Menos mal que esta semana me
libro de redactar el relato. Es que me vuelvo paranoica, todo el día
elucubrando ideas para armar una historia “creíble”, que si no, no vale. Pues
ya digo, que no, que esta semana voy de hospital, jo… yuyu, hospital, bulto,
quirófano, tumor y vía crucis. Encima los voy numerando y éste relato, es el
número 13, yuyu…
Sí, voy de hospital, bulto pero
no tumor, que no es lo mismo. Lo dice una que sabe de bultos,… no sigo por ahí
que parece que me estoy yendo por el aspecto sexual y nada que ver.
Allí está el pobre mío, dormido, sedado y con
la barriga abierta, qué putada, pobre mío, si ya de la otra operación sólo le
dejaron 30 cm. de intestino grueso, que decía él con tó el arte que tenía lo justo por si alguna vez quería salir del
armario, ¿hoy qué le hacen? Pues el cirujano lo dijo bien clarito, meterle esa
hernia.
Putada! Yo aquí escribiendo y en
la puerta del quirófano no tengo Google, cómo se escribirá la jodida palabra
hernia, con h o sin h, no soy nada sin internet… Si al menos fuera extremeña que dicen “jacha,
jigo y jigüera” y ya saben dónde va la hache… Pero yo soy de Olvera, y allí de
pronunciación de s y de h, poco, poco o nada; pero es lo que hay
y yo me siento orgullosa de hablar un andaluz serrano.
Coño! Y por qué no me avisan de
cómo va la operación, ya sé que es poca cosa, una protuberancia, tripa salida o
hernia-ernia, pero deberían poner como en los paneles de los aeropuertos: el
paciente del quirófano 1 va delayed y
el del 2 va on
time.
¡Ay Dios mío!, que ya tarda. Eran
dos horas, dijo el médico, y ya van dos horas y pico. Espero que no estén
hablando de sus cosas, que una amiga es enfermera de quirófano y dice que
hablan de todo y hasta ligan, ¡Dios mío!, y mi novio con la barriga abierta…
¡Dios mío!…
Qué no, qué no, que no puedo
decir Dios mío. Qué faena esto de ser atea y coherente, porque viene bien para
estos casos decir “si Dios quiere” o expresiones clericales similares, pero yo
¿qué digo? “si el karma quiere”, “si la energía positiva nos acompaña”… Habrá
que inventar nuevas expresiones para estos casos de ateos en circunstancias
extremas.
—¿Familiares de Antonio Pérez?
¿Jara? ¿Jara?
Yo
no me llamo Jara, pero sí que soy familiar de Antonio Pérez, y como estoy tan
nerviosa igual me he equivocado al darle mi dato.
El doctor sale de quirófano
sonriendo, ¡bien! ¡bien! Eso es buena señal, ¡qué bien!, ¿qué me dirá?,
namasté, namasté. Y, con mucha profesionalidad, me dice: Bueno Jara, todo ha
ido según lo previsto, su pareja está de maravilla y tardará un ratito en
despertar. Por cierto, tiene un bonito nombre.
A lo que yo respondo: ¿A que jí?
21/11/18
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