Nunca me gustaron los insectos. No es miedo, es repulsión, es asco, es fobia, quizás no llegue a trastorno psicológico, pero se acerca bastante; así pues, si me das a elegir, al igual que Rosalía en la entrega de los Goya 2019, versionando a los Chunguitos: “Me quedo contigo”. Me quedo contigo, Kafka, aprovecho la oportunidad literaria que me brindas, y en mi metamorfosis particular “elijo ser hombre”. Después de cuarenta años siendo mujer, sé lo que me digo. Quiero ser hombre de la cabeza a los pies.
Abrí los ojos pasadas las siete de la mañana, me esperaba un día arduo de trabajo. Salí de casa, deprisa, dejando a mi mujer y a mis hijos en plena vorágine de desayunos y preparativos matutinos.
—Buenos días señor Montes, ¿café, té?
—Gracias, Lorena, pero he parado en un Starbucks y me he tomado un café acartonado para no perder ni un segundo, porque creo que hoy el día está movidito. No olvides reservar cena en nuestro restaurante de moda.
Mi nombre es Javier Montes y soy director de Recursos Humanos de una renombrada multinacional. Es un trabajo duro que requiere mucha dedicación. Conlleva una enorme dificultad lidiar con ejecutivos a los que mi empresa quiere captar. Desde que me levanto hasta bien entrada la madrugada, estoy desempeñando las funciones encomendadas. Mi pareja se llama Macarena Ortiz, es enfermera, con turnos rotativos y una verdadera malabarista familiar, ella es la que organiza la casa, colegios, médicos, tutorías y todo lo relacionado con nuestro hogar.
Después de un intenso día de llamadas y decisiones, debo darme prisa, otra vez toca cena de trabajo. En esta ocasión se ha alargado más de la cuenta pero he conseguido mis objetivos, quizás me he sobrepasado en copas, por lo que dejo el coche en un parking y me voy andando tranquilamente a casa. La noche es traicionera, observo a algunos tipos sospechosos, pero nada que temer. Debo darme prisa que ya son las tres de la mañana. Llegué a casa, besé a mi mujer y a mis hijos, que estaban plácidamente durmiendo. Me sentía realizado laboralmente y afortunado en lo personal, tenía una familia estructurada y feliz, me consideraba buen padre y venía de obtener un plus mensual nada desdeñable.
Cuando a la hora convenida sonó el despertador, di un respingo y salté de la cama. Me encontraba mal, la regla estaba al caer, sentía como una especie de dolor en el vientre bajo y cierto malestar en las piernas. Como pude, me dirigí descalza a la cocina para empezar, con premura y sin dilación, a preparar los desayunos y llevar a los niños al aula matinal, que hoy tenía turno de mañana en el hospital. Todo era un revoltijo de nervios y sensaciones. Kafka, dime tú, qué tienes previsto para hoy: ¿Seré Javier o Macarena?
27/04/2022
Introduces en ese tono personal que nos cuenta y nos muestra, le das ese aire joven actual. Evidente ese reparto desigual. Creativo y sugerente.
ResponderEliminar