Diario de Josefa Márquez (Finalista del V Certamen de Relatos Cortos Asociación Cultural Recreativa Embrujo Malagueño ACREM)
18/01/1969. Me
casé, a las 8 de la mañana, con un vestido negro, porque llevaba luto por mi
madre, y a las 11 ya estaba harta de estar casada. Parece una afirmación
rotunda y tajante, pero tiene su
explicación, porque al salir de la iglesia
pegué un resbalón, caí de bruces y a mi flamante marido le dio un bochornoso
ataque de risa, me ridiculizó y, desde entonces, no lo soporto.
Ya en la puerta de la iglesia le pregunté a D.
Feliciano, el cura que nos casó, que si me podía dar la nulidad, el divorcio, o
lo que fuera. Él me respondió que la nulidad iba, previo pago, por el Tribunal
de la Rota y que para el divorcio debía esperar hasta 1981 a la ley de
Fernández Ordóñez.
Le pedí que me confesara porque había cogido tirria
a mi marido, pero él me sugirió ir al médico de cabecera, que estaba más
preparado en patologías.
Cuando le conté todo al doctor, yo creo que no
captó claramente mi mensaje, pero me recomendó escribir un diario para mitigar
el rencor que me inundaba.
Mañana sigo.
18/01/1994.
Hoy celebraría mis bodas de plata, por llamarle de alguna manera. Sigo
sintiendo la misma repulsión y resentimiento por mi marido, pero ahora mayor,
por el sin fin de sonrisas, risitas y carcajadas que se ha echado a mi costa. Este hombre tiene la
capacidad de sacar lo peor de mí.
Hace unos años, me llamó el cura para decirme que
ya podía echar los papeles, pero vivo en un pueblo pequeño y nadie sabe de este
reconcome mío. Así es que, para evitar organizar una fiesta y comida familiar,
he puesto como excusa que ya me estaban llegando los calores y que había pedido
hora con el ginecólogo.
Acudí a la consulta a la hora
convenida. La sala de espera era muy alegre, mucha mujer embarazada, unas con
sus madres, otras con maridos y otras, como yo, solas.
Cuando dijeron mi nombre ya
me entró el malestar. Una vez pasado el primer encuentro con el médico, llegó
el momento cumbre: “Pase, por favor, se quita las braguitas y se coloca en esa
camilla, especie de potro”. Te lo dice como si fuera la cosa más normal del
mundo. Sentada allí y con las piernas abiertas te imaginas qué vista tan
magnífica deben divisar esos ojos galenos que justo están enfrente de ti.
Y cuando este hombre llegue a
casa, después de haber visto tantos labios mayores y menores, ¿todavía le
quedarán ganas? Me imagino que lo harán con sus mujeres los fines de semana,
cuando estén menos saturados de órganos sexuales. Pensaba yo, para
entretenerme, mientras el muy burro me metía el dedo hasta lo más profundo.
Si llego a saber esto,
organizo aunque sea un aperitivo de pie para toda la familia.
Le he cogido gusto a esto de
escribir. Continuará.
18/01/2019. Hoy serían las
bodas de oro. No he tenido que buscar justificaciones para no celebrarlo,
porque, afortunadamente, él ya no está aquí.
Su muerte fue
para mí una liberación, una amnistía; sin embargo, toda la familia se
preocupaba mucho por mí. Y lo peor era que, nadie se podía imaginar que, en
realidad, me encontraba perfectamente, me sentía bien…
En el tanatorio sentía una
inmensa alegría contenida y al poco que me recordaban alguna anécdota vivida
con él, yo soltaba una amplia carcajada. Todos comentaban que los nervios me
estaban jugando una mala pasada y de ahí esas risas a deshora. Mi cuñada se me
acercó y me dijo: Josefa, el difunto era mi hermano y tu marido, no puedes
seguir riéndote. ¡Qué bochorno!
Pero yo sólo tenía una idea
fija en mi mente: “He esperado 50 años y…ahora la que se ríe soy yo”.
Un relato corto que refleja como la vida misma que fué, para muchas mujeres en una España en blanco y negro. Afortunadamente con final feliz. Me ha gustado.
ResponderEliminarOriginal, en la primera frase ya nos atrapas. Josefa es singular, sincera y creíble. Los elementos que la envuelven, las personas y cómo ella ve el mundo nos hace que la apreciemos. Texto muy acertado.
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