—Permítanme la licencia, señoritas pero, dado que las tres
acuden a esta Jefatura de Policía para realizar una denuncia por robo de bolso,
me he tomado la libertad de citarlas en la misma sala, así que sean breves y
relaten los hechos. Empecemos por Lucía Méndez, ¿me puede decir qué le ha
ocurrido?
—Buenos días, señor agente. Pues, andaba plácidamente
paseando por un bulevar cercano a mi casa, cuando sentí un repentino empujón.
Pensé que me había quedado enganchada a alguna rama inoportuna, pero no, se
trataba de un inesperado robo porque a los pocos segundos vi correr a un
muchacho con mi mochila. La verdad es que me sentí muy triste, ese joven se
llevaba un trocito de mí. Porque ese bolso sabía de mis viajes, de mis
secretos, de mis temores. Era de cuero, artesanal y estaba hecho con todo el
cariño y esmero. Lo compré en un centro budista y siempre me ha acompañado. Hoy
en este paseo, la vida me ha dado una lección, igual me ha llegado la hora de
soltar objetos que poseo y de aprender que a las cosas materiales no hay que
tenerles apego.
—Abreviando, ¿pone usted denuncia?
—Igual a ese pobre chico le hacía más falta que a mí las
cosas de valor que pudiera llevar en la mochila. Y según la ley del Karma: “cosechamos
lo que sembramos”, así que seré compasiva y no pondré la denuncia.
—Pues pasemos entonces a la señorita Teresa de la Torre.
—Todo sucedió muy rápido. Bueno, o sea, le cuento desde el
principio. Estaba invitada a un cóctel excéntrico, con un toque decadente,
donde se daría cita todo lo más cool de
la ciudad. Como hacía una temperatura primaveral, mi estilista recomendó un vestido
blanco de corte midi, de Carolina Herrera, unas sandalias ideales de Manolo
Blahnik, y, un complemento super-guapo, el
bolso pequeño Gabrielle de Chanel. Salí de casa, pensando que sería una de las
más envidiadas de la fiesta, cuando de pronto alguien me golpeó, me tiró al
suelo y se llevó mi bolso. Jopé, quedé
tumbada en la acera, con el vestido manchado, el tacón roto, el maquillaje
deslucido por el llanto y una tormenta de ideas rondando por mi cabeza: llamar
banco para anular tarjetas, sacar nuevo DNI, permiso de conducir, llevar
vestido a lavandería…
—Entonces, ¿procedo a la denuncia?
—Para nada…, creo que no, porque ya he realizado la mayoría
de las gestiones. No tengo tiempo para acudir aquí si encuentran a algún
sospechoso, eso de estar rodeada de chusma no me va para nada y, además,
como me gustaba tanto el bolsito Chanel, y era una edición limitada, en
su día, me compré dos del mismo modelo, por lo que pudiera ocurrir.
—Pues pasemos a la señorita Rocío Rodríguez. ¿Reláteme que le
ha sucedido, por favor?
—¿Lo qué?
—Que, ¿qué le ha pasado?
—Po, un chufla
me ha dao un tirón y se ha llevao mi bolso adidas. En ese momento pensé: ¡Qué
guay!, aprovecho y le pido a mi madre que me compre otro. Ahora quiero un Quiksilver, que pa eso trabaja mi vieja. Pero lo peor de todo es que el
cabrón ese también me trincó mi iphone, le corto los huevos…
—Señorita, hable correctamente, que estamos en una
Comisaría de Policía
—Bueno, bueno, que las pasma tampoco habla mu bien que digamo. Po eso, trinqué
el móvil de mi amiga Marini, llamé a mi mare
y le dije que dejara de limpiar y saliera del curro para comprarme el iphone 8 plus, que lo quería tener para
esta tarde. ¿Y sabe lo que me dijo la tía? Que este mes no podía ser. Yo me
cabreé y voy y le digo: ¿Perdonaaa? Estás loca del tó, que no quiero enfadarme mama, que te monto un pollo que flipas.
No me aprietes tía, que ya estoy llamando al teléfono ese del menor. Y aquí
estoy para denunciá lo del bolso y, ya de paso, a mi mare por no cuidarme.
—Pues creo que voy a pasar todo su expediente al juez de
menores Emilio Calatayud y él sabrá lo que procede en estos casos. Ahora bien,
según su perfil y el tipo de sentencias ejemplarizantes del citado juez, las
cien horas de limpieza de escaleras no
se las quita nadie, amén que seguro le da un plazo máximo de dos años para que
se saque el Graduado de adultos.
—No, no… que ya se ha acabao esto, que no pongo denuncia ni
ná, que dicen mis colegas que no veas como se le monta ese gachó.
—Sabia decisión Srta. Rodríguez.
13/02/2020
Original, bien argumentado. Estupendo guiño en el desenlace.
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