¿No era bonito el amor al principio? (Finalista II Certamen de poesía y relato en la categoría de relato de GrupoBuho.com)
Casualidades
de la vida, y por orden de relevancia, hoy a mi novio le quitan la
escayola, se celebra la festividad de San Juan Bosco y hace un mes que terminé la hipoteca de mi casa. Como de la congregación salesiana y de los tipos de interés parece que está casi todo escrito, me referiré a Carlos, mi novio.
escayola, se celebra la festividad de San Juan Bosco y hace un mes que terminé la hipoteca de mi casa. Como de la congregación salesiana y de los tipos de interés parece que está casi todo escrito, me referiré a Carlos, mi novio.
En
esta sala de espera del hospital, por cierto, de lo más inhóspita, le miro
cómo, sin levantar cabeza, devora El País y
por si la espera fuese larga, también se ha traído dos volúmenes del Ulises de Joyce. Me da una sana envidia
porque es como un hombre-enciclopedia y porque no usa lentes, mientras que yo
me pierdo con el conflicto palestino y, encima, necesito gafas de lejos, de
cerca y, si me apuras, hasta de sol. Como esto es un aburrimiento y en espera
de oír: Carlos Sánchez (ahora ya sé el apellido), me pongo a recordar cómo
hemos llegado hasta aquí.
Parece
que fue ayer. Aún recuerdo su cara y
rodilla, ambas dos, coloradas, una
por la excitación y la otra por la contusión. Accidente corta punto y
anticlímax.
Cuando
le llevé a urgencias y preguntaron qué había pasado, me dio hasta corte
contestar:
—Mire estábamos en su
coche cuando se dio un golpe.
Por la
cara que puso la enfermera, creo que estaría pensando: “qué enrollaos, con la
edad que tienen”. Pero fue mucho peor cuando me preguntó cómo se apellidaba el
enfermo; ahora el corte fue doble, yo sólo sabía el nombre. Le indiqué
educadamente que se lo preguntara a él, que no había perdido el conocimiento y
le haría ilusión.
Desde
aquella fatídica noche no intentamos mantener relaciones en el coche. Es en
condiciones normales, de presión y temperatura, y nos cuesta trabajo. Un metro noventa de
hombre con una pierna escayolada es imposible que se adapte a una cama tamaño
estándar. Noté, el día que nos conocimos, que tenía poca flexibilidad, pero no
creía que fuera tan escasa.
Me da
rabia no haberme enamorado según mandan los cánones, activando el proceso
físico-psíquico, con nervios, euforia y ceguera temporal, pero es que el
aspecto sexual en una pareja es esencial y él se coloca tieso, como un gato
asustado, encima de la cama, me mira entreabriendo sus ojos y dice: anda, vamos
a hacer cositas…
Pues como no te escriba
“I love you” sobre el yeso, poco más se me ocurre, –pienso yo-, y no porque le
haya afectado a sus partes, sino por el aspecto antimorbo que se le ha quedado.
Si se pone el pijama, malo, y, si se lo quita, peor. Si se pone abajo, me raspa
toda la pierna, y después hay que explicar de dónde han salido las heridas;
pero si se pone arriba, ya lo que peligra es mi existencia.
A pesar de todo, le pone
mucho empeño y siempre está diciendo:
—¿Te lo has pasado bien?
—Sí, no veas el gusto
que me ha dado —le respondo, por cumplir.
—Pues esto no es nada
para lo que te espera cuando me quiten la escayola —sigue diciendo él.
Tiemblo al pensar lo que me puede deparar el futuro. Por lo demás, Carlos es una persona culta y de costumbres refinadas. Según cuenta, le gustan las películas de estreno y las cenas en restaurantes donde no haya que buscar la carne debajo del perejil. Pero, no hemos podido salir de su casa debido a que con una silla de ruedas es casi imposible desplazarse por la ciudad.
Tiemblo al pensar lo que me puede deparar el futuro. Por lo demás, Carlos es una persona culta y de costumbres refinadas. Según cuenta, le gustan las películas de estreno y las cenas en restaurantes donde no haya que buscar la carne debajo del perejil. Pero, no hemos podido salir de su casa debido a que con una silla de ruedas es casi imposible desplazarse por la ciudad.
Después
de casi una hora de espera, sale la enfermera y solicita que entremos en la
sala de yesos. Dejo de pensar en el pasado y me dispongo a vivir el presente
riguroso con un hombre “normal”.
Mi
asombro no tenía límites cuando comprobé que el metro y veinte de pierna
inflada, blanca y tiesa se había convertido en algo parecido a una carretera de
palillos de dientes con la misma longitud.
Ahora
nos toca muletas y rehabilitación. Él está contento, sigue de baja, podrá leer
el periódico diariamente y los domingos incluso el dominical, y yo, por mi
parte, también me alegro, porque al menos no me raspará las piernas y se me
quitarán los moratones.
De
camino hacia su casa, porque, aunque somos novios, aquí cada cual tiene su
piso, sus hijos y sus cuentas, yo le miraba de reojo, pretendía armarme de
valor y decirle:
—Mira Carlos, creo que a
nuestra relación le falta chispa, salero, gracia. Deja de una vez de leer y
dime algo cariñoso, que llevo toda la mañana ejerciendo de una mezcla entre
auxiliar de clínica y amante esposa.
De
repente, levantó su mirada. Parecía que adivinaba mis pensamientos, me puse
hasta nerviosa, pensando que diría algo así como “eres mi amor, mi cómplice y todo”, pero con un tono mezcla de
asombro y admiración, comentó:
—Sabes, por primera vez
en la historia de España, una mujer es la vicepresidenta primera del gobierno.
Dudé
entre romperle la otra pierna o quemarme a lo bonzo. El taxista, por vía
telepática, me recomendó con mucho acierto que contara hasta diez y que tomara
la decisión cuando llegáramos al destino, porque todavía estaba pagando las
letras del taxi y el seguro no cubría los ataques de histeria.
Finalista II Certamen de poesía y relato en la categoría de relato de GrupoBuho.com (2005)
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