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25.Mamá perfecta

    —Buenos días Srta. Montes, ¿café, té?
    —Gracias Lorena, pero he parado en un Starbucks, para no perder ni un segundo porque creo que hoy el día está movidito, ¿no?
    —Hay un poco de todo:
Hora

Asunto
9:00
Reunión Isaías Sánchez
Comunicación despido y firma del finiquito
10:00
Tomar pastilla hormonas

12:00
Reunión jefes personal área América del Sur, vía temática
Estrategia a seguir para ampliación de mercado
18:00
Carlos Ortiz, médico estético
Inyectar policaprolactona en pómulos
19:00
Tomar pastilla hormonas

20:00
Body box
Gimnasio
21:00
Encargar on line nuevo vestuario primavera
Contactar con Constan Hernández de Hoss Intropia
22:00
Cena con director RRHH de Atos
Posible fichaje estrella. Hacerle contraoferta
    —Bueno, tampoco parece muy intensa, gracias Lorena.
    —Srta. Montes, recuerde que mañana su agenda sólo contempla su cita médica.
    —Es verdad, ya se me había olvidado. Eres un cielo. No me pases llamadas. 
Mi nombre es Yolanda Montes y soy directora de Recursos Humanos de la multinacional Indra, es un trabajo arduo que absorbe todo mi tiempo, requiere mucha dedicación Es difícil lidiar con ejecutivos a los que mi empresa quiere captar, pero también es ingrato despedir a gente que depende de este empleo para sobrevivir.
    Desde que me levanto hasta bien entrada la madrugada estoy desempeñando las funciones encomendadas por mi empresa, es por ello que no me queda tiempo para el amor, ni mucho menos para conocer y entablar una relación de pareja estable.
    Como ya tengo 43 años, pienso que es el momento límite para ser madre y es por ello que me estoy sometiendo a un tratamiento hormonal que, con una fecundación in vitro, culminará mi sueño. Así que mi verdadera pareja, mi otro yo, será mi hijo. Siempre estaremos juntos.
    Tras semanas de intenso tratamiento hormonal, y con una microinyección de espermatozoides, ¡Estoy embarazada! Mi madre dice que ha sido un dispendio lo que me he gastado en este tratamiento, que ya que soy directora de RRHH podría haber seleccionado el ejemplar ideal y, sin que él lo supiera, haberme quedado embarazada, ella no entiende mi filosofía vital. Yo no quiero que mi hijo tenga padre, me basto yo sola para todo, sólo quiero ser yo su madre y dedicarme a él, hablarle, enseñarle, quererle. Siempre él y yo.
    Sigo mi actividad laboral normal, ya tengo barriguita, y en vez de body box, hago yoga y pranayamas. Mi futuro bebesito y yo nos entendemos a la perfección, siempre estamos en continuo diálogo:
    —Hola bichito, ¿qué tal has dormido? ¿te gustó la película versión original que te puse ayer?
    —Yes, mum -como se nota que los genes son de pago, aún no ha nacido y ya domina el inglés-, pensé yo.
    —Cuando nazcas no vayas a hablar todo en inglés, con la abuela, al menos, habla en español.
    —Ha, ha, ha
    —Míralo, ya se está riendo en inglés… bichito sé bueno y escucha esta sonata en Do mayor, para que vayas entrando en el tema musical. Si te portas bien, después te llevo a ver una iglesia románica.
    Cuando me dieron el alta, me sentí la mujer más feliz del mundo. Mi bichito y yo por fin juntos para siempre. Seríamos una sólida e inquebrantable pareja. Faltaba ponerle nombre. Mi madre dijo que, por favor, no fuera muy raro para que ella lo pudiera recordar, así es que le llamamos Leo, aunque ella sigue insistiendo en que es nombre de signo zodiacal. Leo y yo, ¡por fin!
    La lactancia era a demanda, las tomas no tenían horario; que Leo quería comer, pues avisaba llorando y yo tiraba de teta; que a la hora otra vez demandaba, pues otra vez seguía el mismo protocolo. Eso de dar el pecho cada tres o cuatro horas, pasó a la historia. Yo no hacía otra cosa en el día que amamantarle, bañarle, dormirle y vuelta a empezar. Esto sí que era una agenda y no lo de antes. Sólo tenía la ayuda de mi madre que venía de vez en cuando, porque yo le había insistido que el niño era sólo para mí, él y yo solos podríamos con todas las adversidades exteriores. Tampoco tenía amigos, no tenía tiempo ni me hacían falta. Me bastaba yo sola. Total, criar a un hijo no era tanto.
    Pasados dos meses:
    —Leo, hijo, ¿otra vez a comer?, Espera un poco a que me duche por lo menos, que me paso el día con un camisón que huele a mezcla de leche cortada y flema amarillenta.
    —Bua, bua…
    —¿Pero por qué lloras ahora? Ya no te pienso dar más el pecho porque te pones a jugar con el pezón y no tragas nada.
Siempre tú y yo, ¿en qué estaría yo pensando? Ya ni siquiera nos comunicamos, tú siempre estás con tu bua, bua. Mira te lo voy a decir en inglés: wah-wah… qué aburrimiento, ¿sólo tú y yo?...
Pasados tres meses:
    —Leo, tengo que confesarte una cosa: esta indestructible pareja nuestra se me hace cada vez más pesada. Estoy quemada, cansada y agobiada. Me sobrepasaba todo esto. Antes era una persona atractiva, dinámica, importante, valorada, que tomaba decisiones, me cuidaba y vestía a la última. Pero ahora, ya no dialogamos y mira qué pintas tengo…
    —bua, bua…     
    —Ah ¿sí?… pues yo también lloro: bua, bua, bua…
     —Mamá, mamá, ¿Por qué lloras? - dijo mi hijo Angelito, mirándome con cara de preocupación. Levántate, que no has oído el despertador y te has quedado  dormida, ¡Corre,  que vamos a llegar tarde al colegio! Dijiste también que te recordáramos que a las 10:00 h. tenías que sellar el paro.
    Pegué un respingo de la cama y me dirigí descalza a la cocina para empezar a poner los desayunos. En el fondo hasta me alegré de que todo fuera un sueño, porque aunque no soy ejecutiva, es más, que lo que estoy es cobrando el desempleo, mis hijos ya están medio criados, tengo muchos amigos, a mi madre la veo a diario y  mi pareja es un padre maravilloso.
26/02/2019

Comentarios

  1. El personaje se me hace amable a pesar de ser tan autosuficiente porque se define con pasmosa sinceridad. El desenlace hace pensar y, por supuesto, reconforta.

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