No podía dejar de llorar cuando me dejaste por mi mejor amiga. Sentí como si me hubieran clavado una estaca en el corazón. Mi vida se transformó en un drama que haría temblar a Shakespeare. Te bloqueé en Facebook, Twitter, Instagram, Whatsapp y, por supuesto, te borré de mi agenda de teléfono.
Me deprimí, perdí el apetito y me dolía desde la cabeza a los callos, pasando por el maltrecho hígado cervecero. Mi vida transcurría entre la rabia y los reproches. Pasaba noches enteras en vela, recordando tu incipiente calva, tu prominente barriga, tu mirada clara. Reconozco que quizás te idealicé un poco, casi no me venían a la mente tus ataques de ira, tus celos y gritos injustificados o tu casi constante inapetencia sexual.
Da igual, ha pasado un año y, ¿quieres creer que aún no me acostumbro a estar sin ti? Empecé a buscarte en un sitio, y en otro, y en otro…, ahí empecé la ruta del desbloqueo. No soy una ciberacosadora, solo quería mirar por dónde te movías, tus fotos y si frecuentabas sitios donde solíamos ir juntos. Espiarte en las redes sociales casi acaba con mi salud mental. Teníamos tantos planes… Queríamos compartir hipoteca, queríamos la tranquilidad de una buena película, queríamos viajar, queríamos bailar y reír.
El azar ha querido que nos reencontremos. Escuché unos tremendos alaridos provinientes de un grupo que caminaba a mi lado y mis palpitaciones se elevaron a infinito porque… allí estabas tú: ibas caminando con ella y con un cochecito doble de bebés. Armándome de empuje y valor, me acerqué a vosotros para no negaros el saludo y observé a dos hermosotes gemelos igualitos a ti: esas barriguitas, esos ojitos azules…, que entre llantos y berridos parecían pronosticar el fin del mundo; pero no, ignorante de mí, solo solicitaban su nueva toma. Tú y Lucía discutíais por no sé qué detalle. Todo en vuestra familiar escena era exasperación y griterío.
Cuando tímidamente di por finalizado el fortuito encuentro y pronuncié: “Hasta luego, José Luis”, me sobrevino una sensación de sosiego, de liberación, unas ganas indescifrables de resetear mi mente y mi vida. Entré en una especie de nirvana monoparental urbana que, traducido al lenguaje coloquial, podría significar: “Qué a gusto, sola”.
11/01/2022
Lo haces muy actual, aportando esos matices de hoy, incluyendo adem´ñas los pensamientos de su protagonista, el encuentro, sus descripciones divertidas, jocosas y un desenlace expresado con originalidad.
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