Nos
comimos a unos cuantos vecinos para no defraudar a la golosa clientela que acudía para endulzarse la
vida.
Nuestro jefe nos había colocado a todos los
personajes navideños juntos, pero era imposible nuestra convivencia y nuestras
miradas eran cada vez más desafiantes. Éramos incompatibles.
En la vida, a veces, se hace necesario elegir y
definir claramente las preferencias. Y como estamos en España, la elección
debería de ser sencilla.
Creo que empecé yo cuando tímidamente, me comí a un
reno, que sabía a nata, luego al otro y por fin me zampé a Santa Claus que tenía un
sabor a fresa buenísimo.
Ya sólo quedábamos nosotros tres en el escaparte de
la pastelería: hojaldre, crema y chocolate. Los Reyes Magos habíamos ganado.
09/01/19
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