Desde antes de bajarme la regla ya sabía que te tendría. Sabía que tendría un hijo, al que pondría de nombre Ricardo, con el único propósito de llamarle Ricki, con dos íes y sus correspondientes sobrepuntos. Yo soy así: precipitada, apresurada y con un toque hiperactivo. Me adelanto tanto a los acontecimientos que aturrullo al personal. ¿Qué por qué tener a Ricki? Es simple, porque siempre me ha fascinado la letra i, con su pequeño punto , casi sin dimensiones, que por no tener, no tiene ni nombre. Pobre i, no le pasa como a la privilegiada y españolísima ñ, con su virgulilla acompañante. A lo que iba, cuando llegó la hora del proyectado embarazo, no tenía novio, no tenía trabajo y tampoco tenía ganas, pero me sobrepuse, amplié la hipoteca y te tuve de pago. Me siento orgullosa de mi proeza y valentía. Siempre me hubiera gustado que me gustara la música clásica, así que aproveché la gestación para aplicarte lo que se llama Efecto Mozart , que no es otra cosa que colocar unos