Soy feliz con mis kilos. La vida me convirtió en una persona obesa. Siempre he sido fuerte, recia, gordita o como se diga, pero, por desgracia, en esta sociedad en la que me ha tocado vivir existe un estigma de obesidad: a la gente con sobrepeso se nos atribuye unas actitudes negativas. Según casi todos, somos flojos, poco atractivos y carecemos de autocontrol. Yo, a pesar de todo, soy feliz, no tengo ni angustia ni traumas adicionales ni baja autoestima. Ese pensamiento ocupaba mi mente cuando Roberto, mi pareja, con un tono cargado de ese cariño empalagoso del que hace gala, dijo: “Cielo, creo que deberías bajar un poco de peso”. Me sentó fatal porque ya me veía en el espejo, pero creo, sinceramente, que ese comentario fue el detonante.
Acudí a la consulta on line de una terapeuta argentina, cuyo método para perder kilos era infalible. Solo debía repetir el siguiente mantra cada vez que me entrara hambre: “Amate, querete -si es posible intentando pronunciar ambas palabras con un acento prosódico, dando relieve en la segunda sílaba, al estilo de la Pampa - abre tus manos, cierra los ojos, respira lento y profundo. Di mentalmente: Los pensamientos son energía que alimenta”.
Si no entendí mal, lo que intentaba transmitir esa artesana de la sugestión, es que me alimentara de pensamientos. El plan de choque consistiría en, además de meditar, hacer una dieta hipocalórica y practicar algún tipo de deporte para quemar esas escasas calorías que podrían proporcionar las recomendadas cavilaciones. O sea, el mismo régimen de un endocrino en uso, pero repitiendo el mantra correspondiente.
Debía elegir un deporte que reconfortara mi espíritu y, a la vez que me hiciera bajar esos dichosos kilos que incomodaban a todos y me transmitiera paz y sosiego. No quería hacer ni series ni rutinas ni correr, y así es como llegué a apuntarme en un club de ciclismo amateur.
Aunque el tema de montar en bicicleta lo llevaba justito, siempre me gustó seguir desde casa y, sesteando, el tour de Francia.
Hecho el avituallamiento pertinente, me informaron de que mis primeras rutas en grupo serían en plan principiante.
Poco a poco fui cogiendo gusto a las dos ruedas y a recorrer senderos de la sierra. Debo reconocer que fue duro acostumbrarme a eso del cambio de piñones y de plato, y a la dureza del sillín, que hacía las veces de un martirio chino en mi entrepierna. Pero mereció la pena. Me las ingenié para introducir la bicicleta en mi vida compaginando el deporte con mi rol de mamá, con el trabajo, con mi pareja, todo resultaba un engranaje perfecto y reconfortante.
La magia del ciclismo me invadió: velocidad, naturaleza y pérdida de calorías. En cada ruta se mezclaban las emociones sensoriales y el ejercicio, con las mariposas de colores y los olores de las flores salvajes.
Olores…
—¿A qué huele, Roberto?, ¿qué hay para comer? Me muero de hambre.
—Tortilla de patatas. Vente, que ya está la mesa puesta.
— Mmmm. Voy, voy, espera un poco que estoy llegando al final de la ruta. Por cierto, esta aplicación de ciclismo virtual es la caña, con esto del 3D, enteramente estaba en la sierra. He conocido a varias mujeres de todo el mundo que, como yo, son casi obesas y se resisten a la tiranía de esta sociedad de cuerpos tonificados, en forma y perfectos. Hasta hemos formado un grupo: Curvis pedaleras virtual´ bikes. Entre nosotras nos contamos, nos comprendemos y nos reímos, sobre todo. Me siento una campeona, por fin he conseguido pedalear mi primer cuarto de hora.
Esto promete. Amate, querete…
Finalista II CERTAMEN DE RELATOS CORTOS NILA FLORES CEBRIÁN (Asociación de Mujeres con Cáncer Bahía)
21/11/2022
El personaje y cómo se nos presenta, ya resulta interesante, su especial mirada por lo que otros opinan, se refleja perfectamente. Salteado de soluciones mágicas y otras terrenales, le aportas humor en varios momentos (eliges a la perfección los referentes "amate, querete". Siempres innovas.
ResponderEliminarLo mejor de lo mejor, ....jajaja el personaje te lleva durante todo el relato casi sin darte cuenta, estás sobre la bicicleta y sorpresa ....como casi todo hoy ...de pronto estás frente a un ordenador o similar.
ResponderEliminarBuenísimo
ResponderEliminarLo has vuelto a hacer... final imprevisible y, por supuesto, de los que te arranca una gran sonrisa.
ResponderEliminarMe gusta mucho el relato, de principio a fin.
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