Nos han mandado en la escuela taller que hagamos una pared de ladrillo que llegue hasta el cielo. Era el primer día de clase pero el azar quiso que perdiera el autobús y llegara tarde. Sin llamar la atención entré en el aula en el justo instante en el que planteaban el reto. En principio me quedé patidifuso con la propuesta, me imaginaba un muro en plan muralla china pero casi infinito y en vertical. Según nos contaban los monitores, nos facilitarían todos los materiales que fueran necesarios. Lo tuve claro: un
ladrillo, otro ladrillo y otro… Los demás compañeros pararon casi a los dos metros de muro, pero yo seguí y seguí. De lejos los divisaba y oía como en susurros: para, para y no sé qué de cielorraso, seguí y seguí, hasta que me encontré con un señor barbudo y como de otra época. Se presentó como Pedro y me dijo: “pero criatura qué haces aquí, esto es el cielo y es imposible llegar si no te mueres” a lo que respondí: “Pues quizás estoy aquí porque yo no sabía que era imposible”.
Yayo Gómez
05/10/2020
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