Cuando se ausentaba de casa se iba a dar
saltos y volteretas. Al nacer, miró a la comadrona y dio un respingo de tal
calibre que acabó en el suelo del paritorio. Le bautizaron como “Jesusito, el
acróbata”.Se pasó su infancia y adolescencia en un
movimiento constante, dando botes, durmiendo en camas literas y subiendo los
escalones de diez en diez.
Al cumplir los 20 años, y al igual que
Forrest Gump cuando se cansó de correr y decidió irse para casa, Jesús nos
comunicó que ya no daba más tumbos y que se iba al Tibet a practicar el budismo
tántrico. Al poco tiempo ya era lama contorionista.
13/03/2019
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