OJALÁ (Club de Letras de la UCA 16/04/20)/ (Texto seleccionado para Antología impresa. Fundación Amares .Chile 31/07/20)
Esta mañana me he casado con mi vecino. El juez de servicios
mínimos nos dio a elegir entre ZOOM, Skipe o Whatsapp, y como teníamos cuarenta
invitados, pues preferimos ZOOM en versión gratuita, con cuarenta minutos máximo
de reunión entre ceremonia on line y ciberbanquete. Puede parecer excéntrico,
pero tiene su explicación.
Yo me crié en las Salesianas, así es que hasta los 14 años
fui devota de la Virgen María Auxiliadora y todo lo que le pedía me lo
concedía. Yo le decía: “Virgencita, virgencita, ojalá apruebe”, estudiaba y
aprobaba, así de fácil. Es que no fallaba el milagro. En el Bachillerato me cambié
de colegio y de virgen, porque estando en el IES Rosario, es normal, que
hiciera mis súplicas a la Virgen del Rosario, que para más señas es patrona de
la ciudad donde vivo. En la facultad me volví a cambiar de virgen porque
estudié en Sevilla, así que me hice ferviente seguidora de la Virgen Macarena,
castiza donde las haya. Mis vírgenes siempre me han ayudado. En las oposiciones
y, después de estudiar casi todo el temario, solo hizo falta decir:
“Virgencita, virgencita, ojalá apruebe”, y hecho: funcionaria del Estado para
toda la vida. Después dejé el tema mariano y me hice atea, hasta hace dos
meses.
Vivo en un décimo piso de un bloque de clase media y tengo un
vecino con el que coincido en la pared medianera y en el ascensor. Él es de esas personas de las que,
inmediatamente, te enamoras. Tiene una cara bonita, mandíbula fuerte, pómulos
altos y nariz elegante. Me gusta todo de él excepto el tufo que va dejando a
esa esencia de no sé qué perfume, que popularizó un banquero corrupto de la
transición. A lo que iba, idealicé a mi vecino. Daba las gracias al destino por
haber comprado un piso situado en la décima planta porque así, si coincidíamos,
duraba más mi escalada, en el sentido literal y en el hormonal. Debo reconocer que él apenas se fijó en mí,
con un saludo protocolario solucionaba el tema. ¿Qué hacer para que todos los
días me mirara fijamente? ¿Qué hacer para que se enamorara perdidamente de mí? Pues
no me cabía otra que lo de “Virgencita, virgencita, ojalá…”, pero a qué virgen,
si ya tenía el papel del obispado declarándome apóstata. Entonces se me ocurrió
la idea: buscar una virgen que estuviera desocupada y que perdonara mi crisis religiosa.

La virgen estaría desocupada porque dicho y hecho. Inexplicablemente,
hace un mes, nos confinaron en nuestros domicilios y solo salimos a las 8 de la
tarde a aplaudir a los sanitarios. Pues desde el primer día mi vecino me miró y
surgió, increíblemente, entre nosotros una química desbordante. Al mismo ritmo
que avanzaban las semanas, nosotros, enraizábamos nuestra relación, hasta hoy
que, por fin, nos hemos casado. Después del banquete de novios, cada uno
haremos el viaje de luna de miel desde nuestro respectivo sofá. De momento
nuestra convivencia la dejamos sine diem.
Debo reconocer que, junto con el chino que se comió el
murciélago vivo, yo también soy culpable de esta pandemia. Virgencita,
virgencita, creo que, esta vez, se te ha ido de las manos.
Muy, muy simpático!! Ya se sabe: « a Dios rogando...» parece que lo de las Vírgenes funciona igual. Jaja.
ResponderEliminarSin duda ninguna el texto tiene todos los ingredientes necesarios para atraparte en su lectura, además del ingenio que derrocha en cada párrafo, en cada idea…El desenlace no nos deja impasibles con la reflexión y lo “milagroso” que desborda límites. Además esa nitidez con la que enlazas la realidad actual en la historia de su protagonista.
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