GALLETAS Y GIN-TONICS (Texto publicado en el número 51 de la revista SPECVLVM. Club de Letras de la UCA)
Me llaman narrador omnisciente. Para que todo el mundo me entienda, soy como una especie de agente del CNI pero, en mi caso, solo de la familia Ruiz Ortiz; lo escucho todo, lo veo todo, lo sé todo, lo analizo todo, con el único propósito de obtener información y proceder a relatarlo de forma literaria. No sé si mi trabajo es legal, pero un poco reprobable éticamente parece que sí.
Ahora que pienso, al escribir en primera persona, estoy formando parte de la trama y me estoy convirtiendo también en personaje. Perdónenme los eruditos de la teoría literaria, pero es que estoy en prácticas y seguro que algún detalle se me escapa. A lo que iba. Os cuento lo que sé de ellas, porque en esta casa, que es mi feudo, viven dos mujeres: madre e hija. Son, en general, bastante aburridas, se quieren a ratos y sobreviven sin llamar la atención. Intentaré no dejarme embaucar, porque también son unas liantas y se mienten como bellacas. Y lo digo yo, que conozco desde sus pensamientos hasta sus deseos más íntimos. La madre pasa la vida en la cocina, hace como que guisa, pero está bebiendo, no sé cuántas copas se zampa, lo cierto es que las botellas vacías se van acumulando. La hija, está en su cuarto, siempre estudiando, según ella, pero yo, como buen fisgón, le tengo pinchado el teléfono y puedo asegurar que estudia menos de lo que nos hace creer. Hasta ahora no he intervenido porque me lo tienen prohibido las normas de la retórica, pero puedo aseguraros que ganas me han entrado.
Y pasó lo inevitable: creo que me han descubierto. Ahora la madre está pensando que yo, para ella mirón y chivato, me las doy de enterado y, como soy asexuado, verbaliza: ¿Qué sabrá él, ella o elle? Se justifica cavilando que es una sufrida madre de familia, que ha criado sola a su hija, que le ha llevado a clases de inglés, a cursos de natación y le ha dado una buena carrera. Menos mal que, al menos, reconoce que cuando hace la cena bebe pero, piensa ella, una o dos copas. La hija, al verme, me ha llamado voyerista y reprocha, abiertamente, mis comentarios. Ella se defiende y, casi gritando, argumenta: ¿Que no estudio? Este fantasma filológico no sabe lo que son unas oposiciones a notaría. No sabe de la soledad de mi cuarto. No sabe del número de horas que necesito para memorizar un tema y, al final del día, cantarlo. No sabe que yo siempre he querido ser cantante, pero no de un tocho de temas legales, sino de música rock, estilo ACDC.
—Hija, perdona que te moleste, ¿te has dado cuenta de que tenemos a un ocupa deambulando sigiloso por la casa?
—Sí, mamá. Se cree independiente y objetivo, pero le haremos esta propuesta a la que no podrá negarse: " Hola aspirante a cuentacuentos, seguro que estarás aburrido de husmear aquí y allá. Abandona tu servicio de inteligencia doméstico y pásate a nuestro bando, vamos a desparramarnos en el sofá, a hablar, a reír y a ver series, aunque sean de espías. Tenemos galletas y gin-tonics".
29/04/2022
Texto publicado en el número 51 de la revista SPECULUM. Club de Letras de la UCA
14/11/2022
Creativo y muy original, tanto la presentación, a partir del narrador que nos habla de sí mismo, como de los personajes, a los que da paso para que el lector los vea. Poner en duda al narrador como otro personaje más, o cuestionarlo crea ese juego madre-hija-omni, crea fuerza y le da cierto surrealismo al argumento. Desenlace desenfadado y una última frase que da t´tulo al texto.
ResponderEliminarNo puede ser mas genial y actual
ResponderEliminarMe encanta, Yayo, “el Narrador omnisciente”, es la narración que más me ha gustado. Es fascinante ser testigo de la vida personal, incluso íntima, de las personas que te rodean; y parece algo extraño y no es verdad que lo sea: cualquier escritor, cuentista, novelista o cronista se convierte en testigo omnisciente de las vidas que inventamos en nuestras ficciones literarias.
ResponderEliminarTú también eres una narradora omnisciente de todas las historias que te inventas, que recreas en tu mente: era la creadora de la vida de los protagonistas y no solo narras sino que decides el desenlace de sus vidas.
Es verdad que hay una diferencia fundamental: el creador decide el destino de los personajes por ellos creados; en cambio el “narrador omnisciente” , tu creación, simplemente es un notario que registra lo que hacen los personajes espiados, este narrador no decide sus vidas, sino que simplemente registra lo que otros hacen libremente. En cualquier caso los dos narradores, el que crea los personajes y sus destinos, y aquellos que simplemente registran como testigos lo que otros hacen, son personajes dignos de admiración.