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Mostrando entradas de noviembre, 2019

53. Palma

Gracias, murmuro, mientras observo a mis hijas parlotear tras la ventana. Gracias, porque entre ellas y entre risas, hablan con total desenfado varios idiomas, como si de un juego se tratara. Gracias, porque una es muy morena y ojos negros, como el padre, y   otra castaña clara, con pecas y ojos marrones, como yo. Gracias. Creo que empezaré por el principio. Soy sevillana y médica de familia. Lo tuve claro desde pequeña; mi vocación era y es curar a la gente, pero en consulta primaria. El proceso es simple y a la vez complejo: el enfermo acude al centro de salud, explica qué le sucede: sus angustias, sus síntomas. El médico escucha, explora, diagnostica, tranquiliza, habla y,   si procede, le receta algún medicamento. Cuando, después del examen MIR y, debido a mi elevada puntuación, podía escoger entre un abanico amplio de especialidades y yo me decidí por   “Medicina familiar y comunitaria”, el aplauso del resto de los convocados fue unánime, porque dejaba libres especiali

47. A propósito de un náufrago

Maestro Gabo, sé que desde que escribió “Cien años de soledad”, el universo entero se rindió a sus pies, los que la habían leído, porque le admiraban y los que no, porque les sonaba su valía. También sé que cuando llevó su obra maestra a la editorial   Seix Barral, no la publicaron porque decían que no servía, que no iba a tener éxito. Por cierto, me pregunto: ¿Echarían a patadas a quien dio esa desalentadora respuesta, verdad? ¿No se llamaría Carlos Barral? Simultaneando con los Buendía escribió, “Relato de un náufrago”, en clave periodística que, según los entendidos, es un libro ameno y fácil de leer. Y que me da pie para plantearme la siguiente pregunta existencial: ¿Qué haría yo si me quedase sola, como náufraga, en una balsa a la deriva y sin comer ni beber ? Después de mucho cavilar, creo que, aprovechando la soledad y lo s tediosos días , emplearía la mente y me concentraría en encontrar una estrategia útil y eficaz que consiga formar un gobierno estable en mi país.

Café de Levante (Primer premio de la V edición del Concurso de Relato Corto "Historias del Café" convocado por el Café de Levante. Cádiz)

Concurso Café de Levante RELATO INICIAL: Eduardo Mendicutti. Los autógrafos.   En cuanto entré por primera vez en el Café de Levante, me acordé de aquel otro, en El Puerto, al que mis padres me llevaban mucho cuando yo era chico. Se llamaba El Americano y tenía fotos de artistas de las que mi madre decía que eran todas unas ye-yé. - Yo no sé qué hace aquí, entre tanta ye-yé, esa monería de Marisol - decía mi madre. Yo me moría de ganas de tener un autógrafo de Marisol y me pasaba el día canturreando las canciones de mi artista favorita. Un día sorprendí a mi madre diciéndole a mi padre que estaba preocupadísima por lo mío, con tanta Marisol. Por eso casi enloquecí de sorpresa y de felicidad cuando mi padre, al volver de uno de sus viajes a Madrid, me trajo una foto de Marisol con un autógrafo muy cariñoso: “Para Noli, de su artista favorita. Marisol”. La que casi muere de envidia fue mi hermana Berta, dos años menor que yo y, desde chica, una obsesa del fútbol

50. La caseta

—Cuando acabes la dejas fuera —dijo mi madre con voz rotunda. —No creo que sea justo, mamá. Estamos usurpando su espacio. —Calla, dale el paseo y, lo dicho, déjala fuera, que después se concentra el olor. Cada noche igual. Desde que nos desahuciaron, toda la familia duerme en la caseta que construimos para Maggy, nuestra perrita. 30/11/2019