Unos buñuelos de viento rellenos de chocolate y un café con Baileys, por favor, le dije al camarero con un sentido de culpabilidad en grado supino. Y es que cuando me encuentro decaída, mi cuerpo me pide azúcar. Bueno, seré precisa, también me pide: sexo, viajes y gin tonics, pero parece que lo más asequible es atiborrarme de manteca de cacao.
Perdone señora, no soy el camarero, soy Ángel, el dietista, tiene usted cita para las cinco menos cuarto y está en mi consulta. Creo que se ha quedado algo traspuesta.
31/10/2022
Original, creativo, bien contado.
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