—Buenos días, ¿es usted el último?
—Sí señora, aquí llevo un rato esperando.Con este colapso en las citas previas del INSS, realizar cualquier gestión es una proeza. Hace ya tres años que estoy por resolver un problemilla con mi jubilación. Después de toda la vida trabajando en la empresa familiar y al pedir mi vida laboral, comprobé que no he cotizado ni un solo día, que pertenezco a la economía sumergida, o como se llame, así es que no me queda otra opción que solicitar la pensión no contributiva. Menos mal que sisé aquí y allá y tengo mis ahorros a buen recaudo. Con la familia no cuento, pero tengo muchos amigos y con eso, de momento, voy tirando.
—Pues yo vengo a que me suban la retención del impuesto IRPF, porque me pone furiosa que la declaración me salga positiva en junio. Me parece de maravilla contribuir con al sostenimiento de los gastos públicos pero ya podían respetar las pensiones medianas y que pagaran más los ricos —dijo resignada la buena señora.
—Totalmente de acuerdo. Permítame decirle que se ve muy joven y bella para ser pensionista. Yo, la salud es la que tengo regularcilla, creo que llevo ya quince operaciones, desde cadera, rodilla a hernia discal, todo un compendio de patologías. Aún así sigo con muchas ganas de vivir intensamente. Será genético. Como cantaba Julio Iglesias: me gusta las mujeres, me gusta el vino… —sonrió socarronamente al canturrear esta última frase—. ¿Tiene hijos? ¿La puedo tutear?
—Sí, claro. —contestó ella con ganas de cierta complicidad—Mira, tengo uno que vive en Alemania. Estudiante ejemplar. Trabaja allí de enfermero porque ya sabe lo mal que está el tema sanitario en España. Aquí lo contrataban, pero solo días sueltos. Una explotación.
—Yo tengo tres: dos hijas y un hijo. La mayor es algo bordeline, pero va tirando. La otra también vive en el extranjero. Trabaja en un Banco. No es que sea muy lista pero ha tenido suerte. El que mejor se ha colocado es mi hijo que se ha metido en política. La verdad es que nuestra relación familiar no pasa por el mejor momento. —todo esto lo recitaba haciendo gala de cierta verborrea y con una dicción deplorable.
—Yo me recargo de energía viajando. —matizó ella para aportar nuevos temas a esta improvisada conversación—. He ido con el termalismo social al balneario de Baños de Montemayor, a Cestona y un sinfín de sitios más. ¿Y tú?
—Yo también viajo mucho, pero no por el IMSERSO, yo voy casi siempre de invitado y en jet privado: Suiza, Reino Unido y otros países del Golfo Pérsico, son mis destinos favoritos —dijo guiñando un ojo.
—La cosa es que me suena mucho tu cara, te debes parecer a algún actor o algo.
—Bueno, ejem. —sin inmutarse y con una mirada ufana, siguió con su presentación—. Mi nombre completo es Juan Carlos Alfonso Víctor María de Borbón y Borbón-Dos Sicilias, pero todos me conocen, ahora, por el rey emérito.
—Mira que bien, ya decía yo… lo cierto es que en persona se te ve más estropeado, por otra parte normal con tanto viaje, vino y mujeres. Mi nombre completo es Concha López Fuentes y soy una de los siete millones de sufridos contribuyentes que, seguramente, financiamos tu ostentoso tren de vida y el pelotón de guardaespaldas que te parapetan y que, ahora que me fijo, están repartidos entre esta sala y la entrada del edificio. —y con esta contundente frase, la pobre mujer dio por zanjado el real encuentro.
28/05/2023
Inicio sugerente que invita a seguir leyendo. Diálogo fluido entre dos personas a partir del cual, con desenfado, vislumbro al personaje a través de connotaciones. Consigues en el desenlace incluso embrujar un poco más de forma crítica a través de Concha. Muy bueno.
ResponderEliminarVamos descubriendo a los personajes con naturalidad, en un diálogo fluido y actual. Consigues que, paso a paso, visualicemos sin duda al perdonaje, pero sobre todo la comparativa de sus vidas y la crítica sin decir. Siempre original.
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