Ring, ring… Digaaaa, ¿quién es? ¿Marisol, qué Marisol?, ¿Acuriola? Ah sí, claro. Puesss, creo que estoy bien o casi bien o mal o yo que sé. ¡Tierra trágame! Gracias por llamar, qué amable eres. “Qué horror”, pensé nada más colgar. Escribí un whatsapp a Marisa para confirmar el estropicio. Ella con su gracejo y socarronería característicos me corroboró lo acontecido… la lié. Recuerdo vagamente que en clase de creación literaria organizamos una lluvia de ideas y, entre risas y chascarrillos, fuimos exponiendo y salpimentando nuestra propuesta de cómo acabar este curso tan especial. Recuerdo vagamente que Eugenio propuso una lectura musicada de Memorias de Adriano y que Regla prefirió hacer un esquema del árbol genealógico de “Cien años de soledad”. ¡Ay, qué dolor de cabeza! Paula, con ese toque de humor cercano y danzarín, pide prestado un ibuprofeno del hospital y ven en mi ayuda. De verdad que me muero… ¿Será efecto de la vacuna que me inocularon hace un mes? Si, algún día,