—Buenos días, soy Serafín. —¡Hola, Serafín! Qué inconfundible es ese nombre tuyo, aunque ya casi me resulta familiar. Nunca imaginé que una cita a ciegas pudiera ser tan placentera, y además, ¡me llamas por la mañana! ¡Qué ilusión! ¿También te gustó? Aunque aún no te conozco muy bien, ayer, por lo menos, estuviste muy muy gracioso, generoso, fogoso, lujurioso, ardoroso. La verdad es que tuvimos momentos muy… luminosos. Vamos, que “Me quedo contigo”, como bien cantaban los Chichos y Rosalía en su magnífica versión. Eres sensual como una bachata. Si esto sigue adelante, me encantaría que escogiéramos una canción para que fuera nuestro estandarte, nuestro nexo de unión, nuestro punto de encuentro. Y, por supuesto, para bailarla, entrelazando nuestros cuerpos, en cada aniversario. ¿Qué te parece la idea? ¿Prefieres algo ochentero, tipo cantautor reivindicativo, como “Te recuerdo Amanda”, o más romántico, como “Lucía”, o incluso roquero como “Angie”? Por cierto, yo me llamo Lola, no sé si
Título acertado. Coherente, claro, una perfecta declaración de intenciones. El desenlace hace que surja ese desencanto o realidad.
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