Entonces seré yo quien necesite un amigo imaginario porque, la verdad, ya no sé qué pensar. Tienes el corazón frío y la mirada cortante. El destino nos ha unido de una manera hasta cruel. Somos eternamente inseparables. Algún atardecer intento darte algo de cháchara y te comento que “está empezando a refrescar” pero tú mantienes tu sonrisa sempiterna. Cuando te digo que mi artrosis va empeorando, es como si no me escucharas. Claro, que seamos de mármol y llevemos treinta años en esta fuente, con el agua cayéndonos encima, no ayuda mucho a nuestra comunicación.
16/05/2022
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