ILUSIÓN DE VERDAD (Primer premio en la VII Edición del Certamen Literario “La Arboleda Perdida” Puerto de Santa María .Cádiz)
Hoy puedo decir con orgullo que a los veinte años me he convertido en un pez, en un pez raya, para ser más exactos. Vivo, nado y floto en la costa de El Puerto de Santa María. Sí, así como suena. Me he convertido en un pez difícil de ver, mi cuerpo es plano, más ancho que largo, de color tirando a gris y con mucho vivido a mis espaldas o como, en este caso, se diga. Pero eso no lo puedo contar todavía. Aún no. Quizás, para entrar en el meollo del asunto sea conveniente escarbar en la verdad de mi vida y de mis recuerdos.
Todo empezó algunos años antes, cuando era pequeño. En aquel entonces, yo tenía cuerpo humano pero no me notaba notado. Mi carácter era anodino, insustancial y si, en ocasiones, me ponía farruco mi madre se acercaba con dos intenciones de alpargatazos y el tema quedaba zanjado.
En el fondo, me sentía tan poco importante como la virgulilla en los teclados ingleses. Llenaba mis días de desaliento, de falta de ganas. Por todo ello, al llegar a los quince años me propuse un gran objetivo vital: quería ser un niño invisible.
Una mañana, ya no podía con el tiempo, no podía con mi timidez, no podía con mi vida…, me eché a llorar. Grité con rabia, escandalosamente, y como la magia puede existir, creo que al mirarme al espejo noté mi imagen inserta como en una nebulosa; después, poco a poco, pasé de diáfano a traslúcido y, por fin, repitiendo una mentira tropecientas veces hace que se pueda convertir en verdad: a los quince años creo que me convertí en un joven transparente.
Pasé por todos los psicólogos de mi ciudad. Ellos insistían en que me inventaba mi realidad, decían que lo mío se llamaba “Ilusión de verdad”, que es creer que algo es cierto, sin serlo. Todos pensaban al unísono que yo no era invisible. ¿Cómo que no? Me sentí muy satisfecho cuando en un concurso de disfraces viví mi momento de gloria. Me presenté con un disfraz al que llamé: “El chico invisible”, gané y el jurado quedó sorprendido cuando nadie acudió a recoger el premio. Demostré que yo estaba en lo cierto: no me veían. Mi mente se sintió liberada, así que en la segunda vuelta cuando se repetía por megafonía que alguien subiese al podio, yo, como de la nada, fui apareciendo, brotando, tomando cuerpo. Sin ningún problema, subí al escenario y recogí mi diploma, dando por zanjada esta etapa gris de mi vida.
Pasados unos años y, quizás, influido por la primera frase del libro que estaba leyendo: “La preparación de la ancianidad hemos de empezarla cuanto antes”, ya tenía instalado en mi mente otro reto: quería empezar a ser anciano. El tesón y esfuerzo mental hicieron que el retinol fuese desapareciendo de mi cuerpo para dar paso a la desmemoria y al desgaste de huesos. En el espejo se hacían patentes las canas, las entradas, unas profundas patas de gallo y las varices. Quizás lo que llevaba peor era que ya no me provocaba salir de fiesta con mis amigos porque no aguantaba las resacas, dormía mal y…el sexo me apetecía menos. A pesar de todo lo anterior, hoy, a mis dieciocho años, puedo afirmar que he conseguido mi deseo.
Aunque sigo acudiendo a la obligada visita al terapeuta, he decidido dar un toque distinto a mi vida. Esta mañana me he levantado con un poema que ronronea en mi cerebro:
Se
equivocó la paloma
se equivocaba.
Por ir al norte, fue al sur
creyó que el trigo era agua,
se equivocaba…
No podía dejar de pensar en esa pobre paloma, ¿qué le pasa que se equivoca una y otra vez? ¿Tendrá también ella el efecto de Ilusión de Verdad? ¿Estará siempre buscando la felicidad como yo?
El famoso poema me sirvió para reafirmar lo que ya andaba zigzagueando por mi cabeza: se acabaron las superficialidades, se acabaron las apariencias, ahora toca trabajar el aspecto artístico, literario y político.
Pues como ya soy visible y anciano, ahora daré otra vuelta de tuerca. Seré comunista y con mi poesía voy a cambiar el mundo. Así fue como a mis diecinueve años me convertí en Rafael Alberti. Me dediqué a dar conferencias, recitales, pintar, escribir, ensalzar la causa de la libertad y a estar en contacto con gente del pueblo llano, como yo.
Claro que en esta vorágine de transformaciones no había caído en un detalle importante: en que era un anciano; así que, después de vivir una breve etapa como artista de renombre, a los noventa y seis años, me morí. Tras un gran homenaje popular, esparcieron mis cenizas en el mar que me vio nacer y crecer.
Ahora, como todos os podéis imaginar, me surge un gran problema existencial. ¿Qué hago? ¿Vuelvo a la desesperación de la virgulilla? Me negaba a revivir esa etapa anodina. Tampoco quería ser anciano y casi estaba un poco saturado de ese mundo del conocimiento y la intelectualidad.
Menos mal que momentos después de morir, vi un rayo de luz y sentí una voz interna que me preguntaba: ¿Quieres una nueva vida?
No lo dudé, y mi respuesta fue rotundamente positiva. Como por arte de magia, noté que mi cuerpo se iba aplanando, empequeñeciendo, que me brotaron unas colas largas y filosas, que desaparecieron los huesos, que mi carne se hizo blanca, mi piel grisácea y que me movía con dos aletas.
Lo dicho. Ahora puedo afirmar que con veinte años ya no soy invisible, anciano o Alberti, ahora me he reencarnado en un pez, en un pez raya. Ahora buceo en las profundidades y le felicidad es casi mi compañera de viaje. Soy de naturaleza pacífica, solo me indispongo y ataco para defenderme. No supongo un peligro para las personas, pero las personas sí son peligrosas para mí y siempre estoy temiendo que me capturen para freírme o cocinarme con tomate o al pimentón. Dura vida la de los peces, siempre alerta, siempre pendiente de una amenaza.
Ya me va corriendo por la mente otro cambio. Estoy cansado de la humedad y de la artrosis, que la tengo metida en lo más profundo de los cartílagos.
Ahora estoy pensando en… volar, volar alto. Aún no sé si como piloto, gaviota o parapente, que el mundo inanimado también tiene su aquel. El infinito se abre ante mí. Puedo ser protagonista de mil vidas.
Huelga decir que no he podido librarme de las tediosas sesiones del psicólogo que, dado la cercanía que nace de tantos años de terapia, me recibe, cada quince días con un: ¿En qué te has transformado esta vez?
¿Será torpe? ¿Es que no me ve? —pienso cuando me hace esa inoportuna pregunta. Vaya ojo clínico el de este psicoanalista, tantos años de terapia y ¿aún no sabe que soy aficionado a las piruetas existenciales?
Claro que mi madre que, con suma paciencia, me acompaña a las consultas, no ayuda demasiado; ella dice que está harta de mis fantasías, que voy cumpliendo años y sigo igual de soñador y se limita a gritar: “Qué dolor de cabeza eres, hijo”.
Primer premio en la VII Edición del Certamen Literario “La Arboleda Perdida” Puerto de Santa María (Cádiz) 20/04/02023
Finalista III CERTAMEN DE RELATOS CORTOS NILA FLORES CEBRIÁN (Asociación de Mujeres con Cáncer Bahía) 19/10/2023
Finalista en el V Concurso relato libre ENES -Encuentro de Escritores en Sevilla- 28/10/2023
Publicado en la revista PAPELES DEL CARACOL. Mayo 2024
Tema que interesa desde el principio que se abre la puerta al personaje y a su mundo. Las comparaciones, los deseos, nos lleva sin duda por el relato sin despistarnos. Es un personaje que por sus peculiaridades se hace afectivo al lector.
ResponderEliminarQ flipaera tiene el prota no? Mola😉😘✨
ResponderEliminarSe me agotan los adjetivos que merecen tus relatos. Éste es magnífico y me quedo corta. Me encanta !!! Esa cabecita tuya destila genialidad. Eres grande !!! 🙌❤️🎉
ResponderEliminarJajaja, muy bueno! Te mantiene el interés hasta el final. Imaginativo y surrealista, fiel a tu estilo. Los guiños a Alberti me han encantado. 💞
ResponderEliminarFantástico
ResponderEliminarQué bueno!!! La imaginación al poder😜😜 Me encanta!!! Besitos
ResponderEliminarFabuloso yayo sigue adelante tu bale para más todavía llegará alto
EliminarGraciassss
EliminarMagnífico. Gran imaginación y excelente la similitud con la paloma. Tú, nada de virgulilla una A mayúscula muy grande.
ResponderEliminarGraciassss
Eliminar¡Enhorabuena!
ResponderEliminarTe atrapa desde el principio. ¡Genial! 😍😍👏👏👏
Graciassss
EliminarMuy bien escrito y muy bien leído!!! Tuve el honor de asistir a la entrega de premios!!!
ResponderEliminarEs genial las vueltas de tuercas en el tiempo muy ingenioso y fantástico muy bueno
ResponderEliminarMe ha encantado la materialización en pez raya. Enhorabuena. El relato es muy bueno y sorprende y capta al lector
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ResponderEliminarTu aroma se comprueba en todo el relato.
¡Qué maestría!
Todos somos ese chaval que describes: todos somos niños invisibles, pez raya, Rafael Alberti o gaviotas en el cielo.
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