ASESINO DE ILUSIONES (Texto incluido en el libro antología Palabras Mayores III (ACREM) (Texto publicado en el número 50 de la revista SPECULUM. Club de Letras de la UCA)
Salí de la consulta del traumatólogo con un diagnóstico claro, preciso y por escrito. Aún no entiendo cómo el facultativo llegó a esa conclusión, porque cuando me atendió no levantó, ni una sola vez, los ojos del teclado ni de la pantalla de su portátil. No nos cruzamos la mirada y ni siquiera me tocó la rodilla, que estaba dolorida e hinchada y que, a la postre, era el motivo fundamental de la visita. Solo escribía y escribía en su ordenador. Me hacía preguntas y volvía a escribir, era como una especie de psicólogo de huesos.
Cuando, cojeando y abrumada, salí a la calle, eché un vistazo al informe médico y pensé: seis años de carrera, dos para aprobar el examen MIR, otros cuatro para sacar la especialidad y el muy, muy, mira cómo me retrata: mujer de avanzada edad, bebedora, fumadora, obesa y menopaúsica. Solo le faltó decir que me gustaba estirar la madrugada o que pertenecía al círculo más cercano a Joaquín Sabina. Pero bueno, galeno, ¿me quieres hundir en la miseria? ¿Eres el anticristo? Y ese interés desorbitado por mis costumbres y hábitos para llegar a un escueto diagnóstico: luxación, tratamiento: inmovilización. Ahora tenía dos problemas, uno físico: dolor de rodilla, y otro psicológico: el trauma por ser población de riesgo al cubo. ¿Me dirijo a casa a atiborrarme de copas o me voy directamente a Bélgica para la eutanasia?
Como lo invisible también nos mueve, opté por coger un autobús de línea con mi cabeza volando a su antojo. Nada más entrar, la adolescente más educada del planeta me cedió su asiento. ¿Tan mayor parezco? Hoy no es mi día, pensé, pero así y todo me senté y, con los ojos entreabiertos, me puse a cavilar sobre la horrible vida que llevaba, sobre mis tragedias cotidianas y sobre mi autodiagnosticada depresión.
Debía reflotar y desarrollar mi resiliencia. Según todos los indicios, por mi cabeza hueca y por mis antecedentes vitales, me quedaba poco tiempo de vida, o de vida sana, según se mire, y opté por aprovechar el tiempo de prórroga que me quedaba. En los asientos de movilidad reducida del autobús iba sentado un perfecto desconocido. Él fue el elegido, por ser el único contemporáneo que tenía a mano. No es que fuera especialmente atractivo, pero era consciente de que había que bajar el listón. Con todo el arrojo que da la desesperación me acerqué a él, arriesgándome con la cojera a pegarme un buen batacazo, y logré que entabláramos una conversación dicharachera y ocurrente. Resultado: me llevó a su casa. Después de tener una relación seudoamorosa, peor imposible, con palabrería y riojas, y aprovechando que dormía, se las apañó para revisar mi móvil y obtener las contraseñas del banco. Cuando comprobó que todas eran: 1234, debí darle hasta pena y ya no digo cuando constató que entre todas las cuentas había un saldo total de doscientos cincuenta euros, como el del hijo del duque de Feria, pero de verdad. Así y todo, el muy degenerado me dejó las finanzas más secas que mi corazón. ¡Y pensar que todo esto ha sido provocado por un dolor de rodillas…!
Telefoneé al traumatólogo, asesino de ilusiones, le dije que completara mi ficha y que apuntara también en mi historial: coja, tonta y pobre.
10/05/2022
Texto publicado para el número 50 de la revista SPECULUM. Club de Letras de la UCA
14/01/2023
Texto incluido en el libro antología PALABRAS MAYORES III (ACREM)
09/12/2022
La protagonista logra reirse de sí misma, buscando salidas airosas. Impera el humor de saber su realidad.
ResponderEliminarMejor, imposible!!!
ResponderEliminarMagnífico baño de realidad, dentro del agridulce humor negro, con el que seguro nos identificamos muchos de la generación «baby boomer», aunque sea a regañadientes...
ResponderEliminarOtra vez nos pones los pies en la tierra. Muy bueno.
ResponderEliminarCon sentido del humor y cierta acritud con chispa, me gusta.
ResponderEliminarMe ha encantado! Qué bien sabes sacar unas risas de la cruda realidad...genial!
ResponderEliminarMuy bueno y ocurrente.
ResponderEliminarEs genial, real y divertido 👏👏
ResponderEliminarComo siempre, ¡divertido y genial!
ResponderEliminarEn tu línea de escritora inteligente y sutilmente divertida. El relato genial!!!
ResponderEliminarEres tremenda, ni la historia más triste que escribes la puedo leer sin una sonrisa en los labios.
ResponderEliminarMe gusta mucho la ironía con la que escribes. Està muy bien el relato.
Me encanta como escribes y la forma de contarlo, es tu sello.
ResponderEliminarUn aplauso, compañera. Eres genial.
ResponderEliminarRayos y truenos estás hablando de mi
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