El futuro incierto
Mi siguiente conquista se llamará Gerardo
Sánchez. Se podría haber llamado Gerardo Diego, pero el apellido ya estaba
pillado por el ilustre escritor.
¿Que por qué sé yo que se llamará así?
Fácil, me lo ha dicho una vecina que es vidente en sus ratos libres. Tiene
poderes, pero como eso no le da para comer, trabaja por la mañana echando horas
en una casa y por la tarde se concentra y te predice el futuro.
Hace ya una semana que tuvimos la sesión de
tarot y las cartas estaban claras: el arcano 6, o sea, amor, pareja y relaciones afectivas, estaba
en conjunción con la rueda de la fortuna. Pero lo cierto es que aún no ha
aparecido nadie en mi vida con ese nombre.
A unas malas, le digo a mi vecina que entre en trance esta tarde y le cambie aunque sea el apellido; sólo me
lleva cinco euros, por aquello de ser conocida.
Cuando menos me lo esperaba, sonó el timbre
de la puerta. Curioseé por la mirilla y vislumbré a una persona cuyo aspecto no
era desagradable. Decidí abrir. Me
encontré a un hombre con buena pinta, de mediana edad, que educadamente me
dijo:
—Buenas
tardes, me llamo Gerardo y a partir de hoy seré su nuevo vecino.
—No
se apellidará Sánchez, comenté.
—Lo
siento, me llamo Diéguez.
Quedé estupefacta. Me imaginé que el fallo
técnico estaba en la vidente por no dedicarse a las predicciones en jornada
completa, pero reaccioné a tiempo y con voz entre dulce y seudoerótica, le
dije:
—Encantada
Gerardo, ya puede ir recordando el día de hoy y eligiendo una canción para que
la bailemos, medio llorando de emoción, en nuestros ratos de intimidad.
Me miró sorprendido, así que para que no
pensara que estaba loca le pregunté:
—¿A
qué se dedica?
—Soy
astrónomo-, dijo él.
—¿De
esos que hacen cartas astrales y según la posición de los planetas, en el
momento de tu nacimiento, te pueden decir exactamente cómo serás y qué te
sucederá el resto de tu vida?
—Nada
que ver, respondió él. Yo soy científico, mi especialidad
es la astrofísica, me dedico al estudio de las formas, dimensiones y caracteres
de los astros.
—¡Qué
interesante!- comenté, por decir algo.
Cuando más enfrascados estábamos en la
conversación, apareció Rosa, la vidente para más señas. Con el fin de que no
dijera ningún improperio que estropeara este encuentro mágico, me adelanté a su
saludo con un:
—Buenos
días Rosa, mira, te presento a Gerardo, será nuestro vecino, pero ¡ojo!, es
astrónomo.
La pobre vecina creía que el nuevo
inquilino le haría la competencia y también se dedicaría a echar las cartas. No
obstante estaba orgullosa de haber acertado de pleno y dijo:
—Bienvenido
Gerardo, se llamará Sánchez, ¿verdad?
—¡Qué
manía con Sánchez!, me apellido Diéguez.
—Bueno,
qué más da. Lo importante es que está aquí-, dijo ella pensando que a partir de
este momento subiría sus honorarios.
Gerardo parecía algo asombrado por el
recibimiento, mostraba atención a nuestra conversación y con cara de pedir un
favor, preguntó:
—¿Os
gustan los perros?
Yo soy alérgica a los animales, pero cómo
romper la magia del momento, así que le respondí sonriendo:
—Claro,
me encantan.
—Pues
estupendo, dijo él, porque mañana nos mudamos toda la familia y tenemos tres
perros; espero que no causen molestias.
—¿Toda
la familia?- Al pronunciar estas tres palabras creí morir.
—Sí,
mi mujer, mi suegra, mis siete hijos y los tres perros.
Sólo fui capaz de decir:
¡Rosaaaa, devuélveme los cinco eurossss!
26/10/18
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