No es cierto que tengan siete vidas. Desde que llamo al
timbre de casa, exhausto por mi jornada laboral, ya empieza a ladrar, Lucky, el
perro de mi vecino. Termino de cenar y, pacientemente, escucho, cómo sigue
ladrando. Cuando me voy a descansar para, al menos, dormir cinco horas seguidas,
el pérfido animal da su paseo diario y, debajo de mi ventana, hace sus
necesidades, juega, gimotea y… ladra, por supuesto. Así es que, un día me armé
de valor, y con firmeza y determinación cogí un jarrón y se lo tiré a la cabeza.
Lucky, tras agónicos aullidos de dolor, dejó de ladrar y de respirar. Pensé que
era un exagerado, porque los perros
tienen siete vidas, ¿o eran los gatos?
Yayo Gómez
19/02/2020
Comentarios
Publicar un comentario