Te cuento: Mientras esperaba la llegada de Antonio a mi vida ha sucedido de todo. Me han dejado, he dejado y he tenido a mis tres hijos. Cuando tenía dieciocho años me abandonó Miguel, mi primer novio. Me deprimí, perdí el apetito y me dolía todo el cuerpo de rabia y reproches. Pero la tranquilidad llegó cuando supe que había dejado embarazada de mellizos a una amiga. Después de quince días de una mini relación, corté con Genaro. Lo conocí en la feria de un pueblo, trabajaba en la Calle del Infierno. Mis amigas decían que, vistiendo, era un hortera. Un día, que quedamos para tomar café, le contemplé en toda su integridad y pensé: “Genaro, tú no eres para mí”. Con Andrés, yo tenía más experiencia, tras la euforia inicial que duró tres meses, nos miramos fijamente y dijimos al unísono: “Se acabó”. Mi vida cambió cuando conocí a mi marido, Sebastián. El primer cambio fue motivado por la venida a este planeta de mis tres hijos, y el segundo se produjo por la fuga con su compañera de trabajo. Mis reacciones fueron: llorar, deprimirme, añorarle y…demandarle por no pasar la pensión.
Así es que Miguel, Genaro, Andrés y Sebastián… —parece que estoy recitando el santoral—, habéis tenido que pasar por mi vida para que yo valorara a Antonio, el que ahora ocupa mi corazón. Él me comprende, me ama, acepta con agrado mis abstracciones de los ratos de escritura y mi toque bohemio. Antonio es pura dulzura y delicadeza.
Perdón, suena el teléfono.
— ¿Diga?
—¡Ah, hola amor! Justo ahora estaba escribiendo un relato sobre ti, sobre nuestro amor, sobre la importancia del aprendizaje en todos los aspectos de la vida, sobre lo que te quiero y sobre la suerte que he tenido al encontrarte.
—Pues si me quieres tanto, dentro de cinco minutos te recojo para ir al cine, tal y como quedamos ayer. Pero sé puntual que ya sabes que no puedo parar el coche en la puerta de tu casa.
—Bueno, espera, es que estaba escribiendo y aún no me he duchado ni vestido. Perdona, amor, menos mal que eres todo dulzura y delicadeza.
—¿Cómo? No me lo puedo creer, siempre eres igual. No soporto tu impuntualidad y tu egoísmo. Mira, ya casi llego tarde y tengo las entradas sacadas. Estoy harto, has colmado mi paciencia y creo que… doy por terminada esta relación. Mañana te llamo y hablamos.
—Pero, no seas así, escribía que te he estado esperando toda la vida, que me aceptabas, que eres ideal… ¿Estás? ¡Horror! Ha colgado. Creo que Antonio me ha dejado.
Seré práctica, y a las pruebas me remito. ¿No te parece que el sexto novio está al caer? De momento, no me precipitaré y, como ya no voy al cine, aprovecho y pongo el colofón a este relato con una epanadiplosis, ya sabes, empezar y acabar con la misma frase; esta figura queda muy profesional y redonda. Así es que, si Antonio se ha esfumado, seguro que ese vecino del quinto, sí, ese tan atractivo, ¿cómo se llamaba?, Daniel, creo, sí, ese que mira con descarado disimulo mi escote, a ver si da un paso al frente, se arma de valor y me regala un ramo de rosas amarillas.
Algo forzado el final, ¿verdad? Debes comprender que hoy no es mi día. Recuerda: Antonio me ha dejado plantada. Mi vida es un diógenes sexo-afectivo y yo, dale que te pego, terminando el relato…
Yayo Gómez
31/10/2022
Posees gran habilidad para contar con naturalidad y a la bvez con pinceladas surrealistas y sorprendentes. El diálogo ágil y los personajes muy creíbles. Desenlace con guiños, algo irónicos, jugando con la historia y la realidad fuera de ella. Estupendo.
ResponderEliminarInicio acertado, a partir de ahí toda una vida contada desde ese "yo" con desenfado, que ironiza en momentos. Nos hace cómplices en la forma de tratarnos, también de preguntar, de aseverar... muy conseguido.
ResponderEliminar