidor de Amazon, y con la policía pisándome los talones, decidí cambiar mi destino. Se acabaron las obsesiones, los crímenes fortuitos y los polvos desenfrenados. Decidí pasar desapercibida y mezclarme con gente normal, gente de bien.
Me integré en la tertulia literaria del Ateneo de Cádiz. Quería alejarme de mi pasado, así que no tuve más remedio que aprender sobre el narrador omnisciente, el monólogo interior y hasta el realismo sucio. Me integré en el grupo perfectamente; era una más, pero creo que, poco a poco se me iba viendo el plumero, porque si el tema era hacer un texto sobre un lago, los sueños de volar y el sosiego, yo, sin darme ni cuenta, en el picnic me cargaba a mi marido, envenenándolo con lo primero que pillara en el botiquín de casa. Si tocaba el tema amor romántico, me las ingeniaba para, una vez terminado el preámbulo con champán, rosas y coqueteos, y llegados al lecho amatorio, aplicar una técnica antigua pero infalible: la asfixia sexual. Un poquito menos de aire al practicar sexo y a lo mejor ni lo cuenta. No deja huella y ves morir ante tus ojos a ese amante pesado y mediocre.
Mi vida pasada era una fuente inagotable de inspiración, y lo mejor era que mis compañeros ni se coscaban; ellos decían: “Qué imaginación tiene la compi”. ¿Imaginación?
Hoy toca redactar algo relacionado con “te regalo una flor”, pero mi mente vuela al viaje del IMSERSO en el que me cargué a un jubilado de Astilleros. Y es que se lo merecía, se pasaba bailando con todas hasta que, a la una de la mañana, los echaban del salón del hotel.
Cuando más enfrascados estábamos los tertulianos ateneistas y moderador, compartiendo textos, y de lo más profundo de mi ser brotaba poéticamente aquello de que el olor a dama de noche impregnó mi infancia, sonó un toc, toc, toc y un: “¿Se puede?” Pensaba que era alguien que se retrasaba. Pero no. ¡Oh! No me lo puedo creer. Esto sí que es increíble y no mi cambio de vida: es la Policía Local.
Sí, habéis oído bien: la Policía Local se ha alejado de sus cómodas oficinas, con el beneplácito del enlace sindical, sin emolumento extra y en un alarde de esfuerzo laboral. Están aquí y, con cara de circunstancia, argumentan que vienen a detenerme. Yo me mato en decirles que no soy una asesina, que soy escritora polivalente, que voy a tertulias y presentaciones y que tengo un libro recopilatorio que voy a autoeditar en ná. Esta policía es tan obtusa que ni se entera y aseguran que me arrestan. Pero bueno, no es justo, que se vayan a la playa o a las mesas electorales, ¿hoy sí trabajan?
19/06/2024
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