Si dijera que sentí dolor, mentiría. Podría haber sentido una
punzada seca, como si una estaca de madera me hubiera atravesado el corazón. Podría
haber sentido, al menos, una leve
cardiopatía. Pero no. Estábamos cenando, cuando mi marido, como siempre, dando
órdenes, pero esta vez con gesto compungido me dijo: “Te voy a dejar, intenta comprenderme y no
te lo tomes a la tremenda”. A continuación, y sin el menor atisbo de empatía remató la frase con: “trae más pan de la
cocina”.
Dando brincos, y con una risa escandalosa, fui a la cocina,
sí, pero para descorchar la botella de cava
que tenía reservada para la
ocasión. Llevaba cuarenta años esperando.
02/01/2020
Todos empatizamos y todo puede pasar y pasa en ese irónico y quizás justiciero desenlace
ResponderEliminar