Darse una vuelta con él era lo que todos envidiaban. Pues dicho y hecho. Aproveché la oportunidad. Como todos estábamos encerrados por la cuarentena del COVID, hice un grupo de Whatsapp con todos los vecinos interesados. Elabore´un cuadrante con hora, recorrido y precio. Todos contentos podían salir y pasear, el único que protestaba era Neón, mi perro, que me demandó al sindicato canino por explotación laboral.
Yo quería ser chica Almodóvar, como Penélope Cruz en Volver , ocultando el cadáver del marido en un arcón congelador. Pero, para mi infortunio, ese universo ochentero y glamuroso se escapó mientras trabajaba como maestra en una escuela de un pueblo perdido en la sierra de las Villuercas. Hoy, uso tacones más sensatos que lejanos. Ya soy mayor, abuela, y tengo pocas ganas de ese mundo de lucimiento y trasnocheo. El manchego, en cambio, sigue imparable: ha triunfado en Venecia y posa, flanqueado por dos bellezas de piel lechosa, altísimas y que sólo se entienden en inglés: sus nuevas chicas. Cuando pensé que había perdido el tren de la fama, de los cócteles y vestidos llamativos, caí en la cuenta de que vivo en Extremadura, y que ese tren de mi vida salió de la estación con horas de retraso y terminó averiado en mitad de una dehesa y de la noch...
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