La nochebuena llegó puntual como un lord inglés. Recuerdo como hace ya algunos años fuimos toda la familia a comprar el nacimiento: sus figuritas, su estrella, sus reyes. El milagro divino llegó a nosotros con humildad, verde musgo, brillo trucado, villancicos enlatados y luces intermitentes.
A los pocos días el pesebre, con mirada desafiante, impuso su presencia, se erigió victorioso en el centro del salón, invadió nuestra calma, nuestra rutina, el colocarnos cada uno en su lado del sofá, el callar durante horas. El ambiente se enrareció y a la par falleció la abuela. Dijimos, medio en broma, es ley de vida: unos vienen y otros van. Claro que en navidades posteriores fueron pasando a mejor vida el peque, la niña y mi adorado esposo. Hoy, cuando terminé de poner la mula, el buey y el papel albal del río, solo quedaba yo para montarlo y las fotos de los que faltaban. Portalito, mañana te desarmo y me compro un abeto.
18/12/2022
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