La vida me convirtió en una persona
obesa. Me ha costado reconocerlo. Ese pensamiento ocupaba mi mente, cuando
Jose, mi pareja, con un tono cargado de cariño y optimismo, dijo: “Cielo, creo
que deberías bajar un poco de peso”. Me sentó fatal porque ya me veía en el
espejo, pero creo, sinceramente, que ese comentario fue el detonante.
Unanimidad en mi entorno. Todos de acuerdo en algo. ¡Milagro!
Mi relación con la grasa siempre ha sido
de amor-odio. Por un lado me encantan los fritos, y por el otro, me resisto a
acumular tejido adiposo sobrante y me deprimo. Deseaba desconectar de la rutina, de la tensión diaria
y del estrés de estos difíciles momentos. Deseaba conectar con mi lado más
genuino, ese que solo despierta cuando entramos en contacto directo con la
naturaleza. Deseaba adelgazar. Deseaba realizarme y ser feliz.
El plan de choque consistiría en hacer
una dieta hipocalórica y en apuntarme a un club de ciclismo amateur. Aunque el
tema de montar en bicicleta lo llevaba justito, siempre me gustó seguir desde
casa y, sesteando, el tour de Francia. Así es que, hecho el avituallamiento
pertinente, me informaron de que mis primeras rutas en grupo serían en plan
principiante.
Poco a poco fui cogiendo gusto a las dos
ruedas y a recorrer senderos de la sierra, a perder la vista entre montañas y
barrancos y a atravesar pueblos pequeños y desperdigados. Debo reconocer que
fue duro acostumbrarme a eso del cambio de piñones y de plato y a la dureza del
sillín, que hacía las veces de un martirio chino en mi entrepierna. También tuve que sobreponerme a los dolores
musculares y a los picos de agotamiento físicos. Pero mereció la pena. La magia del
ciclismo me invadió: velocidad, naturaleza y pérdida de calorías. En cada ruta
se mezclaban las emociones sensoriales y el ejercicio, con las mariposas de
colores y los olores de las flores salvajes. Olores…
—¿A qué huele, Jose?, ¿qué hay para
comer? Me muero de hambre.
—Carrillada ibérica con patatas fritas.
Vente, que ya está la mesa puesta.
—Mmmm. Voy, voy, falta solo un minuto
para que suene la alarma de la bicicleta estática. Por fin, he conseguido
pedalear mi primer cuarto de hora.
Prometo que cuando acabe este
duro y extremo confinamiento por coronavirus, impuesto en nuestras casas, barajaré la idea de
apuntarme a un club de ciclismo.
17/03/2020
Atrapa desde ese comienzo ingenioso de cercanía del personaje, ironía e identificable para cualquiera. La certeza de sus palabras y las emociones cambiantes también nos ayudan a seguirle, desenfado y humor. Perfectos ingredientes.
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