Ir al contenido principal

Verbigracia



                                                                  

                                                                



@Yayo Gómez
Depósito legal: SE-4676-2003
ISBN: 84-89235-15-5
Composición: Gráfica Olimpia, S.L.
Impresión: Lopak



Puesto que el primer libro, en el mejor de los casos, sólo suelen leerlo nuestros familiares, amigos y colegas más cercanos, carece por completo de sentido incluir aquí una semblanza biográfica, ya que la autora de estos textos os resulta sin duda de sobra conocida.
Si acaso, tal vez convenga advertir para evitar malentendidos, que la identidad de la Rosario Gómez, extrovertida y transparente, que tan bien conocéis, coincide exactamente con la identidad de Yayo Gómez, autora y, a veces, también protagonista de estas páginas.
La vida, que en tantos aspectos puede parecernos una experiencia maravillosa, suele proporcionarnos también su buena dosis de anticlímax, situaciones que rozan el rídiculo o el pequeño desastre. Pues bien, de ese material devaluado e innoble con el que se va formando la trama invisible de nuestras vivencias cotidianas, se nutren también las páginas de este libro.
Hubiera sido fácil caer en el sarcasmo, en la ironía. Pero la autora, el punto de vista de la autora, nunca se coloca por encima de las circunstancias, de modo que al terminar la lectura de cada uno de estos textos, resulta inevitable esbozar una sonrisa. La misma sonrisa que esbozamos cuando estamos a solas ante un espejo y podemos prescindir de nuestro sentido del ridículo.









ÍNDICE
Informe de simpatía de los escritos adjuntos

Diario de Yayo Jones (o Gómez)
¿Tres parejas?
¡Ay, qué calor!
Matahari.net
Serpentera
¿Otra vez mi cumpleaños?
Ciber-felicidad
Burbuja inmobiliaria
Viaje a Marruecos
¿He salido del armario?
Odio a mi hijo
Cómo soy, cómo me ven
Mojada de otoño
La risa



ALFONSINA
ANDERSEN Y EL MAR
                                                          c/Melancolía,s/n                   
Cádiz
 INFORME DE SIMPATÍA DE LOS ESCRITOS ADJUNTOS
  
A la Asamblea General de la de la sociedad Yayo, S.L.

1. Hemos auditado los escritos de Yayo, S.L., que comprenden: Diario de Yayo Jones (o Gómez), Viaje a Marruecos, Matahari.net, Cómo soy...cómo me ven, Dodotis para perros, Burbuja inmobiliaria, Ciberfelicidad, Tres parejas y Odio a mi hijo, cuya formulación definitiva es responsabilidad de los administradores de la Sociedad. Nuestra responsabilidad es expresar una opinión sobre los citados escritos en su conjunto, basada en el trabajo realizado de acuerdo con las "normas de simpatía" generalmente aceptadas.

 2. Nuestra opinión se refiere exclusivamente a los escritos de esta sociedad (desde su creación hasta la fecha) y no a los  socios podrían haber enviado/recibido a/de terceras personas. Con fecha 2 de julio emitimos nuestro informe de simpatía, en el que expresamos una opinión con VARIAS SALVEDADES:
-          Algunas faltas de ortografía, hecho al que no damos relevancia.
-          Descripción de ambientes y expresiones demasiado localistas.
-          Uso abundante de digresiones, lo que corta un poco el hilo de la narración.
-          Abuso de coletillas tipo: ¡Vamos!, ¡Vaya tela! o similares.
-          Resaltar, como hecho relevante, cierto empleo de palabras malsonantes, por parte de una socia. Se   están tomando las medidas oportunas para realizar los ajustes pertinentes.
-          Las variadas bromas de algunos de los escritos, lo que nos da la impresión de que los socios tienen sentido del humor, hecho que subrayamos como importante.

3. En nuestra opinión, excepto por los efectos de las salvedades anteriores, los escritos adjuntos expresan, en todos sus aspectos significativos la imagen fiel del espíritu de la sociedad, a saber, pasar un rato agradable cuando se está redactando y provocar la sonrisa en el que los lee.
  
4. Esta firma de auditoría-simpatía agradece a mogollón de personas su colaboración: las musas o inspiradores  que han aportado esa frase o ese gesto consciente  o no, los que han enseñado a diferenciar los odiosos puntos y variantes –y coma, suspensivos, apartes, finales...-, aquellos que han animado a seguir con sus comentarios y, por último, el que se ha brindado a imprimir toda esta historia.
  
 ALFONSINA ANDERSEN Y EL MAR
Firma

  
2 de Julio de 2003








Diario de Yayo Jones (o Gómez)


UN DÍA CUALQUIERA

-Ficha técnica y balance de lo ocurrido-


·         53 Kg  de peso (entre huesos, michelines –flácidos, por supuesto- y tetas un tanto descolocadas, cuello -ni te cuento-, lo demás todo bien, gracias)
·         24 cigarillos fumados (mal), 47 cigarrillos que podría haber  fumado (muy bien)
·         1 fantasía masoquista (referente al pasado y otras experiencias negativas)
·         2 mentiras que van surgiendo
·         5 teorías acerca de lo que está ocurriendo, número de veces que he cambiado de opinión sobre qué hacer: 7
·         0 novios, número de novios potenciales que quedan en el mundo: 1 o ninguno
·         visto lo anterior, número de polvos: 0
·         técnicas alternativas a lo anterior: 1





















 
7:30 h.
¡Vaya ruido más desagradable! ¡Qué sueño, sueño! En cuanto llegue del trabajo me echo la siesta, de verdad.
    Yayo, no empecemos, sé positiva, que después te cuesta el dinero. Entro en el cuarto de baño, me miro al espejo pensando que, sin duda, soy del género humano ¡Vaya pinta la mía!, menos mal que no tengo pareja, todo tiene su parte buena.
    Un pipí, un “café bebío” –expresión que me encanta- y el primer cigarro. Mañana lo dejo, lo prometo.
WC otra vez. Ya parece que soy más persona. Me remiro  y hago mi primer ejercicio psicológico por prescripción facultativa:
    ¡Qué suerte tengo! Estoy sana, soy casi guapa, tengo dos hijas mucho más guapas e inteligentes que yo (pero más vagas...rechazo esta última idea), buen trabajo, buen piso, un Golf  que no es GTI, pero para lo que lo uso va bien, ¿Qué más quiero?
    Repaso las listas de  lo que tengo y lo que no tengo, siendo más larga la de mis posesiones psicológicas y materiales.
    Soy afortunada, me siento afortunada. Pues no parece que estoy buscando algo en el GOOGLE...


8:05 h.
Salí a trabajar. Llevaba falda vaquera, medias de malla y jersey negro, preparada un poco para sortear a los albañiles de la obra de al lado o miradas  de “voy al trabajo, pero me gustas tela”.Me sentí como una imbécil cuando, llegando al instituto, observé que no hubo ni lo uno ni lo otro.
 
8:15 h.
Primera clase. Antes de entrar, pensando en los “no silbidos, ni miradas “, no me rendí, ¡NO! “Soy una mujer segura de sí misma, receptiva y sensible. Mi autoestima no depende de logros mundanos sino de mi vida interior.¿Cuántas veces me ha dicho mi psicoanalista que lo repita?... siete, ya llevo seis. Soy una mujer segura de sí misma, receptiva...
-¡Vamos!, que ya están todos los alumnos esperando y yo aquí recitando.
 
11:00 h.
Clase chula me ha salido, si no llega a ser por los bostezos de la última fila y las miradas perdidas de la primera.¡No hay derecho!,  les he llevado las últimas cuentas anuales de Telepizza (por aquello de elegir una empresa cercana a ellos) que me ha costado un huevo conseguir. Es que no saben valorar.
    De acuerdo comprendo que ya llevaba tres horas con el mismo rollo; seguro que si yo hubiera estado sentada entre ellos, –en vez de aquí sola frente al peligro-, me habría fijado en “mi atuendo”, mezcla de progre y sexy. Quizás alguien lo haya pensado. Bueno, qué más da, a mí me pagan “por enseñar”, y no precisamente “las piernas”, digo yo.
11.05 h.
Café con colegas.
¡Maldición!. Me tocó junto  al profesor de Francés, felizmente casado con una irlandesa (de los Culligan de toda la vida, por lo menos) que conoció en uno de sus múltiples viajes cuando pretendía pronunciar “de verdad”. Tienen incomprensiblemente tres varones preciosos, que se deberán a la influencia genética de antepasados remotos, porque él es feo hasta el cansancio y la pareja también, la conozco en persona, pero es rubia y de ojos claros.
Los hijos, de momento, de anuncio de “PRENATAL”. Ya veremos como acaban, porque no conozco yo a ningún pelirrojo que de mayor sea guapo.
    Disimuladamente me cambio de sitio y me siento al lado, no había otro, de la de Dibujo, a saber, 55 ó más, soltera, y en estas condiciones,...feminista.
Los polvos, aunque sean malos, malos o cortitos, cortitos,  sientan bien, pensé yo, te relajan.
Como alternativa, y viendo la edad y apariencia, le aconsejaba con la mirada a mi compañera mientras me traían el café: está la ducha con alcachofa “cara”, o sea, con varias corrientes de agua.  Por  60 €, -nos tenemos que ir mentalizando, los momentitos de felicidad ultra rápida que te pegas... Amén de lo aseada que te vuelves.
    No le dije mentalmente que yo lo aprendí con treinta años de retraso   -claro que cuando yo tenía 15 años las alcachofas estaban arriba, fijas como una estatua de bronce e incluían una madre gritando en la puerta: ¡Niña sal ya!  ¡Llevas media hora y no están las cosas como para gastar tanto butano!-   de la película de “Lucía y el sexo”, en la que, por cierto, ¿me perdí yo o se perdió Julio?
Cuando vi la escena, esa sí estaba clara, pensé: en cuanto acabe este tostón lo pruebo, aunque me he duchado antes de salir pero qué se le va a hacer... No me daré de nuevo gel, que después se me reseca la piel.Comentando con el pueblo, porque yo soy transparente, resulta que todo el mundo lo sabía menos yo.
    La de Dibujo se ha portado bien y sólo ha dicho siete paridas por minuto, por cierto, todas referidas al poder “ficticio, para ella”, del falo. 
Nunca llegaré a entender como una cosita que normalmente está flojita y colgona puede influir tanto en el carácter, a no ser por la responsabilidad que entraña. Tengo mi propia teoría pero...
Voy a buscar algo sobre  FREUD  y ahora sigo...
Fallo técnico: los escritores –según me ha dicho la de Lengua-, recopilan la información antes de empezar los relatos y no sobre la marcha como yo...Bueno ¿Y qué más da el orden?
Vamos de naturales ¿no?; se lleva lo ecológico, 100% algodón y demás infusiones. Pues ahora sigo, como decía… -Ya estoy aquí-
Primero señalar que, como mi inglés es del Bachiller antiguo y prácticamente lo que recuerdo es la conjugación del verbo “to be” y “to have”,  sólo he podido acceder a las páginas en español, eliminando el 80% de la información disponible.
Pero casi me ha dado igual.
He encontrado con las siguientes obras del susodicho:
-          Psicología de las masas y análisis de yo
-          El hombre de los lobos
-          Duelo y melancolía
-          Contribuciones para un debate sobre el suicidio
-          Manuscrito G
Lógicamente he picado en Manuscrito G, por lo del punto. He pensado: si me interesa cambio el “tema falo” por “el punto G”, borro el párrafo anterior, que para eso escribo con ordenador y “san se acabó”.
Decepción: el verdadero título era “Manuscrito G. Melancolía” ( y dale con el suicidio y cosas penosas...). Leo un trocito que transcribo textualmente:
“a. Existen llamativos vínculos entre melancolía y anestesia (sexual). Ello es testimoniado por: 1. El descubrimiento de que en numerosos melancólicos existió antes una anestesia”...........- opto por dejarlo-
¿Soy más torpe de lo que creía? No entiendo nada y además no habla ni de falo ni de punto G.
    Finalmente,  dejo el tema psicológico-sexual. Allá cada cual con su falo, punto G o similar. Voy a seguir trabajando.
 
11:30 h.
Me toca despacho, porque además de ser mujer, madre, hija, hermana, amiga, internauta novata, ahora escritora, antes pintora de pacotilla y profesora, soy”Adjunta de Jefe de Estudios”; con el cargo sacio mi dosis diaria de masoquismo.Encargada de mantener la disciplina en un instituto de barriada  con 700 alumnos,  donde casi un 20% de ellos están preparando las oposiciones para el ingreso en el Puerto II y no precisamente de funcionario.
 
12:00 h.
Llegan los dos primeros expulsados.
    —¡Hola Shari!, dicen al unísono.
    —A lo que yo contesto: ¿Qué ha pasado esta vez?
    Yonohahechoná, eltíoesemetienemanía y hacataoconmigo.
    —Traduce, por favor.
    Pué ezo Shari. ... Qué yonohahecho ná  y hacatao conmigo.
Mientras intento yo traducir, porque el no sabe lo que significa ese verbo, cuento los pearsing que lleva Jonathan Pérez en la cara y los kilos de fijador apelmazados en el pelo Borja Fernández. Me pongo en mi papel de profesora-pedagoga y  les comento: No se dice “yo no ha hecho”, se dice “yo no he sido”...
    —“¿qué disi Shari?”, dice el más torpe,
    —A lo que responde el otro: “la Shari disi que no se disi yonohahecho sino yonohasio ” Apúntate una, les mando algo para que se entretengan y me dejen en paz. Visto que habría que empezar por: mamá, papá, nene...y ya tienen 15 años.
¿Por qué me llaman estos piratas Shari, Marishari o Sharito? Se supone que yo soy la jefa y al verme deben temblar...
Les digo que mi nombre es Rosario y se ríen.
    —¡Ándaya, tu ere tela de competente para llamarte asín!
    —Niño, que “asín” no se dice, se dice “así”
    —¿Lo qué?
    —Respondo “el qué”.
    —Qué rrara está oy Shari
Y doy por terminado nuestro diálogo de besugos, esperando que algún día deroguen la LOGSE, las teleseries americanas, los móviles y las motos 
ruidosas.
14:30 h.
¡Por fin! Se acabó el hablar con la pared. Suena la sirena. Nos vamos.Me asusto, ¿Un incendio?¿Qué griterío?...No, están saliendo los 700 a la vez por una puerta de metro y medio. Normal.
    ¿Alguna baja? No; bien, pues vámonos que nos vamos. Mañana intentaré enseñar un poco más, aunque sea las piernas.
 
14:40 h.
 
Camino de casa, cambio de tercio.Yayo, pienso, el pan, chirimoyas - que están tan ricas y es la temporada-, un pepino para la ensalada.Resultado tres bolsas de 6 ó 7 kilos cada una, más un libro, apuntes y la chaqueta que en Cádiz, a esta hora, siempre se lleva en la mano.
    Las llaves, ¿dónde están? Dejo todo en el suelo. Por supuesto, primero salen las llaves del trabajo, y después se me cae el mechero (debo dejar de fumar, pienso por enésima vez). Bien, las encontré. Vuelvo a coger todo y a casita. ¡Qué felicidad!
    ¡Hogar, dulce hogar! Para abrir la puerta de entrada   vuelvo a dejar todos las bolsas en el suelo pero ahora, por lo menos, tengo las llaves a mano y sólo se cae la chaqueta. ¡Bien!
    Quítate el conjuntito fashion que, por cierto, no ha tenido el mínimo éxito, cógete la coleta  y del tirón para la cocina que son las tres menos diez.
 
14:55 h.
Llaman al timbre.
    —Hola, mi vida, ¿cómo ha ido la mañana? “Mua, mua” —soy muy besucona—.
    —Bieeennnn, corriendo va al servicio, se está haciendo pipí.
Llaman otra vez,
    —Hola, mi vida, ¿cómo ha ido la mañana?
    —Bieeennnn, corriendo va al servicio, se está haciendo pipí (bis, bis).
    ¿Será genético esto de la incontinencia urinaria? O la chica habrá fumado un cigarro y va a enjuagarse la boca. Dejo de comerme el coco.Yo, aún con la puerta abierta, ME respondo a MÍ misma, mirándome en el espejo de la entradita, “pues mira verás yo he tenido mucho trabajo, estoy cansada...”
Pero, ¡qué coño hago hablando sola!
 
15:00 h.
Hora cumbre.
    —Me conecto un poco mientras preparas la sopa, —dice la chica, que ya me pasa al menos 10 cm. como que sale a la familia paterna—.
    —No, respondo yo, ve poniendo la mesa.
    Porfa, no me digas “ve poniendo”, ya sabes que no me gusta. Dime “pón”
    —Bueno, perdón, “PóN” la mesa,
    —Vale, ahora voy ...
La otra inevitablemente ya está hablando por teléfono (o al revés), con el que ha dejado a las 14:55 h. ¿Por qué no le da un grito?, pienso yo, todavía debe andar por nuestra calle.
 
15:15 h.
 
Por fin estamos sentadas comiendo delante del televisor, por supuesto, viendo esa serie de Canal Plus, en la que hay que avisar con risas a los actores para que a su vez hagan como que se ríen y mientras tanto “Saber y ganar” en la segunda, con lo que me gusta la gente culta...¡Dios, que mediodía llevo!
 
15:45 h.
 
Llegó  la deseada, soñada y ansiada siesta.¡Oh no, Gran Hermano 545!  ¡HORROR!
Momento ideal del día, me duerma o no. Cierro los ojos, desconecto y me relajo. Cojo mi sitio del sofá, detalle importante, mi manta favorita, posición fetal y...felicidad.
Ring, ring... ¿Por qué?...se me ha olvidado desconectar el teléfono.
Me levanto,
    —¿Diga?
    —¿Está fulatina?  Preguntan por alguien que en el 99% de los casos  no soy yo y que encima no está echándose una siesta...
    —Un momento, por favor, la educación ante todo.
“Cagoendios”, que pensaría uno del norte.Espero pacientemente a que finalice la conversación para otra vez levantarme y, esta vez sí, descolgar ese horrible y útil aparato.
    De vuelta a la posición prenatal recuerdo que hoy es precisamente el día en el que el “dentista” me ha dado cita para arreglarme ese  empaste que tanto daño me hace.
    Me levanto y pienso: “mañana, de verdad, dormiré la siesta”.
 
17:00 h.
 
Solo hay algo peor que la revisión dental en la que pones tu boca abierta a merced de manos ajenas, y es la visita al ginecólogo.
    Con el odontólogo el pánico empieza ya en la sala de espera,  donde entre intimidatorios ruiditos de taladros y demás, coincides con la mirada de soslayo de personas que están tan acojonadas como tú y que no salen corriendo porque les duele la cuarta muela empezando por la izquierda.
    Yo siempre hago el cálculo mental de lo que, a pesar del trabajo horroroso y asqueroso (y todo “oso), pueden ganar estos laboriosos profesionales en un día.
    ¿Cuánto declararán? Seguro que ni la mitad. No como nosotros, los de por cuenta ajena, que ya nos lo deducen del sueldo. ¡No hay derecho!
    Cuando me toca el turno ya entro un poco enfurecida por esta injusticia fiscal.
    Creo que me lee el pensamiento y, con cara de “ahora me toca a mí”, dice: “abra la boca, por favor.”
 Y la ayudante de turno, normalmente guapita, bien peinada y pintada (que es que ni pega), te pone una especie de embudo moderno, para que ni siquiera puedas tragar tu propia saliva.
    Denigrante.
    Con la boca abierta empieza la conversación. Te pregunta cómo te va con los alumnos, las clases,...como si con la boca en esa posición se pudiera hablar.
Tú vas, como puedes, sorteando las preguntas, con sonoros, “ham,hom”. A la vez pensando, déjate ya de rollos y date prisa, que estoy hasta las narices de tanta simpatía.  ¿Por qué no me haces mejor una rebaja, que mira que sois careros?
     Con el ginecólogo es distinto. La sala de visitas es más alegre, mucha mujer embarazada, unas con sus madres, otras con maridos y otras solas.
Aún ganando el profesional igual o más que el anterior mis pensamientos son más emotivos. ¿Serán felices con sus embarazos? Esa seguro que sí, porque se ve que ya se ha quedado “de mayor”. La otra, qué joven, ¿Vendrá con su madre o se habrá casado?, me pregunto por matar el rato.
    Cuando dicen mi nombre ya me entra el malestar. Una vez pasado el primer encuentro con el médico, llega el momento cumbre:“Pase, por favor, al servicio, se quita las braguitas y se coloca en esa butaca, especie de potro”. Te lo dice como si fuera la cosa más normal del mundo. Claro, pienso, para el sí, pero para mí que vengo una vez al año. Aunque ahora no me toca, hago el ejercicio de “ soy una mujer segura de sí misma...” porque siempre viene bien un toque de refuerzo a la autoestima en circunstancias adversas. También se podría aconsejar una respiración abdominal, por aquello de relajarte cuando te miras en el espejo del baño y ves a una mujer (¡Horror, soy yo!), vestida de cintura para arriba y con una sábana, qué sabe Dios la gente que la habrá utilizado, tapándote tus intimidades.
Sentada allí y con las piernas abiertas te imaginas qué vista tan magnífica deben divisar esos ojos que justo están enfrente de ti.Y cuando este hombre llegue a casa, después de haber visto tantos labios mayores y menores, ¿todavía le quedarán ganas?Me imagino que lo harán con sus mujeres los fines de semana, cuando estén menos saturados de órganos sexuales.
 
19:30 h.
 
De vuelta a casa, con la boca anestesiada, repaso las clases que tendré mañana.A veces pienso que paso yo más tiempo leyendo  y preparando noticias de actualidad que ellos estudiando el día antes los exámenes. Quizá nos haya pasado a todos y ya no nos acordemos.
    Se me viene a la mente los padres que, cuando tenían 18 ó 20 años, eran pésimos estudiantes y ahora, que ejercen, no admiten un cate ni una salida de tono.Curiosas paradojas tiene la vida.
    Al estar cerca del ordenador me entran unas ganas locas de ver el correo. Hace como un mes que entré de lleno en el mundo del “.net”. He conocido a mucha gente virtualmente, es decir “on line”.
¿Se puede definir como un juego? Tal vez. Básicamente la gente va buscando algo con lo que llenar alguna carencia.
    Cuando vives sola o no tienes pareja y estás en casa un sábado por la noche, piensas, además de que estás “un montón de desaprovechada”, que tiene que haber poca gente como tú. Si sales con compañeros o amigos en realidad tienes la misma sensación; por la calle, cines o bares, todos van acompañados y se ríen. Son felices, piensas instintivamente.Seguro que cuando lleguen las próximas vacaciones, irán a un lugar magnífico con su pareja y demás familia y se lo pasarán bomba.Pero la vida me ha demostrado, empíricamente, que esto de las relaciones no funciona así. La convivencia generalmente conduce a la monotonía, vamos tan deprisa que apenas hablamos con nuestras personas más cercanas.Las conversaciones se reducen a cuatro o cinco temas cotidianos, como quién comprará esto o hará aquello. Y no es que hoy sea un día pesimista, no, creo con certeza que es así.

    De hecho, está también demostrado que en vacaciones las parejas hacen con más frecuencia el amor. Es obvio, estamos relajados, bueno quiero decir, están relajados, porque yo en este aspecto estoy relajada todo el año.Siempre me ha llamado la atención la gente que, hasta en sus ratos de ocio, les gusta estresarse.
    “Mira mi vida, he contratado en una agencia el viaje de nuestros sueños”:Una semana en Italia. Vamos en autobús, pero uno de los buenos. Fíjate ¡lleva hasta WC! Empezamos por el norte. Cada día comemos en una ciudad, cenamos en otra y, por supuesto, dormimos en otra.
    Lo veremos todo: Génova, Milán, Bolonia, Florencia, Roma, Nápoles y todos los lugares turísticos-artísticos de interés. Será fabuloso, ya lo verás.
    Sólo de narrarlo tengo el trasero ya cuadrado del autobús y los ojos adormecidos de tanto cuadro.
Yo, cuando estuve en Florencia, por contar algo personal, me llevé una bronca monumental de mis amigos por dejar, durante tres horas, de ver cuadros, que apenas entendía, e irme al mercadillo. Por cierto, recuerdo más los bolsos de piel que ciertos cuadros que, aún estando en mi ciudad, seguro que no los hubiera ido a ver.
    La magia de internet es distinta. Cuando te sientas delante de la pantalla, normalmente en pijama o ropa cómoda, estás en un rato de ocio, por tanto casi siempre relajada.En muchos casos le escribes algo a una persona que ni siquiera conoces, que te la estás imaginando. Pura magia.Te van saliendo cantidad de temas, algunos de verdad-verdadera y otros con mentiras a medias. Pero, ¡ojo!, estamos jugando y, por tanto, hay unas normas.  A saber, no conocer a tu interlocutor tiene sus ventajas e inconvenientes. Puede ser “un loco/a”  que te esté llenando la cabeza de pajaritos y te cuelgues de su magnífica forma de ser-escribir.
 
20:30 h.
 
Suena el teléfono.
    —¿Diga?
    —¿Está Rosario?
    —Soy yo. Pienso, seguro que es alguien del Instituto de Miajadas
    —¿Diga?
    —¿Está Yayo?
    —Soy yo. Será algún familiar o amigo de toda la vida
    Podrían llamarme hasta siete nombres y siempre diría “soy yo”.Como nací el 7 de octubre en Cádiz y es el día de la patrona, la Virgen del Rosario, mi madre dice que vine con el nombre puesto. A mí en realidad nunca me ha gustado. Suena a religión, por lo de rezar un rosario y yo soy agnóstica convencida y en activo, y además suena fuerte, serio, como a “tía Rosario”, mayor, con cara de enfado.
Mi hermana  mayor no sabía pronunciar del todo bien y empezó a llamarme Yayo y hasta los 22 años, me llamé Yayo.Empiezo a trabajar y me preguntan los alumnos, ¿cómo te llamas? Yo dije mi nombre: Rosario, sin pensar que me llamarían así. Así fue. Me quedé con dos nombres, pero mi mente distinguía perfectamente entre ambos. Después de muchos años me traslado a Cádiz y en el instituto donde ahora trabajo, sin yo decir nada, me empiezan a llamar Charo. Como no dije nada  siguieron llamándome así. Ya me he quedado pues con tres nombres.
    Pero citar que también acepto variantes como Chari, Shari, Charito, Sharito o Mari Chari. ¿Por cuántos voy ya?
    Así que cuando voy por la calle, si escucho “algo” relacionado con la Virgen del Rosario pues me siento aludida y vuelvo la cabeza, aunque se estén refiriendo a la novena que el día 29 de septiembre empiezan en su honor.
 
23:00 h.
 
Ya ha pasado el momento peor del día. Como una valiente he hecho la cena y la comida de mañana. ¡Pero qué pedazo de mujer que lo mismo te hace una declaración de la renta que una tortilla de patatas! Esto no es un ejercicio “psicológico/levantadero/de/ánimo”, no; me ha salido del alma -si la tenemos, claro-.
    Toca sofá, un poco de tele y a la cama a leer un poco.
    ¡Vaya programación!, y mira que yo soy una espectadora ejemplar. En la película “Todo sobre mi madre” reí y lloré al mismo tiempo. ¡Menudo lío mental!
    Si hay que reír, todo me hace gracia, rio a carcajadas hasta con la película más tonta, y si hay que llorar, toda la casa viene a traerme los Kleenex, porque seguro que provoco un exceso de demanda en la producción-venta de ese producto. Siempre queda el pañuelo de toda la vida, el de tela, el que había que lavar a mano, quitando los “mocos” y después se ponía a secar en los azulejos del cuarto de baño.
 ¡Gracias avances de la tecnología!
    Programa bueno el que ponen en esta cadena, con tanto zapping, si no llega a ser por el logotipo (evidentemente por eso lo han puesto), no sabríamos en qué canal hemos aterrizado.
    Pues sí, buen programa. Tú vas te vistes de novia, pillas a tu novio de improviso (yo no me lo creo del todo), y le dices que justo en ese momento se case contigo, así a pelo y televisándolo en directo, para que lo vea toda España. Me sorprendo de la falta de emotividad, intimidad y cuarenta “dades” de nuestra sociedad.
Yo puedo estar enamorada hasta la médula de un hombre, pero si pretende casarse conmigo en esas condiciones sólo podré pensar que mis sentimientos eran irreales. ¿Cómo puede ser el hombre de mi vida una persona que haga eso?
Es como si voy a su casa un día y veo un ramo de flores “de plástico” encima de la mesa del salón...Evidentemente tiene pocas cosas en común conmigo.Para mí la ética y la estética son muy importantes y nunca hay que perderlas de vista.
Visto lo  visto, opto por acostarme y leer el libro que ahora tengo entre manos , del que he cogido algunas frases y que ha dado origen a este relato. Se trata del “Diario de Bridget Jones” de Helen Fielding.La protagonista, americana o inglesa –que siempre me lío-, va relatando todo aquello que le sucede durante el día.Es periodista, soltera, rubia y uno de sus deseos es encontrar a un hombre simpático con el que compartir risas.
    Desgraciada o afortunadamente esto último es lo único que tenemos en común.









¿Tres parejas?

Lo de tres eran tres y ninguno era bueno, pero menos. Quiero decir, son tres y son buenos ¡Vaya si son buenos! Buenísimos, educadísimos, cultísimos y casadísimos.En honor a la verdad, tengo en mi haber toda la gama de infieles.
    Uno soltero, pareja de hecho, que para el efecto es casado. Y dos casados casados, pero con una diferencia entre ambos. El primer casado, se lleva mal con su pareja y el otro  se lleva fantástico y lo confiesa abiertamente.Los tres referidos anteriormente tienen en común varias cosas: Además de sus parejas con las que, a jornada completa o  tiempo parcial –como los contratos-, habitan; ya digo, tienen en común un hecho que me afecta directamente. A saber, les gusto, les gusto mucho. No les preguntes por qué, pero coinciden en sus opiniones. Hay como una atracción, algo inexplicable que les hace hablar conmigo, decirme cosas subidas de tono e, incluso, llevarme a la cama si surgiera.
    Según dicen, piensan en mí a diario; cualquier cosa u hecho acontecido tiene como un pequeño vínculo conmigo.Sus fantasías desembocan en mí pero claro, sus vacaciones las pasan con sus respectivas, como está mandado.
    Si les digo que un día concreto saldré de paseo con alguien, medio se enfadan; ese comentario no vale, porque soy la dueña de sus fantasías (me imagino que querrán decir masturbaciones) y se sienten pelín heridos. Pero, como yo soy moderna y liberal, a mí sí me pueden hacer todo tipo de comentarios, este verano “iremos” a Portugal, ayer “fuimos” al Corte Inglés o mañana nos “quedaremos” en casa.     Yo debo poner cara de claro normal que estés con ella y seguir el tema como si nada me afectara. Con la seguridad de que, tarde o temprano, en la misma conversación ellos se referirán al hecho ese de “no sé por qué, pero me gustas”. Me dan ganas de decirles pues mira, yo sí sé por qué, pero me callo, para que no te mosquees.
    Ahora todo esto no se llama “infidelidad”, que va, ellos dicen “lealtad”. Ufff.
    Esto es como en los silogismos de filosofía: si infiel es el que no cumple sus compromisos y leal es el que no traiciona, entonces, ¡qué coño hacen proponiéndome encuentros furtivos! Ya me salió la vena arrabalera y eso que estaba reprimiéndome desde el principio...
    En resumen, ni fidelidad ni lealtad, ni leches. Creo que tenemos el corazón muy grande, y que caben uno, dos y hasta tres amores. ¿Pueden ser incompatibles? Depende de cada caso concreto. Pero no debemos cometer el fallo técnico de confundir nombres, eso delata y queda a la altura del betún. De ahí el empleo casi generalizado de corazón, chiqui, preciosa, o un sin fin de comodines más.
Mi juego preferido, como podrán imaginar, es “los tres en raya”. Hasta que no consiga citar al trío a la misma hora y en el mismo lugar, no paro. Y, como será un hecho curioso, vendrá la tele local y los periodistas del Diario de Cádiz; así que ya estoy preparando la invitación para Teófila Martínez, alcaldesa de Cádiz,, que llegará tarde pero, con total seguridad, en el momento preciso de salir en la foto.




¡Ay, qué calor!

No me refiero al calor empalagoso que desprende un hogar de libro de texto los fines de semana: dos hijos -si es posible, niño y niña-, “lila”, – una perrita con pedigrí-, un todoterreno, chalet sin muchas pretensiones en una urbanización de semilujo, dos padres -bueno, mejor madre y padre, por aquello de los comentarios de allegados y vecinos- y una chimenea empotrada entre la escalera de madera y el mueble de mampostería.
    No, hoy las musas dirigen mi mente hacia la calor de toda la vida, esa de los meses de julio y agosto, cuando el sol calienta mogollón, los días se hacen más largos y el aire es casi irrespirable...
Así de contenta estaba yo escribiendo cuando descubro que, según la Real -mira que me fastidia este adjetivo- Academia, mi estilo es vulgar o cuánto menos rústico. Me explico.
    Uno, al que se le olvidó poner el seudónimo, escribe en el siglo XIV un romance, al que sí puso título: Romance del prisionero, que decía: ” Que por mayo era, por mayo, cuando hace la calor, cuando los trigos encañan y están los campos en flor,...”. Y como en mi época nos hacían aprendernos de memoria los versos, se me queda grabado eso de “la calor”, pensando que le pasa como a “la mar” del pescador o “el mar” del turista. Pero no, a alguien hace siglos se le ocurrió eliminar el/la calor de la lista de sustantivos ambiguos, con lo cual se me ha ido del tirón la vena poética y ahora me pongo en actitud reivindicativa del  dichoso género de la palabrilla, aunque sólo sea por la frecuencia con que se oye en la Rioja y en las canciones de moda.
    Si me lo permiten los paisanos entrajeteados de la R.A.E. haré una versión particular del tema calor: cuando se trate de la sensación que experimentamos al recibir la radiación solar, le vamos a llamar “el calor”, que suena más serio y correcto; pero, cuando, sintamos algo sofocante, ardiente, caliente, a veces molesto, uf, que me estoy embalando, pues eso, le llamaremos “la calor”.
    Así que, nos vamos al chalecito, le decimos a los padres que cojan el super coche y se lleven a los niños y al perro de paseo, pero que nos dejen la chimenea, para aprovechar la segunda acepción que le  he dado al término, y como música de fondo algo que suene relajante.
    Me temo que mi propuesta léxica no sea aceptada ni siquiera por Antonio Mingote, personaje que además de académico es dibujante de humor, claro que publica un chiste diario en el ABC de Madrid.






MATAHARI. net
 
Me he convertido en una Matahari de pacotilla.    Esa faceta de mi vida no la tenía explotada, y a los 45, 44 y medio dicen que aparento -como decía Sabina-,  me he lanzado al vacío. He comprado una agenda -mejor dicho he reutilizado una que ya tenía guardada en un cajón, que no está el ecosistema como para tirar el papel-, por aquello de que la única neurona que me queda es incapaz de memorizar tanto nombre, profesión, ciudad de residencia y teléfono. Y he quedado en salir.Es fácil das tu teléfono y te llaman. Vienen a verte todo ilusionados porque tú eres la mujer perfecta, interesante, con clase y simpatía.
    Y vas,  y te lo crees.

1. De cómo entré en el mundo .net
 
Empezaré por el principio, porque las cosas importantes, o que lo parecen, se van acercando a tu vida tímidamente, sin apenas tener consciencia de ellas.
    Todo empezó por el consejo de una amiga, como en los anuncios publicitarios. Me pregunto, por qué las amigas y vecinas lo saben todo y tú que vives junto a ellas, ni siquiera te percatas de que su ropa está más blanca o que sus comidas huelen mejor. Serán las prisas.
    Pues eso, mi amiga me comenta: si duermes sola los 365 días –y en años bisiestos 366- es porque, o no te atreves a decirle a ese compañero que te mira tanto que se acueste contigo de vez en cuando, o no te has apuntado al mundo .net.
    Son requisitos imprescindibles: un buen ordenador, scaner, tarifa plana, por aquello de estar disponible las 24 horas, y un móvil. Total, por 6.000 ptas. al mes, de las de antes, y alguna que otra ropita interior sugerente, tienes garantizados polvos a discreción.
    Con mi mente de economista, hice los cálculos de  cuánto  costaba la unidad, coito o similar. Supuse la actividad como única variable aleatoria discreta, con dos posibles resultados: echarlo o no.
    La calidad no la he tenido en cuenta porque complicaría el estudio y además depende de los gustos del consumidor/ra o jodedor/ra, que no quiero que se enfaden conmigo mis lectoras feministas. A partir de ahora emplearé el término masculino, bien entendido, que vale para los dos géneros, porque me resulta más cómodo y porque hay que ahorrar energías para emplearlas en “otros menesteres”.
    La actividad la he estudiado a tres niveles: bajo, normal o alto. El estudio fue laborioso, pero he llegado a una conclusión importante, y es que: ¡Sale tirado, oiga!
Así que manos a la obra.
    Ya pasas el primer trago al darte de alta en “la casa de citas” o dicho más románticamente “página que soluciona todas tus carencias”: cómo eres, qué te gusta, qué buscas y escoge una foto. Se llama “perfil”.
    En el momento en que lo estás confeccionando no eres consciente de la importancia que van a tener esos datos para obtener resultados satisfactorios, en cualquier caso y a posteriori se puede rectificar, una vez pagada la novatada. Como la de un amiguete de Madrid que pretendía simplemente amistad y en el apartado “busca” puso hombres y mujeres; le llovieron ofertas de gays, parejas, tríos, y de todo lo que respira y se mueve. El chico alucinaba.
Hay perfiles para todos los gustos, unos se enrollan como una persiana de las antiguas -las de madera, que se pintaban cada primavera de verde o  barniz-, otros son escuetos; pero en casi todos, la foto no es fiel reflejo de la realidad. Una por exceso y otra por defecto, o porque una fotografía no plasma lo que una persona es capaz o no de transmitir.
    Yo, como la mayoría de mis paisanos pretendí dar un toque de humor a mi perfil, tanto en el nombre de la cuenta como en las descripciones.
Ahora en mi pseudo-veteranía sonrío con las reacciones diversas ante el susodicho: unos dicen “qué rara la cuenta”; otros, en cambio “muy buena tu cuenta”. Ante ese primer comentario, captando toda la información disponible, como la famosa espía, ya voy seleccionando a mis víctimas.
 
2. Mis primeros pasos
 
La verdad es que como por arte de magia fue teclear cuatro cositas y empezar a llover mensajes.Excepto uno, todos eran cortos, lo justo para presentarse y dar su teléfono. ¿Para qué más?
    No se podía imaginar VINTON CERF, creador del protocolo TCP/IP, sin el cual el Internet no habría sido posible, lo que se organizaría treinta años más tarde con su invento. Aunque, hombre listo donde los haya, ha hecho recientemente la siguiente declaración: “Uno de los problemas más importantes que tenemos hoy día en Internet  son los "piratas", la "piratería". Siempre han existido piratas, los vándalos, los hunos...Creo que, como este señor tiene el horizonte tan amplio, no sólo se refiere a los piratas software o de CDs, al cibervandalismo que se extiende por todo el mundo, a Atila rey de los mencionados, al “Pirata Malapata” -ese que tenía tan mala suerte, y que todo le salía mal, que un día secuestró a una mujer, pero cuando se disponía a huir, le dispararon con un cañón, hundieron su barco y la mujer pudo escapar-. Se refiere también a los piratas de esta página, objeto de este relato, sí los que saltan al abordaje con mar gruesa. Como saltó mi primer contacto.
    Se llama...bueno, qué más da, él fue el primero, como en “Tiburón” ,una adaptación de un bestseller que se desarrolla en unas islas que estarán en el Pacífico, como casi todas. Allí, una chica  está pasando las vacaciones de verano y una noche decide nadar desnuda pero no regresa nunca. El referido sí regresó, y bien pronto, a su casa. Entonces yo no era Matahari .net, y no sabía cómo iba este negocio.
Le agradezco haber sido mi padrino en este caos. Fue correcto, educado y me contó sus carencias que, curiosamente son las mismas que las del resto de los cibernautas.Soy vanidosa, lo sé, pero lo que más me gustó de este encuentro fue oír que yo era mucho más guapa en persona que en la foto adjuntada al perfil. El mismo se ofreció a hacerle algunos arreglillos de color y demás.
A la mañana siguiente, y por e-mail, me envió la foto retocada. La original era de colores luminosos, brillantes, alegres... y él  la puso en tonos grises. Pensé: “olé psicología masculina, ha captado perfectamente mi forma de ver la vida”. Seguimos en contacto, aunque no hemos vuelto a quedar.
    Paralelamente mi vida “virtual” iba sufriendo una transformación. De, exclusivamente, consultar páginas web, para leer El País o echarme las cartas, eterna dualidad la mía, pasé al mundo del Messenger. Ya mis amigas lo habían descubierto, yo me asombraba de las peleas entre ellas por chatear con sus contactos. Casi tuve que hacer un cuadrante para establecer horarios.Así que una tarde, no recuerdo de qué día, hice lo propio: incluir a mis contactos en mis contactos, valga la redundancia.  Me gusta hablar y que me hablen, o más bien teclear y que me tecleen.
    Ya sé que suena raro, pero nos tenemos que ir acostumbrando al verbo “teclear”; a expresiones como “teclear a toda pastilla”, “teclear cómodamente”,  “inconvenientes de teclear con un solo dedo”, o a curiosidades como esta: “los teclados de los ordenadores que se comercializan en España y Latinoamérica escriben, claro está, en español, pero también en inglés, francés, portugués o italiano, sin necesidad de cambios especiales o de buscar teclas ocultas. Pero inexplicablemente -será cosa de Bill Gates- los teclados que se venden en los países anglosajones únicamente escriben en inglés. Así, para que salga el rabito de la eñe, es necesario teclear Alt 165, sin mencionar nuestros acentos”.
    No era consciente de mi transformación, pero una noche al llegar de madrugada del Gran, y único, Teatro Falla, me sorprendí abriendo el Msn para ver si había alguien conectado y “chatear” un rato -nada que ver con las narices respingonas y con las copitas en el bar de la esquina-.
    Cuando chateas vives intensamente ese momento,si no lo has hecho nunca, es posible que no lo entiendas, te alegras, hablas sola, ríes a carcajadas o te cabreas si aparece el típico borde.Una locura la del tecleo y el chateo que va a ir creciendo con el transcurso del tiempo, paso del pirateo, tema que sólo interesa a las empresas suministradoras.
    Así que repasemos: teclear, chatear y...ligar.
 
3. Mi niñez .net
 
En mi segundo encuentro fui yo la que se lanzó en picado, como los niños que una vez que se mantienen en pie, ya quieren correr; quise probar la emoción de controlar un caza,  sentir como el hombre domina los cielos a manos de la máquina de su creación. Los pilotos son hombres privilegiados, dotados de una capacidad innata para controlar la tecnología a su disposición, pero la Matahari se la pegó como los tres pilotos japoneses que cayeron en picado sobre la bahía de Pearl Harbor.Me faltaba técnica, experiencia y veteranía. No estaba preparada todavía para montarme en un caza, debía haber probado antes al menos con un helicóptero, aunque sólo fuera como pasajera. Así que el refranero sigue vigente, se cumplió el dicho: “Arrancada de caballo andaluz parada de burro manchego”. Y, que conste, que el parón no fue iniciativa mía, fue impuesto muy a mi pesar.
    Todo esto hizo que me planteara esos primeros pasos que di cuando era niña -hace cuatro o cinco siglos-, para buscar cierto paralelismo y aplicarlo a este mundo de adultos informatizados.
    Recuerdo que no era muy desarrollada físicamente, tampoco es que lo esté ahora, pero ni la cirugía plástica remedia ya eso. Me sentía el ombligo del mundo debido, entre otras cosas a que era el “ojito derecho” de mi madre; curiosamente, ella lloró cuando nací, porque era la tercera niña y quería un varón. A lo largo de la vida me ha resarcido con creces esas lagrimitas. Por lo visto, yo de pequeña era alegre, sociable, pero... un montón de cabezona. Cuando algo se me resistía, me tumbaba en el pasillo de casa a llorar y hasta que no venía, ¿quién? justo, mi madre, no me levantaba.Creo que en otras cosas habré evolucionado, pero eso de la cabezonería ha sido una constante en mi vida. Y con la edad, si se cambia es a peor, te vuelves más cascarrabias y achacosa...o no, ¡yo que sé!
    Según dicen los psicólogos, el niño al atravesar esta etapa, va adquiriendo la capacidad de trabajar y de adquirir destrezas adultas. Aprende que es capaz de hacer cosas, de dominar y de concluir una tarea. Y al final  distingue entre “lo que quiere” y “lo que debe hacer”.
Y voy  y me lanzo a la segunda cita en un cazabombardero, ¡seré bestia! Pero, con la caída mortal, se supone que adquirí las destrezas descritas por los que estudian la mente y el comportamiento humano.
Conclusión de la segunda cita: A la semana de habernos visto, y después de comentarme “qué bien,  qué conveniente ha sido todo, qué..., bajó a por tabaco a todavía no ha vuelto.Yo me sigo llevando bien con él y nunca mejor dicho “yo”, porque él se ha esfumado.
Periódicamente le mando mensajes, me gusta ser moderna y actual, por lo menos de boquilla, y quedar como amigos, es la regla 32 de este juego.
 
4. ¿Tendré capacidad para lograr mi objetivo?
 
Mi intención era ser tan seductora como la famosa espía, no me podía rendir, tenía que aprender de ella, conocer su vida, sus devaneos y defenderla a muerte si fuere necesario.No quería que me pasara como con el tema de la niñez, busqué información, leí; y, poco a poco, me fui metiendo en su vida y milagros, para ver si se me pegaba algo.
    Así que estuve totalmente de acuerdo con lo que el otro día escuché en un informativo: “es cuestión de increpar a las autoridades francesas para volver a abrir el caso y devolverle a la dama el honor perdido. Porque, según sus investigaciones, fue víctima de un complot por parte de sus enemigos, que le pusieron la zancadilla para que fuese juzgada y parece ser que injustamente condenada”. 
    En este tema soy parcial, lo reconozco y me interesó la noticia. Pero cuando estoy viendo un informativo sentadita en mi sofá a la hora de la siesta, me asombro, primero que una noticia así tenga la relevancia como para aparecer en un telediario y segundo de las diferentes versiones que de una misma noticia pueden dar las distintas cadenas.
    Los informativos se están convirtiendo en el periódico “El Caso” pero televisado, con violaciones, accidentes y muertes por doquier.
    Y digo yo que no será porque no hay temas hoy que atraigan, que inspiren, que provoquen, que sorprendan, que hagan reflexionar, que inviten a la denuncia. Uno en cada esquina. Más globales o más particulares, para reír y para llorar.
    Compruebo que como mujer seductora y glamurosa no me como una rosca, me pierdo cuando toco temas que resucitan mi vena crítica y  el sentido práctico de la vida.
¿Qué hace una aspirante a bailarina-espía  planteándose estos temas tan profundos?
 
5. Artes de seducción
 
Antes de atacar o que me ataque la tercera conquista, decido tomar algunas lecciones sobre el arte de la seducción; porque, en el fondo soy una intelectualoide metida en estos menesteres por casualidades de la vida (si existen, claro). No nos engañemos, todo arte tiene su técnica.Lo de seducir con abanicos, pañuelos o cigarrillos...pasó a la historia. Ahora se seduce con miradas insinuantes, movimientos suaves de labios, de lengua o cruce de piernas al estilo de Sharon Stone en “Instinto Básico”.Hay que vestir sexi, ropa interior sugerente, pensamientos libidinosos -por aquello de la telepatía- y un montón de cosas más.
    Aquí me veo ante el espejo practicando miradas, gestos, probándome ropa, cruzando y descruzando las piernas; claro, que con la cara de “la Sharon” no hace falta este movimiento.
¡Vaya rollo! Estoy por dejarlo y dedicarme a Asuntos Sociales, o algo así, que creo va más con mi estilo. Rechazo la idea, porque lo que me propongo lo consigo y además esto de la seducción tiene que estar “chupao”, digo yo.
    Soy tan obsesiva cuando me interesa un tema que ya he aprendido un montón. Pero, en mi interior, me visualizo más dando un curso de verano  sobre “artes de seducción” en cualquier Universidad con un jersey de cuello vuelto sin mangas y de colores asimétricos, que enseñando el “canalillo” en la barra de un bar, ensayando mentalmente la mirada oportuna para cada conversación.
Viene a pelo comentar que un año estuve yo misma, en este caso tomando (o como se diga), uno de esos cursos de verano tan deseados para los currículos. Fue en Santander, en la UIMP (Universidad Internacional Menéndez Pelayo).
Puede ser que al leer las cuatro letras ya supieras que era la famosa universidad, pero me parece que es jugar con el tiempo y las mentes ajenas abreviar tanto. El empleo de las siglas economiza el idioma, soy consciente. Pero “to quisqui” cuando crea una fundación, un partido político, una asociación de vecinos o hasta un grupo de amigos de algo, lo primero que hace es poner a continuación sus siglas, como si aquí el resto de los cristianos tuviéramos obligación de saber que R.P.C.O. se está refiriendo a “Retouching Peolple & CO”.
Existen siglas para todos los gustos: científicas (I.B.B., Instituto Botánico de Barcelona), monárquicas (S.D.M., Su Divina Majestad) y ácratas (C.N.T., Confederación Nacional del Trabajo). Con tanto lío, y para remate, también existe un D.A.S (Diccionario de Acrónimos y Siglas)
En la reforma que le hicieron a la Formación Profesional, ahora llamados Ciclos Formativos, las asignaturas (perdón, módulos) tienen un nombre tan largo que, el primer día de clase cuando intentas que copien el horario que tendrán para el resto del curso, la risotada es generalizada. Aguantando el tipo, les dices:
—El lunes a primera hora tendréis T.C.O.T
—¿Qué?”, responden al unísono.
Y tú intentando ser natural (y odiando la LOGSE a muerte), les comentas:
—Pues eso Técnicas de Comunicación y Operatoria de Teclados.
—“¡Ah! —dicen ellos entre miradas de asombro—.
¡Vaya sociedad la nuestra! ¿Nos vamos a vivir a una isla desierta?
En una isla y sola, no sé si sobreviviría una mujer urbana como yo, pero en Santander, seguro que sí.
El balance de experiencia en el curso fue satisfactorio sobre todo a nivel personal; iba con amigos y conocí lugares nuevos. Por cierto, Santander nada que envidiar a Cádiz, me pareció una ciudad bonita y acogedora, donde las haya. Pero, a nivel profesional, o sea, calidad del curso, hay material como para escribir otro relato.
Mencionaré simplemente que son un grupo de amiguetes. Se preparan un tema: cañón –proyectores modernos- y todo. De tal manera que te muestran unas estadísticas, en forma de queso y el catedrático de turno se lleva dos horas manipulando esos círculos, las cifras van variando como por arte de magia y tú, mientras tanto, mirando cada diez minutos el reloj para ver cuándo llegará la ansiada hora del café.
No hay universidad que se les resista a estos doctos interlocutores, hacen “su agosto” y nunca mejor dicho, pasando por la U.V.T, la F.U.V.L.G. o la U.C.M, ¿Es fácil saber dónde van, verdad? Para clarificar un poco, la U.C.M. es la Complutense de Madrid, vamos...la de ”El Escorial”, prometo no utilizar siglas en lo que me queda de vida.
Van exponiendo el mismo tema, esté o no en consonancia con la programación del curso donde tuviste la suerte de matricularte, para eso es del mismo grupo que el organizador. Pero eso sí, emplean un lenguaje casi incomprensible que les rodea de un halo de intelectualidad. Un cate o suspenso, para ellos es “auto eficacia negativa”....sip.
 
  6. Danza del vientre
 
Creo que no estoy enfocando bien mi estrategia. Decido reconsiderar el tema, pero ¿qué camino tomar?
Y, como siempre, ahí va la vecina de tu madre y te da la idea.    
“Cómo no se me había ocurrido antes”, pienso.
    Eso de cruzar las piernas para que se entrevea que no llevas ropa interior, me parece una ordinariez, así que decido aplicarme ahora en otros artes, mucho más de acordes con mi idolatrada Matahari.
    Cuando vi bailar a esta joven, comprobé que era todo erotismo, sensibilidad y musicalidad. Me subyugó. Y decido tomar clases de danza; yo que sólo bailo un poco de sevillanas de feria, mientras todos  sonríen pensando en lo lacia que soy, me enfrento a un nuevo reto.
    Mujer informada, vale por dos -bueno, más o menos-, intento prepararme un poco antes de iniciar la primera clase, quiero sacarle todo el jugo, en qué consistirá realmente este baile, por qué surgió...
La danza del vientre es la unión perfecta entre cuerpo y alma, es mucho más que un movimiento de caderas. Bajo ese concepto, muchas mujeres están optando por este milenario baile para reencontrarse consigo mismas, sacar las emociones y recuperar la confianza perdida.
    Llevo sólo dos clases. Aún  no me siento relajada, porque debo pensar”rodilla quieta, saco cadera” al mismo tiempo que intento sentir la música. Pero, de todas, todas, es mucho más interesante y enriquecedor que  el pronunciar “fruta madura”, pensando que los labios en esa dicción se están tocando de manera sensual.
Entre unas cosas y otras, creo que ya voy estando preparada para afrontar el siguiente reto.
 
7. Tercera cita
 
Como los grandes estrategas no quiero ni puedo perder el norte. La estrella Polar debe ser mi guía. Hay dos grandes constelaciones que están situadas en lados opuestos de la estrella Polar, el Carro -Osa Mayor- y Casiopea.Así que, entre el Carro y Casiopea está el norte. Y yo entré en este fantástico mundo del .net para ligar, o algo por el estilo.
    No terminaba de rematar. Pero si quería llegar a ser una verdadera Matahari debía facilitar mi teléfono. En las dos primeras citas, al no tener teléfono móvil, fui yo la que llamó, no me da vergüenza reconocerlo. Facilitar un dato tan personal a un desconocido, podría traerme problemas, pensaba yo. Pero hace escaso tiempo entré en el consumismo del móvil. Al principio dices “pues vaya tontería ir cargada con un teléfono”, pero al poco tiempo le das su utilidad.
    El invento de los mensajes hace que estés en contacto mucho más frecuente con las personas, la llamada es costosa y da más pereza. En definitiva, ahora pago dos cuentas de teléfono la del fijo, el de toda la vida, y la otra. Consumismo en toda la extensión de la palabra.
    Casi a la semana de conocer a mi tercer “contacto”, me dijo que venía a mi ciudad y quería conocerme, pero me advirtió que él tenía otras amigas y que no valían ni cuelgues ni enamoramientos.
No creo que yo sea tonta, pero sí un poco tardía en reflejos, con lo cual al día siguiente de dar el susodicho número, me hacía dos grandes preguntas.
Tiene que haber personas en esta página que tienen a España organizada como una entidad bancaria, es decir por sucursales: Cádiz (urbana 45), por ejemplo. Como los marinos de antes pero en versión moderna. Que voy de Vacaciones a Segovia, pues quince días antes contacto con una segoviana conectada y ...¡a vivir que son dos días!...
    Pero lo que más me asombró fue el hecho de que antes de conocerte ya te avisan  que no vale cuelgues o similares. Carpe diem en sentido literal.
¿Dónde hemos dejado el romanticismo?  Yo no digo que escriba “Tu aliento es el aliento de las flores” como hizo Gustavo Adolfo Bécquer, con tuberculosis incluida que le daba un aspecto mucho más romántico, a su amada  Casta Esteban, pero de ahí a renunciar al placer de enamorarse, va un mundo.
    ¿Pero estamos locos? ¿Cambiar algún que otro encuentro por el estado de enamoramiento?
    Cuando te enamoras se produce un proceso físico-químico. Todo tu organismo se pone en alerta roja: una molécula del cerebro que se llama fenitelitamina manda la orden para que estemos felices y eufóricos, incluso puede provocar una cierta ceguera que hace no apreciar los defectos del otro/a (de ahí vendrá lo del amor es ciego). Pero esta molécula no es la única culpable. El cosquilleo que sentimos cuando le vemos acercarse se debe a la dopamina y la serotonina afecta al estado de ánimo, que varía mucho durante la fase de enamoramiento dependiendo de si somos correspondidos o no. ¡Todo un proceso, sí señor!
Como casi todo lo bueno, los efectos de la "molécula del amor" tienen fecha de caducidad, algunos dicen que como máximo 18 meses. Quizás por eso muchas relaciones se vayan al traste en ese período de tiempo.
Eso sí, ¿qué hay de los amores duraderos?, ¿cómo se explica lo que le ocurre a las parejas que mantienen su enamoramiento durante décadas? Al parecer, hay un segundo proceso químico que determina el éxito de las relaciones a largo plazo. Dos hormonas ejercen aquí su influencia: la vasopresina y la oxitocina (que se libera durante el orgasmo)

Decía Antonio Gala, y con toda la razón, en su libro El águila bicéfala:”No quiero sacrificar mi tranquila monotonía, enriquecedora y fructífera, al rompecabezas del amor con su alegría entreverada y su desorden”. Que es, dicho en plan fino, eso: la cantidad de hormonas y moléculas que hacen que nos trastornemos y que perdamos un poco la visión de la estrella Polar.
    Pero  mi tercera cita no estaba dispuesta a que le pasara todo este proceso así que dejó buen claritas sus intenciones. Pero ahora era yo la que se planteaba. ¿Qué hace una chica como tú quedando con un tío como este? ¿Le vas a bailar los dos pasos aprendidos del baile del vientre a semejante enjambre de ...?
    Y me vino una crisis existencial. Este tipo de crisis puede ocurrirle a una persona, a un país, a una ciencia hasta a una empresa. Implican un cambio de identidad: ¿Me siento otra? ¿Pienso de manera distinta?
“Para resolver esta crisis debo obtener la respuesta urgentemente, antes de que llame”, pensaba.Pasaron las horas, pasaron los días y no llamó. Y yo a todo esto comiéndome el coco. ¡No hay derecho!
    Después de la crisis, ya no sabía si seguir en el intento del .net o abandonar todo, cuando de pronto, me vino la idea: me convertiré en la “chateadora oficial del reino”. Seré una espía, pero desde mi casa. Utilizaré la información para pasar el rato y dar morbo.
    Y aquí me veo con chandal, coleta y gafas de cerca, tecleando a velocidad de vértigo. Por supuesto, sin la moderna web cam para que nadie descubra mis secretos y además porque el invento hay que perfeccionarlo un poco, salen unas caras de lo menos favorecedoras...
 
8. Desenlace
 
¡Ufffff, qué sueño! ¿Pero... qué ruido es ese? Suena el portero automático.
—¿Quién es? - pregunté-.
—Buena pregunta, soy Juan, el que se casó contigo hace diez años. ¿Recuerdas? He dejado a los niños en casa de tu madre, porque vamos a ir a comprar los regalos de Reyes.
—Medio sonámbula, respondí: “Claro, Claro”. Si supieras, me he quedado dormida y he tenido un sueño rarísimo. Era una ciberespía, me llamaba Matahari. Net.
—¿”Mata” qué? Anda baja, que ya es tarde y todavía no hemos comprado el ordenador.





Serpentera

Lo siento, no suena igual Tenerife que Ibiza. La “polvera nacional”, expresión ganada a pulso por la famosa isla canaria, viene de lejos. A muchas de parejas de recién casados se les ofrecía una oferta irresistible, con lo cual consumaban su recién matrimonio en el Puerto de la Cruz. A pesar del grandioso Teide, las connotaciones que vienen a la cabeza cuando se habla de un veraneo en Canarias son: clase media y turismo guiri  barato.
    Pero no, Eivissa es otra cosa. Sólo con decir voy a Ibiza, se percibe un murmullo generalizado de ¡hala, qué suerte!. Y es que la influencia de los medios de comunicación en nuestras vidas llega hasta extremos insospechados.
    Ya en el aeropuerto estás con siete ojos por si ves a algún famoso o al periodista televisivo que sabe tanto de la vida de los demás.
    La isla es pequeña y sus numerosas calas son una maravilla. Todo está enfocado para extranjeros que, según cuentan las crónicas, vienen a nuestros hoteles a comerse la mitad del buffet y a tostarse en extremo, todo ello por dos perras gordas.
    Pero yo, turismo peninsular, al segundo día ya me planteo: ¿Qué hace una española de pro cenando a las siete de la tarde y pagando una millonada por una botella de agua mineral pequeña?
    Opto por ir en busca de los antiguos hippies que repoblaron esta isla allá por los años sesenta. Los mayoristas de las agencias de viajes lo controlan todo y me informaron que el domingo en la Cala de Benirrás hacían una timbalada a eso de la puesta de sol.
Con una batita playera, toalla, ya un poco desteñida por el sol, y coleta mal hecha me presento en la famosa playa antes de la hora, para ir observando cómo iban llegando esa gente alternativa que tanto me atrae. Mi primer pensamiento fue: “Esto se avisa”, como en las bodas cuando hay que ir de etiqueta.
    Variedad de pareos a juego con el color de las greñas, gafas de sol de marca de renombre, toallas-sábanas de piel de cocodrilo o similar, tatuajes a discreción... y yo con mi batita que, por estar todo el día de playa, ya tenía varios surcos de haberse secado el agua salada. 
Tenía que comprobar qué pasaba cuando el sol se escondiera.
    Era como una feria, canutos, cervezas y fotos con los hippies fashion -esta que comenta también se hizo una, perdón-. Los timbales no iban muy acompasados y mira que yo no tengo buen oído precisamente.
    Resulta increíble que de toda la gente que allí nos concentramos, sólo una veintena de personas mirábamos cómo iba bajando el astro rey, los demás estaban atareados con la fiesta que se estaba organizando.
    Ante esta experiencia, me informan que si queda algún seudo hippy es en Formentera, isla escogida por famosos de renombre, como Bod Dylan o King Krinson, para pasar largas temporadas, hace ya  claro unos veinte años. A ellos no les importaba la carencia de electricidad o teléfonos públicos, buscaban la belleza y simplicidad del paisaje.
    En efecto, allí encontré, además de numerosas lagartijas, a un hippy auténtico. Llevaba ropa ligera y fresca, peinaba alguna cana, era escritor y  recolector de hierbas aromáticas. Vivía seis meses en la isla y los otros restantes en Ávila. ¡Cómo se lo monta el “gachó”!, pensé. Pero me contó algo curioso.
    Así es que, aparte de mis numerosos baños en aguas de ensueño, mis trasnocheos por las discotecas de moda y el caos de mi economía, he aprendido una cosa en mi viaje: aunque en la antigüedad a Formentera se le llamara "Ophiusa" (la isla de las serpientes), curiosamente en esta isla pitiusa nunca se ha visto ninguna.





¿Otra vez mi cumpleaños?
 
Pues sí, lo que me temía. Reunión en plena siesta, tarta casera de galletas y a mi querida familia no se le ocurre otra cosa que poner sobre el dulce, a modo de guinda, cuatro velas -qué tacto- y una tarjeta de esas que parecen que son animadas.
    Parto de la base de que me gusta celebrar el aniversario de la salida de la piscina materna y de que no tengo ningún complejo por cumplir más de cuarenta, porque la edad se lleva por dentro y yo aún tengo muchas ilusiones. Pero de ahí a lo que  ha pasado, va un mundo.
    Hasta hoy las velas para mí eran de cera, pequeñas y se consumían. Pero las de este año han salido hace poco al mercado. Las soplas y parece que se apagan, pero no, se vuelven a encender. Son como pequeñas antorchas o bujías incombustibles. ¡Cómo se puede perder el tiempo ideando un bien que satisfaga tan poco las necesidades!
    Ante la imposibilidad de apagarlas y para darme un respiro, opté por abrir la tarjeta, que decía:
“Pide un deseo y apaga las velas...Debes apagar las velas para que tu deseo se haga realidad ¡Intenta de nuevo!Vamos, ponle un poquito de más fuerza... ¿Realmente no puedes hacerlo? Al parecer los años no pasan en vano...”
    Pensé que el inventor de la tarjeta, por su alevosía y premeditación, sería el mismo  que el de las antipáticas velas. ¡Pero, qué le habré hecho yo! ¡Habría que quitar las patentes a todo aquel que sea un aguafiesta!
    Mi familia no se percataba de todo lo que rondaba por dentro de mi cabeza, así que ahí me tienes con la resaca, -porque la noche anterior celebré mi día con amigos-, con el humo de casi medio paquete de tabaco en los pulmones y... soplando como una. Mejor callar ante la alegría y regocijo de todos, que, por supuesto, fingían. En el fondo deseaban largarse cada uno para su respectiva casa y continuar la siesta. Se suponía que me tenía que sentir feliz porque decían al unísono: felicidades; pero en sus caras yo leía: vámonos que esto es un rollo.
    Siempre hay un consuelo: el hecho de que hubiera tan sólo cuatro velitas. Por cierto, creo que todavía están encendidas. ¡Que se jodan!
    Espero recuperarme para el pastel que, con toda seguridad, me prepararán para el año que viene. Ya estoy temiendo la sorpresa que deparará el destino.




Ciber-felicidad
 
 
Pero bueno, ¿cómo puedo ir por la vida moderna desconociendo términos tan importantes como xploit, keyloggers, nukes o buggs?
    Es más, y siendo franca, se me lo preguntaran en algún concurso, mi respuesta sería algo relacionado con Kellogg ´s, Smacks, Krispis...en fin, nada que ver con ordenadores sino más bien con desayunos y meriendas.
    Ya me lo estaba planteando, pero dio en el clavo un ciber-conocido. Él me dio la idea de hacer durante un puente laboral un curso de 48 horas. Sí, esos que te dejan el culo cuadrado y la cabeza caliente.
    La idea era aprovechar esos cuatro días de ocio, gastarte un pastón en la inscripción y someterte a la tortura de incluir palabrejas anglosajonas en tu mente.
    Como mi intención era ser una ciber-guay, no lo dudé; tras informarme pertinentemente de la mejor ciber-escuela, me dirigí a un cajero automático y con lágrimas en los ojos, saqué los euros necesarios para ampliar mi ciber-cultura.
    No me gusta ir a un curso sin al menos leer un poco el tema, será vanidad, pero siempre he conseguido alguna información anterior. Así es que me fui al Google e intenté encontrar algo relacionado con estos ciber-términos.
    Entre mujeres en pelotas y variada publicidad de masters en Riesgos Laborales, me quedé sorprendida cuando leí que “el xploit lo que hace es que te llegue el pasword de la víctima de hotmail a tu correo”. “Pero... ¿qué victima?”
    Más sorprendida aún me quedé cuando me entero que Keyloggers no es trigo inflado y azucarado, sino pequeños programas que sirven para espiar ¿Espiar a quién?
    Dejé ya de buscar cuando supe con nuke era una caída de conexión provocada por un usuario con ganas de fastidiar. ¿Fastidiar a quién? y ¿Por qué?
    Os podéis imaginar lo que hice con mis ciber-euros: me fui a la feria de Jerez, y escribo estas letras en un descanso entre la segunda y tercera sevillana.




Burbuja inmobiliaria

 

Después de hacer mi poquito de Bachillerato, mi poquita de carrera y mis poquitas de Oposiciones,  conseguí un trabajo fijo. Bueno, lo de fijo es un decir, porque cada año daba asignaturas distintas y en los lugares más recónditos de la geografía española.
    Sobreviví a estas penurias y en un golpe de suerte llegué a tener plaza definitiva en una barriada de mi ciudad natal. Tocaba plantearme donde vivir. De entrada, lógicamente, seguí en alquiler, pero costaba un pastón al mes y me habían dicho que los bancos estaban dando las hipotecas muy apañadas. Me propuse convertirme en propietaria de un piso.
    Una mañana, ojeando un periódico, leí algo así como “burbuja inmobiliaria”; pensé que se trataba de una nueva promoción de viviendas, así que presté atención.Repasado el artículo varias veces, porque no he visto lenguaje más raro que el de  un economista que quiere explicarse, -entre otras cosas porque ni él mismo se cree lo que  está diciendo-, creo que he cogido la idea.
    A saber, que no debo comprar el piso, aunque tenga sueldo fijo y mi familia avale el préstamo, porque dañaría las magnitudes macroeconómicas de España, y hasta podría bajar por mi culpa la Renta per Cápita de este año. Traduciendo, parece que quiere decir: las viviendas están carísimas y, como a los españolitos pobres nos ha dado por comprarnos un piso modesto donde vivir y a los ricos por invertir en ladrillo, pues de momento, están subiendo una barbaridad, la burbuja se está inflando.
    Según este teórico, si los compradores  tomáramos conciencia de que en el futuro la vivienda va a ser más barata porque así lo dicen las estadísticas -no sé en qué ciudad se han tomado los datos-, entonces llegaríamos a la conclusión de que ahora no es momento de comprar, que conviene esperar a que los precios bajen y  se pinche la burbuja.
    Para colmo, va la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico), que quién le mandará meterse en el tema, y lanza dos propuestas para modificar estas deficiencias: “reducción de incentivos para futuros compradores e introducción de subvenciones al alquiler para las familias con bajo nivel de renta".
    En definitiva, si tengo paciencia y sigo en alquiler, contribuiré al estallido de la referida burbuja,  Hacienda me nombrará ciudadana del año y me convertiré en heroína nacional. Que tiemble Agustina de Aragón que, por cierto, se llamaba Agustina Zaragoza y era de Barcelona.
    Seguro que tanto el afamado economista, como los dirigentes de esa organización tan rara tienen una lujosa mansión familiar, apartamentos para los megapijos de sus hijos, casa en la sierra y en la playa, y pretenden que me sienta responsable de dar solución al problema inmobiliario de España cuando me propongo tener un piso propio





Viaje a Marruecos
 
La verdad es que nunca me ha hecho ilusión realizar un viaje a Marruecos. Sé que está cerca, es barato y todo aquello del paisaje y costumbres, pero eso de ir a un buen hotel, todo organizado –en plan europeo-, no me va. Mientras el pueblo pasa hambre y los niños acuden cada mañana a la puerta de tu alojamiento y te acompañan durante todo el día, a cambio de unas monedas. Me sentiría culpable de la situación. No, no me va.Pero “si hay que ir, se va”, ¡vaya personalidad la mía!
    Ya no recuerdo el día ni el mes, pero teníamos programado encontrarnos donde atracan los ferrys en Rabat, un viernes a las cinco de la tarde.
    Tengo tiempo de sobra para preparar la bolsa, ropa cómoda, de sport, poca cantidad. Pasaporte. Visa. ¡Todo listo!
    Embarqué en Algeciras en el ferry rumbo a Tánger, prosiguiendo a Rabat. Buena temperatura, unos 20º. Un poco de viento y asquillo en el estómago, pero no llegué a vomitar.
    En el barco fui ojeando algunos apuntes sobre el país, por aquello de quedar bien, de la cultura general, y para sacarle el máximo provecho al viaje.
La base de la economía es la agricultura (árboles frutales y cereales), la minería (fosfatos) y la pesca. -Moneda: Dirham. - Religión: Islam. - 75% mujeres analfabetas. - Lenguas: árabe, francés... En la guía recomiendan extremo cuidado con los robos y secuestros, “lo tendré”, pensé.
Encontré por allí un periódico atrasado que decía: “Marruecos lanza una ofensiva diplomática a Europa, para recabar apoyos en el conflicto que le enfrenta a España”. ¡Jo!... tranquila, esto será lo de famosa islita, no hay problema.
    Arribamos a la hora prevista, una vez desembarqué, menos mal que llevaba una bolsa pequeña, porque en los viajes es un rollo cargar con peso; disimuladamente me miré en un espejo para ver la pinta que tenía: “¡Tutto sotto controllo”, pensé: camiseta asimétrica, pantalón vaquero y deportivas Camper del mismo color que la mochila de diseño. Auténtica mujer europea que viaja a África.
    Como mi acompañante se demoraba y, para no ponerme nerviosa, me distraje en pensar en la ducha que me daría al llegar al super Hotel Safir Rabat. Espero que no se haya olvidado de hacer la reserva.
    Ya eran las doce de la noche, no quedaba nadie en el embarcadero. Mi primo sin venir y yo “cagadita de miedo” porque a unos diez metros dos hombres no hacían otra cosa que mirarme. Pero que burra soy, ¿por qué no me habré comprado un móvil como todo quisqui?, Eres de piñón fijo. No al consumismo de moda. Pues aquí te ves, sola como la una, sin monedas para llamar desde ese teléfono público, y con esos dos de mirada oscura y amenazante... Saldré de esta.
Y desde luego que salí, pero a volandas de esos dos, antes presuntos y ahora verdaderos, secuestradores.
    Llegamos no sé dónde, porque llevaba los ojos vendados. Pero al bajarnos del coche, ya sí pude ver una casita, más bien modesta de dos plantas.Al entrar observé una sala, en la planta baja, destinada a los hombres, y una parte superior, con reservados independientes para mujeres o familias. Imaginé, por el barullo de mujeres y niños que allí había. Por una escalera estrecha, cubierta de sintasol, se llegaba hasta las mesas con mantel de plástico rojo. En el suelo cojines y alfombras. Cortinas sintéticas de flores y, encima de la tele, un mantelito de ganchillo y un par de perros de goma. El aseo tenía bañera y letrina, con un barreño para lavarse las manos.
    ¿Estoy soñando? ¿Pero esto qué es? ¿Dónde me han traído? ¿Qué hago ahora?
    No tuve que hacer nada, lo hicieron por mí. Me quitaron el conjunto deportivo y me colocaron una burka. Las gafas, por supuesto, desaparecieron de circulación. Para mi interior pensaba: ¿pero no estamos en Marruecos? ¿La burka no la llevan las afganas?
    Creí entender que me estaban presentando a mi compañera de “harén”. Una mujer menuda como yo, mucho más joven y con un estrafalario vestido rosa con puntillas blancas, llevaba chal negro, pantalones de licra del mismo color y una barriga de por lo menos ocho meses.
¿Por qué iba yo tan de negro y ella tan de rosa? ¿Por qué no lleva ella también una burka?  O todos moros o todos cristianos y nunca mejor dicho.
    Ya se me calentó la sangre. Para consolarme, Salma, que así se llamaba, me pintó los ojos con Kohl.
    Pasaron los días, yo no les entendía cuando hablaban, me prometí a mí misma estudiar idiomas –en serio- si alguna vez regresaba a Cádiz.
    Hassán, que así se llamaba el susodicho, por llamarlo de alguna manera, era el amo de la casa. Pretendía hacer turnos con Salma y conmigo, allí me llamaban Lala, dos días ella y otros dos días yo. Pero como ella estaba ya de ocho meses, decía el muy animal que todos los días yo.
Un día que el tipo estaba de buenas y, como ya chapurreaba su idioma, le pregunté que por qué me tenía allí retenida, a lo que respondió:
    A Salma la respeto, no ha hecho nada malo y además me gusta estar con mis hijos, pero necesitaba una mujer educada, capaz de compartir mis problemas laborales y mis inquietudes.
 ¡Arrea! Y con todas las mujeres que hay en el mundo, ¿tengo que ser precisamente yo la  “compartidora”?¿Pero no sabrá este hombre que Mohamed VI no practica ya la poligamia?Si al menos me hubiera secuestrado el difunto Hassan II, cuyas mujeres arrastraban las largas colas brillantes de sus caftanes, con almacenes repletos de vestidos, sándalo e incienso, cinturones de oro, collares y piedras preciosas...
    Pero no, mi vida transcurría entre la miseria, la melancolía y la tristeza, transcurrieron días,  meses. Nunca confesaré lo que realmente pasó.Mi único consuelo era que me había hecho  amiga de Salma. Hablábamos de muchos temas, en un idioma  casi incomprensible, mezcla del suyo y del mío.
Intentaba transmitirle mi forma de pensar. Ella no había viajado nunca al exterior y no sabía que en otros países se está luchando por la igualdad de sexos. Que la mujer y el hombre tienen los mismos derechos.Yo le explicaba que hasta en Afganistan las mujeres abandonan prudentemente su aislamiento forzoso. Algunas se quitan su burka, e incluso se manifiestan en pequeños grupos para reivindicar sus antiguos derechos.Ella parecía no comprender, hasta se avergonzaba de mis ideas liberales. Pero, en mi interior, yo notaba como ya se enfadaba y protestaba cuando se sentía humillada. Eso hacía que me sintiera bien. Porque los grandes logros de la humanidad se han conseguido con esas pequeñas revoluciones personales y cotidianas.
    Recordaba a mis seres queridos: mis hijas, mi madre, mis hermanos, mis amigos y....¡a mi primo!
    Un día Hassán me dijo que se había puesto en contacto con él, Juan Ramón, curioso nombre, Martínez Salazar, ministro consejero de la Embajada de España en Marruecos, porque la mitad de España estaba  buscándome; mi foto había salido en Tele 5 y en los periódicos de mayor tirada y, como no tenía más remedio,   me daba la libertad para volver a mi país.
    El corazón me dio un vuelco. Volveré a casa, con los míos. Ya por entonces, le había cogido mucho cariño a Salma y a los niños, pero a Hassán le odiaba, incluso le tenía que pedir permiso para levantarme el velo a la hora de la comida...
    Salma lloraba el día de mi partida, la verdad es que a mí también se me salieron algunas lagrimillas. En voz baja le dije que recordara nuestras conversaciones y que siguiera luchando por su libertad y la de sus hijos.
    Cuando llegué a Algeciras, todo me parecía distinto. Me había convertido en una mujer retraída, tímida, incapaz de decidir o de enfadarse con nadie. Bueno, mejor dicho, excepto con una persona.
    De vuelta a casa y, después de mil besos y abrazos, empezaba la tarea: adaptarme a mi nueva vida o, mejor dicho,  a mi vida. No me costó trabajo alguno, pero por las noches al acostarme las imágenes y las pesadillas volvían a mi recuerdo.
    Un día, me atreví con el ordenador, había perdido la agilidad de antes. ¿Niña, cuál era mi dirección de correo electrónico?
—notengoemeil, mamá, respondió ella.
—vaya sentido del humor que tenía antes de todo esto, pensé yo
Accedo, por fin, a la página de Hotmail, agotada –por cierto- su capacidad de memoria de tantos mensajes como tenía.
Me llamó poderosamente la atención, el que transcribo literalmente:
Asunto: Anulo el viaje
Fecha: qué más da
Prima:
Cambio de planes, no puedo ir a Marruecos. Te lo pensaba decir en el Messenger, pero ya sabes lo liado que estoy siempre entre el trabajo y lo demás.
Espero que este mensaje te llegue a tiempo. No te enfades otra vez y sé comprensiva.
Hala, un beso




¿He salido del armario?
 
Se llama Rocío, pero todos le dicen “la Rosi” porque trabaja de Asistente Social en una barriada marginal. La conocí hace un mes y desde entonces  estoy planteándome la vida y la sexualidad. Ahora que lo hago público, creo que estoy saliendo del armario, término tan actual y moderno que no sé si se podrá emplear en este caso.
    Una echadora de cartas  me predijo que iba a conocer a una persona, que iba a presentarme a alguien de bata blanca -médico, enfermero...-. Así es que cuando,  veraneando en Albacete, coincidí con Rocío, me vino una premonición y toda emocionada le dije que debíamos ser amigas. Era la escogida por el destino para ponerme en contacto con la persona que cambiaría mi vida. Se lo tomó a broma, lógico, y todos al unísono comentaron que yo era una desquiciada.
    Pasado un tiempo, ella llamó por teléfono para invitarme a la fiesta que organizaba con motivo de su cumpleaños.Cuando llegué ella estaba atendiendo al resto de los invitados así que opté por hablar con un amigo suyo, auxiliar de clínica, se llamaba Antonio y era gay. Le conté que nunca me ha gustado andar sola por la vida y que he tenido varias parejas: 
    El primero, marino de los de abolengo y de padre también marino. ¡Qué aburrimiento! Me dejó, entre otras cosas, un gran vacío por haber desperdiciado varios meses de mi vida. Yo observaba su rebeca, como de colegio, azul marino -valga la redundancia- y su camisa a cuadros, eso sí en plena armonía de colores todo el conjunto.
    El segundo, abogado en una empresa constructora, que entre otras cosas me dejó tres hijos varones, que comen que no veas, una pensión para pagar la mitad de esa comida y un montón de cenas de inicio y finalización de obra. Ellos a un lado hablando de negocios y ellas a otro comentando la cantidad de tortillas que se comen en casa de los albañiles. Yo, mientras tanto, en medio, con dolor de cabeza de tantas paridas juntas y de pies porque los zapatos eran prestados.
    Con el tercero, que era albañil, quise comprobar lo de las tortillas. Hombre habilidoso donde los haya, lo mismo hacía un taladro en la pared, que pelaba patatas para la susodicha. Me dejó, entre otras cosas, un mueble de obra y un armario empotrado. Yo miraba atentamente la lozanía que irradiaba cuando comía con la boca abierta y casi con las manos.
    Mientras hablaba, Antonio no me perdía de vista, aunque ya traía los ojos colorados y llevaba un par de copas de no sé qué licor. Cuando terminé de relatarle mis amoríos, el preguntó: ¿Y ahora? Bromeando respondí que no ponía lavadoras con más calzoncillos que los de mis hijos, pero que seguía buscando a un novio-amigo que viniera conmigo al hiper y a las bodas, porque odiaba ir sola a esos dos sitios.
Mira, -le dije, ahora tengo a uno con tres hijos que quiere que los domingos comamos los ocho una paella en el campo. Otro, dedicado a las finanzas que prefiere hablar conmigo a solas sobre la rentabilidad de las inversiones, y el último quiere quedar por la noche para tomar café.
El pobre chico, a pesar del colocón, dijo: ¡Sal del armario!Pero yo soy hetero. ¿Eso no va de sexo?, pregunté.
Su respuesta fue rotunda: generalízalo y manda todo al cuerno.                                      
    Cuando llegué a casa, dije en voz alta y rotunda: no estoy sola, estoy conmigo, vosotros no me gustáis y no soy así cómo creéis.  Hasta ahora mi vida ha sido un desastre, he hecho lo que se esperaba; lo previsto; lo correcto. Es fácil quejarse de los demás, pero, ¿y yo?, ¿dónde he dejado mis opiniones, gustos o apetencias?
    ¿Por dónde empezar el cambio? Ufff...
Ya lo tengo: lo de la compra del mes, está resuelto, la haré con reparto a domicilio. A las bodas invitaré al típico amigo/a parlanchín y educado; pero, y con los demás: ¿Qué hago?
    Ni corta ni perezosa, escribí una carta colectiva contando que odiaba el aburrimiento, las tortillas de patatas, las cenas protocolarias, ser madre de hijos ajenos, hablar de finanzas cuando lo que corresponde es sexo y tomar café a las nueve de la noche, con la buena que está la cerveza.
    Desde entonces lo que ha sido colectivo es el silencio, parece que a nadie le intereso, pero yo soy muy feliz porque creo que he salido del armario.



Odio a mi hijo
 
Así comenzaba una obra de teatro, por cierto, magníficamente representada por unos profesores metidos a actores por pura afición. Mi primera reacción fue de sorpresa.
    A medida que transcurría el primer acto, fueron exponiendo los motivos que les conducían a esta afirmación tan redonda, rotunda y cruel. Poco a poco te iban convenciendo de que para ser madre/padre hay que tener una cierta vena de masoquismo.
    Cuando empiezas en esta guerra, le comentas a tu pareja, cónyuge o similar: “qué ilusión me haría tener algo nuestro, pero...nuestro, nuestro, que nos una para toda la vida” (ilusa...) y, ni corta ni perezosa empiezas con la parte más sabrosa de toda esta historia, por lo visto interminable, la parte sexual. Son momentos que, si son elegidos voluntariamente, saben a gloria. No sólo no empleas métodos anticonceptivos, sino que además es que quieres tener descendencia. Parece como si los coitos o polvos supieran hasta mejor.
    Pasados el embarazo y el parto, más o menos bien, nunca genial, viene el quid de la cuestión: te dan el alta en el hospital.Llegas a casa con una personita que no habla, ni ve y que sólo come y duerme. Bueno, en teoría, porque algunos lloran que no veas.
    Todos van y vienen con sus regalos y halagos, pero tú siempre ahí con la teta al aire, pañales y baños. ¡Pero, que bonito y maravilloso! He parido a una personita que, por cierto cuando te mira tuerce un ojo. ¿Será bizco?
    Sigue comiendo, durmiendo y, a veces, llorando. Y sin darnos cuenta, empieza a hablar, dice mamá –fiesta nacional en casa-, pero qué listo. Anda, se cae y va al colegio. Según su profesora de maternales es un poco nervioso, pero incluso te ríes pensando que ha salido a ese abuelo tan simpático por parte de padre.
    La cosa se pone seria cuando los sucesivos profesores te van informando de lo mismo, el niño sigue hablando, pero parece que el tono va subiendo en el escalafón musical, ya no llora, grita. No te dice mamá, sino pesada. Uf, algo nuestro, ahora resulta que como ha salido rana, es sólo mío.
    ¿Habrá que seguir, no? En la adolescencia, ni te cuento. Dicen los psicólogos que te odian. Mientras tú piensas: ¿a mí? ¿pero si no me he portado mejor con nadie en mi vida? ¿qué querrá que me flagele si se me pegan las lentejas?
    Desde la mañana a la noche se suceden diálogos de besugos  y poco más. Siguiendo instrucciones de la nueva crianza, te esfuerzas en preguntar: “¿Cómo te ha ido hoy? Sabiendo con seguridad que la respuesta será un tajante: ”bien”; y vuelta a pensar en la siguiente pregunta, por aquello de crear un ambiente más relajado y de familia bien avenida.
    Cuando llega la juventud, la tensión se calma un poco, ya hacen lo que realmente quieren -bueno, antes también lo hacían-, es como si hubieras tirado la toalla, callas para no discutir.
    Paradójicamente irse de casa es cuando vuelven realmente a tu vida, se te acercan y te piden consejo, para hacer lo que pensaban antes de la confesión, normal.
    Comparo, para terminar, a los hijos con una hipoteca. Con el préstamo viene la casa de tus sueños pero también el pellizco monetario mensual y con los hijos un sentimiento especial y único, que lleva consigo la úlcera de estómago para toda la vida.





Cómo soy...Cómo me ven

La primavera
 
Cuando pasan los carnavales ya me pongo a temblar. Se avecina la primavera, el buen tiempo, el calorcito; te quitas el pañuelo del cuello -con lo socorrido que es para tapar las arruguitas-, y el jersey por fuera de ese pantalón que te hace las piernas tan largas y delgadas. Inevitablemente tienes que  descubrir al público en general todo el esplendor de tu cuerpo serrano.
    Se ha escrito y pintado tanto sobre la primavera, que queda poco por contar.
    Empezaré mencionando a “Flora” ¡todo un primor! Era una diosa romana encargada de las flores, los campos y la agricultura; protectora especial de la mujer y la diosa del amor hasta que fue reemplazada en este oficio -la culpa la tuvo Boticelli, después lo demostraré- por Venus -Afrodita -la muy zorra-.
    En honor de Flora se celebraban grandes fiestas, que en versión moderna serían los conciertos universitari, en las que evocaban el despertar de la naturaleza y  la explosión de la vida; representadas por la mujer que exhibía todo el esplendor de su belleza y de su atractivo.
    Cuando Botticelli, en honor a esta diosa, realiza la  obra “La Primavera” en el año 1478, no se podía imaginar la trascendencia que supondría para el arte posterior. Por lo visto, hasta entonces, un cuadro de tan grandes dimensiones (203 x314 cm) se reservaba para la expresión de los temas sacros. Así que, aunque dé la impresión de un pequeño desmadre por los velos y demás, debido al gran tamaño, se trata de una alegoría de carácter moral. Aparece la diosa vestida recatadamente, con túnica y manto de dos colores.
En su recuerdo nos ha quedado Santa Flora, mártir cristiana de Sevilla. (¡...!)
    Siete años después, al no colar el primer cuadro, el mismo pintor cambia de técnica, de tamaño (172,5 x 278 cm, para darle un toque más informal) y de táctica,  dejándolo todo al descubierto. Esta vez llamó al lienzo “Nacimiento de Venus”, con la intención manifiesta de pasar a la historia como el pintor de la diosa del amor.
¿Qué hacen los romanos ante los dos cuadros?
Pues como son tan “cucos”, cesan a mi querida Flora, con su magnífica barriga y tapada de arriba abajo,  reemplazándola por una lagartona, con el vientre más plano y la mano puesta en no sé qué sitio, a la que llamaron Venus (versión latina)-Afrodita (versión griega, espionaje mitológico, me supongo).
Cuentan que la susodicha nació en Creta, pero en unas circunstancias espeluznantes. Por lo visto un tal Cronos (que será el del reloj), mutiló  a su padre, Urano, arrojando “sus partes” al mar. De su espuma nació Afrodita.
Claro, con este historial en la familia...¿cómo nos iba a salir “la Afrodita?”
    Dicen que tenía la virtud de poder llenar los corazones femeninos de pasión y frenesí. Lograba que las mujeres abandonaran sus hogares.Por su culpa, Helena, la esposa de Menelao,  lo abandonó por París, y al final...¿qué pasó?, pues eso, la guerra de Troya, todo gracias a nuestra adorada y desnuda Venus.
    Del nombre de esta diosa, nos llega al español el vocablo afrodisiaco para denominar a "lo que excita o estimula el apetito sexual" y a la "sustancia o medicamento que tiene la propiedad de estimular el apetito sexual". Recuerdo a la pobre Flora, tan formal ella, me da lástima. Claro, que también me va el rollo de los afrodisiacos. Bueno, sigo.
Afrodita tuvo innumerables y tormentosos amores. De su unión con el pastor Anquises, por ejemplo, nació el piadoso Eneas, el de “La Eneida" de Virgilio.Pero también se le ocurrió “irse” con Hermes y de esa unión  nació Hermafrodito.  Éste era un hombre normal pero un día, decidió dar un plantón a una amiga, sin saber que ella tenía tan malas ideas que pidió a los dioses el deseo de que fundieran sus cuerpos. ¡Dicho y hecho! Así que, debido al rechazo, el pobre Hermafrodito, se convierte en hermafrodita , ya no era hombre ni mujer, no era de un solo sexo, sino de ambos. Familia rara donde las haya. En definitiva, de Flora a Venus /Afrodita, pasando por los romanos, Boticelli, y la rotación de la tierra, el 21 de marzo, nos guste o no, entra la primavera
 
Horror
 
Como vivo en Cádiz  y a la gente le gusta moverse más que a la Tierra, pues ya hemos quedado el domingo para ir a la playa, sí esa tan bonita, la de Bolonia, que no Bologna.  Los italianos tienen cantidad  de cosas fantásticas, pero en su Bologna no hay mar, aunque sí una salsa estupenda -por no hablar de la mortadela-.
    ¿Dónde tendré el biquini del año pasado?
    Seguro que en el armario ese enorme, donde lo mismo encuentras  el florero horrible que te regaló tu suegra el día de tu boda que la bolsa de la playa que, por andar siempre con prisas, aún tiene restos de arena y seguro que el bronceador -protector, perdón- se ha abierto y vertido.
    Ese ropero que cuando pasamos junto a él  pensamos: el sábado sin falta lo ordeno y que, cuando llega el susodicho día, piensas: que lo arregle “Rita la cantaora”, esa expresión comodín que siempre me ha llamado la atención. Se llamaba Rita Giménez García. Nació en 1859 en Castellón y cantaba de todo: soleares, malagueñas, bulerías. Su popularidad se extendió tanto, que quedó acuñada en la frase: “¡Eso, a Rita la Cantaora”! En la actualidad se emplea la coletilla para variedad de intenciones: va a pagar..., como diría..., para reclamaciones dirigirse a..., no me lee ni..., que lo arregle ...
En fin, allí estaba el descolorido y cedido biquini, con más pringue que los convoys de tanto aceite desparramado.Esta tarde salgo y me compro otro, que para eso estoy harta de trabajar, pensé.
Efectivamente, en esta sociedad capitalista y consumista, hay prendas para el baño de todos los colores,  precios y ¿tamaños?
Cuando viene a mi mente el problema del tamaño de las cosas, mejor dicho de los bañadores; me planteo varias cuestiones que se contradicen, pero a la vez se complementan:
1) Es curioso que en nuestro planeta la mitad de la población se muere de hambre y la otra mitad está a dieta
2) Que los hombres armarios y barrigones, prefieren llevar a su lado a mujeres delgadas, como si ellos con trabajar y “ser buena gente” ya  hubieran cumplido
3) Y que en un mercado casi infinito de artículos, sea tan difícil encontrar tallas grandes, teniendo en cuenta que el 19,3% de la población española tiene sobrepeso, siendo la tendencia  a subir porque los americanos tienen un 61% y, ahora que somos tan amigos y aliados, seguro que entre la ayuda prometida está mandarnos más sucursales del  MacDonald. ¡Anda y que les zurzan! ¡Qué se coman ellos sus helados de colesterol, sus ensaladas de plástico y  sus hamburguesas de yo que sé!
¡Vamos! que me quedo con la dieta mediterránea, esa de las lentejas y el pescado de los lunes.
    Volviendo a la cita del domingo, debo salir de compras. Entro en la primera tienda y, efectivamente, mogollón de ropita playera.Como es normal, el precio viene en  €, que para eso nos metimos (o metieron) en la Unión Europea. Ya me voy sintiendo ridícula al dividir entre seis, para calcular  cuánto me va a costar la broma. A todo esto, y tras el cálculo mental insufrible, sólo será una cantidad aproximada, porque el pico sin calculadora, es imposible  descifrar. Hasta cierto punto prefiero que valga 18, 24 ó 60 €, pero que me dejen de liar, que menudo problemón se me avecina.
Ya en el probador, ¡Dios, qué calor! Yo que voy aún con abrigo y la calefacción a toda pastilla. Ya empiezo a sudar. ¡Horror! Habría que destituir a más de algún encargado de poner la temperatura adecuada del aire acondicionado, sobre todo de RENFE. Si viajas en agosto, llévate un abrigo, porque de lo contrario el resfriado lo tienes garantizado y pide después daños y perjuicios porque te han destrozado las vacaciones, que ya verás lo que te dan.
    No sabía yo que el verdadero desatino vendría ahora. Me desnudo y me quedo como mi madre me trajo al mundo, pero con sesenta kilos más y ¡sin depilar! Cierro esa cortinita ridícula que te ponen para evitar, en lo que pueda, las miradas furtivas de los que están esperando fuera. Y no por pudor, sino por el desastre que estoy viendo en ese espejo, grande sí, pero hecho en contra de todas las corrientes del marketing actual.La cara pálida como la pared y del resto ya ni os cuento.Como puedo, voy dejando en el suelo lleno de bolas de polvo, -por cierto, en cada sitio las bolitas son de un color azules, grises, más bien rosas...-, mi abrigo, mi bolso, mis gafas, ya casi no me puedo mover.
El mundo es de los valientes y forzosamente me lo tengo que comprar pero, en vista de que no hay más cera que la que arde, elimino el top-less y las dos piezas, optando por un bañador y cuánto más tapadito mejor. A ver si soy capaz de meter dentro todos los michelines.
¡Talla 42!...imposible, probaré con la 44.
“Igual ha pasado con la ropa como con los zapatos, que ahora son un número más” -pensé.
Pregunto a la dependienta que tengo en la puerta, y me dice que no, que las tallas de ropa siguen igual (...) y encima me da el coñazo  diciendo: ¿Cómo le queda?No me lo puedo creer, con el disgusto que tengo, va la tía y mete el dedo en la llaga. En fin, cosas de las comisiones que le dan por el volumen de ventas. La perdono.
    Pero estos fabricantes en quienes están pensando, seguro que en las chinas. No se lleva lo étnico, racial, pues ahí van esas dos “peasoscaderas”. Como puedo, y con la autoestima bajo mínimos, me enfundo dentro del bañador, con los ojos entre abiertos para no ver en su totalidad a la diosa de la abundancia...en carnes.
    Nadie se ha preguntado, por qué da más corte dar el primer paseíllo en la playa, allá por abril o mayo –como si de un torero se tratara, recorriendo las ferias de los pueblos-,  que desnudarte cuando vas a hacer el amor, incluso con un seudo-conocido.  Yo se lo achaco, entre otras cosas a que no todo depende del color sino también de la luz con que se mire y de la abertura de los ojos.          Los ojos actúan como cámaras fotográficas. En la playa, con un día soleado y brillante, la luz reflejada por el objeto fotografiado es muy intensa y no produce una buena imagen. En cambio, en la semioscuridad de un dormitorio, y con los ojos semicerrados por la influencia hormonal, todo se ve como más difuminado, más tenue, mejor. ¡Y tanto que mejor!
 
Gimnasio-potingues
 
Curiosamente después de toda la comedura de coco con respecto a mi tipo y al bañador, el día playero en Bolonia fue estupendo, vamos que lo pasamos “divinamente”, como diría la famosa.
    Somos un grupo de amigos, nos queremos y nos llevamos bien. Ninguno se fija demasiado en los tipos de los demás, entre otras cosas porque nos reímos primero de nosotros y después con los demás, pero nunca “de”.
    A pesar de todo, me doy cuenta de que este año he pasado demasiadas horas frente a la pantalla. El trasero lo tengo como un poco cuadrado, así que decido apuntarme en un gimnasio.
    El primer día, me presento con un chandal de “toda la vida”, de los baratos y reciclado de mis hijas. Mi primera sorpresa es que todas iban monísimas: mallas y camiseta escotada a juego, todo muy apretadito. ¡Y yo que pensaba que para hacer deporte se tenía que ir cómoda!
Me recibe la monitora, un poco más joven que yo, pero cuya masa muscular abultaba  cinco veces más que la mía. Su aspecto era espantoso, pero a ella parecía encantarle, porque sólo hacía mirarse en el espejo. Su cuerpo era como esos muñecos que se tienen en los institutos para mostrar la anatomía humana pero, ya digo, multiplicado por cinco.Loli, que así se llamaba, fíjate que no le veo nombre de atleta, me mira con cara de “quéestropeadateveo”, pero como buena profesional intenta animarme y me dice: 
—si quieres estar así como yo, con dos horas diarias el resto de tu vida, lo conseguirás.
Yo la miro con cara de “nomegustantusmusculitos” y decido ir al gimnasio una hora dos veces en semana hasta el verano.
Cuando la susodicha me pone la rutina, y nunca mejor dicho, yo alucino: 15 minutos de bicicleta estática, no sé cuántas series de no sé cuántos abdominales, otro tanto de piernas y brazos. Vamos, que menos la lengua, todo había que moverlo en la hora que duraba la sesión maratoniana.
Lo reconozco, ya empecé haciendo trampas en la bicicleta, y planteé mentalmente una regla de tres: si para llegar a la meta se tarda 15 minutos, aumentando la velocidad, tardaré menos.Convencida, empecé a pedalear rápidamente y en 7 minutos ya había terminado.
    Miré a mí alrededor,  daba un poco de angustia toda esa gente sudando como pavos, con toallas empapadas, el suelo encharcado y pensé en lo importante que eran las matemáticas en la vida, aunque todavía no logro entender para qué sirven las integrales o las derivadas, será para llevar los ”Apolos” al espacio o algo así.
    Cuando me di cuenta, estaba tumbada en una colchoneta simulando que hacía abdominales:  ¡Jo, qué pellizco daba en el estómago!  Tomé la decisión de hacerlo todo siete veces, porque me había traído suerte ese número con la bicicleta. El cuerpo se va acostumbrando poco a poco, que no es cuestión de flagelarse.A las pesas no llegué. Había tanta gente recreándose sus admirados músculos ante el espejo, que eso parecía una peluquería de barrio, y me fui a casa convencida de que había hecho algo útil por el organismo.
    De camino al dulce hogar, ya notaba agujetas casi por todo el cuerpo. Pero estaba contenta, pensando que ese dolor era el síntoma evidente de que los músculos estaban volviendo a su posición original.Qué decepción, cuando en la ducha observo que nada había cambiado de lugar, todo estaba como antes de ir al gimnasio: “Esto es un timo”.
    Pero ¿qué hago ahora?
    Dice la tele, y yo me lo creo todo -o casi-, que hay cremas que reafirman, hidratan, nutren y embellecen. ¿Por qué no intentarlo?
Tengo delante de mí toda una estantería con variedad de potingues: blancos, azules y rositas.  Leo  todo lo que pone en el envase y me lo creo todo -o casi-. Con cuatro o cinco botes, uno para cada parte del cuerpo, tengo solucionado el descolgamiento generalizado de músculos. Cuando ya estaba casi decidida por la marca cuyos resultados eran mágicos, la señorita –con dos kilos de chapa y pintura-  que atendía,  confesó que los milagros no existen ¡Qué jodia!, “Ya llegarás tu a mi edad, mona”.
Compré una crema protectora hidratante de las de oferta y opté por tomar mucha agua, cambiar la cerveza por tinto de verano, dieta equilibrada, de lunes a viernes,  y paseos por la playa.
 
Ruta del colesterol
 
Si eres un poco observador, te percatas de que ante un día playero hay diferentes actitudes:
    Está la del deportista, dale que te pego con la pelota o con las raquetas de tenis. Cuando te pegan el primer balonazo y te piden excusas, le sonríes, pero al quinto ya empiezas a decir palabrotas.
    El turista que ha pagado un pastón por el apartamento y que, aunque haga un levante que sales volando y los niños lloran porque les duele la arena al volar sobre sus cuerpos, no se rinden porque tienen que amortizar la inversión.
    Los domingueros, que parece que van de mudanza: sombrilla, sillas, mesas, bolsas del antiguo Pryca, neveras, garbanzos, caracoles y ensaladilla rusa. Cuando los ves, piensas “mira que son catetos”, pero cuando empiezan a sacar las cervecitas frescas y los pinchitos de tortilla, te mueres de la envidia.
    Los pijos van ligeros de equipaje, con toalla de diseño, buen libro, revista o periódico El País y alguno “guiri” (que llevan siempre con las tapas hacia fuera para que todo el mundo pueda hacerse la idea de lo intelectuales que son) y gafas de sol con marca de renombre.
    Hay gente que ni llega a bajar a la playa y espera a la mujer y a los hijos en el chiringuito de la esquina, mientras toda la familia se tuesta al sol.
    Y, por último, estamos los de la “ruta del colesterol”. Llegamos a la playa con sólo una bolsa pequeña, nos vamos quitando la ropa, sorteando en el camino hacia la orilla (que en Cádiz es casi eterno) a quinceañeros tostándose con aceite de zanahoria.
    Hay diferentes etapas como en el ciclismo:
Si llegas hasta el Castillo... por cierto, castillo propiamente dicho no hay,  había supongo, ahora es una residencia de militares. Vamos, vacaciones casi pagadas a cargo de los Presupuestos Generales del Estado.
    ¡Que manía en Cádiz por llamar con nombres que ya no existen!.
    Cuando alguien pregunta dónde está Cortefiel, le decimos que junto a la plaza de toros. La pobre persona puede dar mil vueltas a la manzana, porque dicha plaza hace ya cuarenta años que la derrumbaron -el último que vi torear creo que se llamaba “Platanito” o algo así-, pero el nombre ha quedado. Somos así.Pues eso, si te vuelves a la altura del castillo, has andado, pero poco.Pero si llegas hasta el “Chato”, restaurante que está, existe, se come bien, carísimo y admiten a militares y civiles, entonces puedes tener la conciencia tranquila, que no sé si existe, esto es ya más cuestión personal.
Próxima etapa:  El chiringuito de la gallega, comida barata y pescado fresco, es para los que están más en forma.
Y, por fin, Torregorda, con un comedor de militares, reciclado ahora para el público en general. Bueno, allí nunca he llegado, la pereza me puede, y la comida es eso, de cuartel.
¿Pues no parece que voy pasando revista a la ruta culinaria de la Armada?
Por la orilla te vas encontrando a todos los de la ruta del colesterol. Unos la hacen por prescripción facultativa, otros por decisión propia y todos porque es agradable y te mantiene en forma.  Continuamente vas diciendo “hola” y “adiós”.
Cuando  coincides con tu vecina, esa tan elegante y bien peinada, piensas “hay que ver lo que se gana vestida y con ropa cara”, después dicen que la elegancia es natural.
Fíjate si será cursi que cuando se baña no se moja los pelos, para no estropearse el peinado. No sabe el placer que se pierde.  No conviene ser más esclavos de lo que ya somos.
Si se para a hablar conmigo del portero y demás, la noto como un poco asfixiada, porque conteniendo la respiración se tiene menos barriga, o eso cree ella, ¡A mí no me la pega!
Al cruzarte con una amiga de la infancia, inevitablemente la observas para percatarte de cuál de las dos se conserva mejor.        
Y si es alguien con peor tipo que tú, pero con biquini y sin pañuelo o similar, sientes envidia porque te das cuenta de que está mucho más liberada de los condicionamientos sociales. Y es que ahí puede estar una de las claves de la felicidad, el aceptarse en lo bueno y en lo malo, como las parejas de antes ...y algunas de ahora.
Cuando intentamos contactar con alguien ofrecemos “un lote completo”. Así que, vaya la simpatía por las minúsculas arrugas que rodean la boca,  y la inteligencia por el pliegue colocado según se mira al ombligo, a la derecha.
 
Chiringuito
 
Cumplido ya nuestro deber con el cuerpo: mover el trasero, respirar aire puro y cansarte un poco, procede cumplir con la mente y con los amigos.Nos vamos al chiringuito a tomarnos esas sardinas , acompañadas, por supuesto, de una cerveza  o por tinto de verano, si estamos a dieta.
Mañana nos plantearemos otra vez eso de estar delgadas y sin michelines.
Además, ¿no dicen que lo importante es el interior? pues creo que los riñones, el páncreas y el duodeno me funcionan de maravilla.






Mojada de otoño


Debo reconocer Juan (o Joan, como prefieras) que resolviste muy bien el tema de la lluvia. Para ti fue fácil decir: “llueve, detrás de los cristales, llueve y llueve..., te podría contar...”
Claro, te ponías entre melancólico y romántico. Tenías chimenea y hablabas de lo que serías capaz de dar por una sonrisa.
    La realidad urbana es bien distinta. Te cuento: lunes, tras un desayuno ultra rápido, me dispongo a enjaretar la comida y como yo también soy pobre, -pero no sólo hoy, sino también ayer y seguramente que mañana-, me arreglo para ir al trabajo: peinado, cara ropa. Todo a punto para disfrazarme de ejecutiva agresiva. Efectivamente, me pasó lo que a ti, antes de salir de casa miré al cielo y vi que estaba gris, así que cogí un paraguas. Ya en la calle, creo que en conjunto, resultaba monísima, pintadísima y peinadísima.
    Llovía con poniente, huracán en el estrecho, paraguas que salen volando. Agradecí entonces los kilos que había cogido en el verano. ¿Sabes lo que es empaparte viva?  A ti te llovía detrás de los cristales, pero a mí me pasaba como a los pardos tejados, que me caía encima, cómo para hablar de sonrisas. Mi objetivo era no salir volando y cruzar mi calle, que se convierte en una laguna inmensa cuando llueve. Yo también estaba sola y no sabes el miedo que tenía, porque los coches no disminuían su velocidad y se podía practicar surf con el cerco de agua que iban dejando al pasar. ¡Qué estresados y coléricos nos ponemos!
    Mis ojos estaban tristes, pero apenas se veían porque las gafas estaban empañadas y con gotitas. No sabía si volver a tu lado, a casa o seguir mi recorrido rutinario.
    Se me iba la hora, ya seguro llegaba tarde. De pronto, imaginé que estaba en el campo, rodeada de chopos medio deshojados -que como las personas, en otoño, nos volvemos  marrones o amarillentos, porque nos falta clorofila-, la atmósfera se iba impregnando de olor a ozono. La sensación que sentía era la de estar tan integrada con el entorno que me quité el moño, las lentes y los zapatos. La ropa no pude, porque estaba mojada y se había pegado a mí  como una ventosa. Todo mi cuerpo agradecía esa humedad. Mi cara que, al salir de casa era una pintura perfecta, se había llenado de pequeños riachuelos de diferentes colores. ¡Por fin había conseguido desprenderme de mi careta! Caminaba lentamente, gozando del momento. Notaba cómo la gente al pasar junto a mí, sonreía. Yo era feliz.
    Llegué al trabajo gritando: “el agua es vida”,. Todos mis compañeros pensaron que me había vuelto loca, que había pillado la gripe o, como dicen en los pueblos, que tenía hambre. Optaron por una solución muy a la española, me dieron un buen desayuno y esa aspirina comodín que resuelve todos los males.
Cuando desperté, estaba en la cama con cuarenta de fiebre,  pero yo seguía cantando: se  va la tarde y me deja, la queja que mañana será vieja de una balada en otoño...





La risa
 
Hoy voy a escribir algo sencillo, de andar por casa, como las antiguas batas de guatiné –seguro que en francés se escribe de otra manera-. Tan rutinario y agradecido como el café mañanero, y tan reconstituyente como un baño en el mar. Hablaré de la risa.
    Por lo visto, el hombre es el único animal, bueno la mujer también, que se ríe. Desde la carcajada  a la risa con disimulo hay toda una gama. Tenemos los ataques de risa, la risa contagiosa, partirse de risa e incluso mearse de lo mismo.
    Aunque nos dé la impresión de que en California sólo hay playas y pijos, también hay Universidad. Bueno, pues unos investigadores de la susodicha han descubierto que hay un lugar en el cerebro que es el centro de la risa. Si en ese punto nos dan un pequeño calambre, -por medio de electrodos, que no con un cable pelado, se supone-, nos sonreímos; y para más INRI, si la descarga es intensa, en vez de protestar, el hombre que es el ser racional, se ríe a carcajadas.
    Si nos reímos como mandan los cánones, es decir, ante circunstancias graciosas o un chiste, no hay problema, esta sociedad nos comprenderá. Pero la risa que pone en un apuro es la nerviosa, esa que no se puede controlar y que normalmente se origina ante circunstancias trágicas o que requieren una conducta seria. Sé de buena fuente que los familiares de una persona que falleció se pasaron dos horas riéndose, recibiendo a las visitas que venían a darle el pésame con unas carcajadas impresionantes. Mal trago por partida doble, sí señor.
    Para un esquimal esta escena no ocasionaría problema alguno porque, aparte de compartir a sus mujeres con los invitados, hacen entre ellos duelos de ridículo, delante de todos sus convecinos los dolidos se insultan y ridiculizan, resultando ganador el que más carcajadas haya provocado.
    Ya lo decía Erasmo de Rotterdam: "Reírse de todo es propio de tontos, pero no reírse de nada lo es de estúpidos".
    No vale pues reírse por cualquier motivo, pero de ahí a pagar por sesiones de risoterapia... El país que está a la cabeza en el aprovechamiento de la risa como terapia es, adivina, claro EEUU. Se comen sus hamburguesas, sus helados y después ¡hala a la escuela a reírnos un rato! Se trata de sesiones de 45 minutos, en la fase de calentamiento, todos los participantes a la indicación del tutor empiezan gritando: “ho, ho, hahaha, ho; ho, hahaha” a la vez que aplauden. Después comienza el verdadero y serio trabajo de reír, se busca la risa con vídeos, conversaciones, cosquillas. Imparten cursos de cuatro meses y también aplican terapias individuales.
    A la risa le pasa como a la soja y al sexo, últimamente se ha descubierto que lo mismo aportan hormonas que mejoran la circulación sanguínea. Mezclando todo un poco; en una entrevista Julia Otero, le preguntó a Tricicle: “La risa, ¿es el orgasmo de la inteligencia?, a lo que ellos respondieron: “Más bien la ironía. Hay humor poco inteligente con el que algunos se ríen mucho. Sería un orgasmo feo.”
    Así que ahora me planteo, si los yanquis para aprender a reír tardan cuatro meses, seguro que tendrán que inventarse una carrera universitaria –que, por cierto, se podría estudiar en California- para el tema de la burla fina y disimulada.

Comentarios

Entradas populares de este blog

HUESO CONTRA HUESO (Ganador del II Concurso Nacional de microrrelatos. CPA de Isla Cristina)

 Con ese crujido premonitorio de rodilla noté que algo barruntaba a mi alrededor. Ese chasquido seco, no audible, inarmónico y esas burbujas que estallaban dentro de mi articulación podrían pronosticar artrosis, desgaste de menisco o un cambio en la humedad del ambiente. Podría augurar que ya era mayor. Pero no. En mi caso, esa fricción de hueso contra hueso presagiaba la mejor versión de Kramer contra Kramer que hubiera imaginado.             En los eternos anuncios publicitarios de la película que estábamos viendo y con un tímido balbuceo, como el zumbido de un enjambre de insectos, casi insonoro, pero aclaratorio y lapidario, me dijo: “Quiero que leas una carta que te he escrito y que me digas tu opinión sincera”. Acostumbrada a corregir exámenes, cogí mis gafas de cerca y me dispuse, sin dilación, a cumplir, su petición.             Pasados unos minutos y analizado su escrito, con toda la calma de la que fui capaz, le respondí: “Ya la he leído, Ramón. En el análisis del texto

¿VEINTE? (2º premio VIII Edición del Certamen Literario “La Arboleda Perdida” Puerto de Santa María)

  ¿VEINTE?   Una, dos, tres. De pequeña me apodaron “la Santita” porque era tierna, noble y obediente. Cuando a mediodía llegaba del colegio, tanto los vecinos como mi madre me tenían preparada una lista de recados varios: “Niña, baja a por una hogaza de pan para doña Manuela, la del cuarto y, de paso, vas a la frutería, compras un kilo de naranjas de las tontas y le pides a Ramón un poquito de perejil”. Y allá que iba yo, sin rechistar y con agrado, a hacer felices a todos. Las monjitas, y en especial sor Carmen, me trataban de una manera especial, porque especial era yo. Todos cuchicheaban que mi bondad y mi inocencia eran contagiosas y que mi manera peculiar de mirar y de hacer las cosas, me hacía encantadora. Un primor de niña. Una santita, como mi apodo. Cuatro, cinco, seis. Terminado el bachillerato y la universidad, llegó el momento de oficializar mi bondad y tomé una decisión que marcaría mi vida.   Me metí a monja. Me metí a monja seglar, porque yo quería vivir en el mu

Camarero, ¿me pone una caña?

  La soledad me fascina. Puedo decir, sin orgullo, que a mis cincuenta años nunca he tocado un cuerpo que no fuera el mío. No he tenido vínculos reales, ni novios ni amigos ni nada que se le parezca porque me gusta vivir sin riesgos, sin disgustos, sin altibajos. Me he hecho adicta a no dar explicaciones, a mi espacio, a dormir en diagonal, a… Y es que, para mí, m antener una relación interpersonal fluida y sana, en vivo y en directo, se ha convertido en una utopía. Bueno, a ver si me explico para que se me entienda. Algo ha habido por ahí, pero nada que ver con los convencionalismos ni con lo establecido. En mi juventud me enamoré de Mike Jagger, el vocalista de los Rolling Stone. Tenía un poster, tamaño natural, en la puerta de mi armario. Hablaba con él, por cierto, en español, porque el inglés se me da fatal, le contaba de mi vida y de mis suspensos. Él hacía como que escuchaba, miraba y no sé si sonreía. Un novio perfecto. Soy consciente de que me doblaba la edad, pero ese

ME PONGO A DIETA DE AMOR (Publicada en el núm. 6 de la revista cultural Nova Tálassa)

Ella no sabía que a las seis de la tarde se enamoraría, por eso a las cinco salió de su casa para estirar la cabeza y las piernas. Cuando llevaba seis mil pasos y como premio a su vilipendiado cuerpo, maltrecho por los kilos y la vida, decidió entrar en una cafetería y zamparse un trozo de tarta y un café con leche. El local estaba abarrotado de niños merendando, abuelos que hacían de canguro y perros domesticados que hacían de niños. Todos felices, excepto ella que no divisaba un lugar discreto donde cometer su pecado gastronómico. Sonreía ingenua cuando, sin pretenderlo, se tropezó con un hombre interesante de mirada enigmática. No muy alto y nada guapo, pero, al menos a ella, debido a la indigencia emocional por la que atravesaba, le resultaba atractivo. Él resuelto, le propuso compartir la única mesa que quedaba libre y ella no se negó. Resultaba una pareja de buen ver. Sumarían entre los dos unos setenta años. El camarero, hasta ahora ausente en la trama, tomó la iniciat

De cómo la policía arruinó mi carrera literaria

Yo antes era una asesina psicópata sexual. Mi vida se columpiaba en un tiovivo de sensaciones extremas. Después de cargarme al monitor de pilates, al repartidor de Amazon y al vecino ruidoso del segundo B, y con la policía pisándome los talones, decidí cambiar mi destino. Opté por pasar desapercibida y mezclarme con gente normal, gente de bien. Me apunté al directo mensual de Rosa Montero. Quería alejarme de mi pasado, así que no tuve más remedio que aprender sobre el narrador omnisciente, el monólogo interior y hasta el realismo sucio. La adaptación al grupo resultó perfecta. Era una más. Mi vida pasada se convirtió en una fuente inagotable de inspiración. Este mes tocaba redactar algo cuya protagonista fuera la primera persona que me encontrara al salir a la calle y que incluyera dos sustantivos elegidos al azar al abrir un libro. Toda obediente, con “hombre, excursión y playa” me ha resultado fácil y he escrito sobre ese viaje del IMSERSO a Salou, en el que maté a un jubilado de Ast

Tacones más sensatos que lejanos

Yo quería ser chica Almodóvar.   Quería ser una Penélope Cruz en Volver , escondiendo el cadáver del marido en un arcón congelador. Quería ser una actriz porno como Victoria Abril en Átame . Quería cantar “Un año de amor”, contoneándome junto a Miguel Bosé en Tacones lejanos . Quería vivir el momento gastronómico más memorable de la historia del cine y zamparme con María Barranco ese gazpacho asesino en Mujeres al borde de un ataque de nervios . Quería todo eso, y mucho más. Pero, para mi infortunio, ese universo ochentero se me escapó mientras trabajaba de maestra en una escuela unitaria de un pueblo perdido en la sierra de las Villuercas. Hoy, uso tacones más sensatos que lejanos. Ya soy mayor, abuela, y tengo pocas ganas de ese mundo glamuroso, extravagante, de lucimiento y trasnocheo. Almodóvar, en cambio, sigue imparable. Ha obtenido un rotundo éxito en el Festival de Venecia. Esboza una sonrisa perfecta, aunque poco contagiosa. Luce un traje rosa, de doble botonadura, y se

259. DALÍ ME CONVENCIÓ

En un día soleado y absurdo, Margarita se encontraba desparramada en el sofá de su sala de estar, contemplando su barriga con la seriedad de un crítico de arte examinando una obra surrealista. Estaba convencida de que su abdomen irradiaba un cierto parecido al reloj derretido de Dalí. No sabía cómo había llegado a ese desbordamiento en carnes, pero tenía una certera intuición y, envalentonada por su locura gastronómica, agarró una patata, le pintó ojos, nariz y boca, la llamó Enriqueta y empezó   a reprocharle todas sus inseguridades. —    Enriqueta, ¿has observado esta protuberancia que reina entre mi ombligo y mi pubis? —    Claro que sí, Margarita, ¿cómo no verla? Es como si el tiempo se derritiera en tu estómago, y es obvio que está inflado como un globo aerostático. Todo un portento del arte moderno. Si te exhibieran en la Tate Gallery de Londres, seguro que algún coleccionista se fijaría en ti. —    Mira qué graciosa ella, pues estoy convencida de que parte de este "

DE CANCIONES, LUCES Y APAGONES

—Buenos días, soy Serafín. —¡Hola, Serafín! Qué inconfundible es ese nombre tuyo, aunque ya casi me resulta familiar. Nunca imaginé que una cita a ciegas pudiera ser tan placentera, y además, ¡me llamas por la mañana! ¡Qué ilusión! ¿También te gustó? Aunque aún no te conozco muy bien, ayer, por lo menos, estuviste muy muy gracioso, generoso, fogoso, lujurioso, ardoroso. La verdad es que tuvimos momentos muy… luminosos. Vamos, que “Me quedo contigo”, como bien cantaban los Chichos y Rosalía en su magnífica versión. Eres sensual como una bachata. Si esto sigue adelante, me encantaría que escogiéramos una canción para que fuera nuestro estandarte, nuestro nexo de unión, nuestro punto de encuentro. Y, por supuesto, para bailarla, entrelazando nuestros cuerpos, en cada aniversario. ¿Qué te parece la idea? ¿Prefieres algo ochentero, tipo cantautor reivindicativo, como “Te recuerdo Amanda”, o más romántico, como “Lucía”, o incluso roquero como “Angie”? Por cierto, yo me llamo Lola, no sé si

ME MORÍA POR ÉL

Hace muchos, muchos años, allá por la era terciaria, yo era una niña buena. Estudiaba y me educaba en un colegio de monjitas, que también eran muy buenas: sor Carmen, con sus sermones; sor Rosa, con sus maneritas; sor Josefina, con su armonio.   Al salir a mediodía coincidíamos con los niños del cercano colegio de curas. Ellos no eran tan buenos y nos pintaban con tiza una cruz, casi indeleble, en el uniforme azul marino. Entre el grupo de aspirantes a  asaltantes callejeros estaba él. Él no era como los demás, él era tranquilo, tierno, dulce y romántico. O, al menos, así me lo había inventado yo. Un viernes por la tarde, para mi sorpresa, no sé ni cómo consiguió el número, llamó a casa. Desde un teléfono fijo, ahora de estilo retro, colocado en el comedor y rodeada de toda la familia que estaba merendando, hablamos por primera vez. Me latía el corazón desaforadamente, me temblaban las piernas…Creo que me moría por él. Quedamos para ir al cine Imperial, a las cinco de la tarde

Y EL SÉPTIMO DÍA DESCANSÓ (Texto publicado en el núm 56 de la revista SPECULUM (Club de Letras de la UCA)

 Él es el más alto. Él es el más tranquilo. Él es el más confuso. Él es el más sibarita. Él es el más amortiguado. Ella, ella es la más espiritual. Estos son mis seis novios, con arroba incluida. Cada día de la semana le toca a uno. En una hoja Access voy anotando: nombre, aficiones, conversaciones frecuentes y apetencias sexuales. Que no quiero herir sensibilidades.             El más alto se llama Jesús, es de Sevilla, como el Jesús del Gran Poder y para más INRI, nunca mejor dicho, siempre tiene cara de pena, pero besa bien, por eso le he asignado el lunes, para ir entrando poco a poco.             El martes tengo a Lorenzo, el más tranquilo. Siempre llega tarde. Le tengo que recordar que no tenemos todo el día; que contra pereza, diligencia. Le tengo que recordar que empiece por arriba pero que se pare, sin prisas y con esmero, donde él sabe. El más confuso, siempre duda del día que tenemos fijado. Andrés, cielo mío, el miércoles. Acuérdate de la ceniza del Señor. Acuérdat