Había una vez en un reino fantástico, un príncipe encantador llamado Felipe, heredero al trono de España. La política matrimonial de los cortesanos que le rodeaban le tenían preparadas bellas damiselas de las más variadas alcurnias, pero ni Isabel Sartorius ni Eva Sannun ni siquiera Letizia Ortiz lograron conquistar el infranqueable corazón del joven, que guardaba celosamente un secreto.
Un día, su alteza real, cansado de las expectativas y presiones que la sociedad le imponía, decidió dar un giro inesperado a su vida. Convocó una rueda de prensa en la majestuosa sala del palacio, tomó el micrófono y, con voz firme, exclamó: “Me planto. Me niego. Quiero ser feliz. Quiero que todos los españoles sepan que no me he casado con ninguna de las señoras que se esperaba, porque mi corazón pertenece a alguien. Se trata del capitán de navío Carlos Ruiz Delgado a quien conocí durante mis prácticas, como guardiamarina, en el Juan Sebastián Elcano. Y he decidido renunciar al trono para seguir a mi corazón. Según lo estipulado, el sucesor será: Felipe Juan Froilán de Marichalar y Borbón”. Conmovido por el momento, el príncipe Felipe se acercó a su sobrino, presente en el evento, y le dijo con una sonrisa: "Froilán, sé que eres joven, pero confío en que llevarás a nuestro querido reino hacia un futuro brillante". Froilán le miró, compungido, con cara de yo paso de este marrón…
La sala quedó en un sepulcral y sorpresivo silencio. Las redes sociales ardieron ante tamaña noticia y se llenaron de memes y comentarios.
Sin embargo, el verdadero giro más estaba por venir. Cuando al poco tiempo llegó el ansiado día de la coronación, el joven aspirante a rey no apareció. Según comentan las crónicas palaciegas, había estado de fiesta toda la noche anterior y se quedó profundamente dormido.
Ante la ausencia del futuro monarca, el aturdido Rajoy tomó una decisión urgente: reunir el Congreso en Pleno Extraordinario, pronunciando una de sus frases célebres: "Haré todo lo que pueda y un poco más de lo que pueda si es que eso es posible, y haré todo lo posible e incluso lo imposible si también lo imposible es posible".
Los incrédulos diputados estallaron en murmullos generalizados y risas reprimidas, pero asumieron el poder que la democracia les confería y, por unanimidad, tomaron la decisión de reformar la Constitución y declarar la Tercera República Española, aún quedaba por determinar al futuro presidente, aunque ya se barajaban algunos nombres de reconocido prestigio.
Y esta es la historia del príncipe valiente que renunció al trono en nombre del amor y la autenticidad.
Por cierto, cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia...
06/02/2024
Genial, ingenioso, divertido y creativo. Todo ese absurdo provoca y nos hace pensar qué hubiera ocurrido si esa historia se traspasara a la realidad.
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