—Hola, Paqui, ¿estás sentada? Tengo un notición que te va a dejar de piedra.
—Rosa, me asustas. Cuenta, cuenta…
—Estoy desolada, abrumada y hundida, es lo peor que me ha pasado en mi vida, Paqui. Pedro…, Pedro me ha dejado por otra.
—¿Cómorrrrr?
—Pues no va y me dice que “ya no le pongo”. Y yo, tan tonta como siempre, no sabía que era eso de poner.
—Qué pardilla eres, hija, a ver si sales más allá de la cocina. Significa que no le excitas, que no le gustas.
—¡Qué jodío! Pues sí que le gustaba la tortilla de papas que le hice ayer para la cena, y después de zampársela casi entera, dice que me deja. ¡Qué horror! Mi vida se acabó. Siempre he estado a su lado; creía que éramos una pareja feliz, estable y normal. Con dos hijos muy sanos y una casa ya pagada. ¿Qué más se puede pedir?
—Rosa, en confianza, ¿alguna vez te has planteado si a ti te pone él?
—Pues mira, ahora que lo dices, no me pone desde hace treinta años. Cada tres sábados, lo hacemos, y más concretamente durante la siesta. Cuando le veo preparado, limpito y con cara libidinosa, pienso en lo que tardará, porque, durante el acto en sí, él es poco generoso y yo me aburro. Pero, ilusa de mí, creía que esto de las relaciones sexuales era así, que la rutina hace mella en la pareja y que la pasión es efímera. Fíjate que antes de ayer fue sábado, tocaba y… lo hizo. ¡Para matarle! Me ha dicho que se va mañana, que se ha enamorado de una amiga del grupo de matrimonios con el que salimos algunos fines de semana. ¡Jo, qué disgusto tengo! ¿Qué hago?, aconséjame.
—Pues Rosa, si ya no te quiere, déjate de pamplinas y trabaja tus habilidades sociales, que dicen ahora. Apúntate a talleres de escritura, presentaciones de libros, pilates o senderismo nivel básico.
—No sé si seré capaz. ¡Qué nervios!
Pasado un tiempo…
—Hola, perdona, Paqui, ya sé que he estado perdida, pero no sabes el ajetreo que he llevado. Tengo novedades.
—Pero, ¿qué me dices?
—Que he ligado, Paqui; lo conocí en un curso de Creación Literaria y, entre relato y relato, no veas como me miraba. Un día, le gustó tanto un micro maquiavélico que escribí, que me dijo: “Habrá que celebrar esa imaginación desbordante que tienes, ¿no?”. Te invito a cenar.
—Y tú, ¿qué le dijiste?
—Pues que sí. Fuimos a un restaurante fashion de moda, y después a tomar una copa o dos, o tres… y, mezclando risas y coqueteos, me propuso sexo. Así, tal cual.
—¡Pero bueno! Qué descarado, ¿no?, ¿y?
—Pues que me lo traje a casa. Ni lo pensé.
—¿Qué tal te fue?
—Alucinante. ¿Recuerdas la película “El cartero siempre llama dos veces” y esa escena hot sobre una mesa de cocina? Pues casi, casi. Este compañero se llama Andrés, no es como mi marido, alias el “Pim, pam, pum”. Este se recrea, le gusta transmitir placer y… muy fuerte, de verdad. Me pongo hasta nerviosa contándotelo. Y… y… pues que soy multiorgásmica, y yo sin saberlo. Vaya desperdicio de vida, siempre esperando el orgasmo ajeno.
—Ya veo que eres otra persona. ¿Sois novios?
—Anda ya, mujer, solo somos compañeros. Ahora la antigua eres tú. Cada uno vive en su casa y nos vemos de vez en cuando.
— ¿Y cómo te las apañas ahora sola?
—Pues guiso para mí, duermo en diagonal, ventoseo cuanto quiero y soy dueña del mando de la tele.
—Te veo más suelta de carácter, más abierta, distinta. Me alegro tanto por ti y, ¿qué le dirías ahora a tu ex?
—Simplemente: “Gracias a que me dejaste, he encontrado el punto G, que, como Teruel, “también existe”. Ahora estoy en el punto U y después pasaré al K… esto, esto es un no parar. Gracias, Pedro, gracias”.
27/11/2021
Ambos personajes interesan, son actuales. Es muy actual y de fácil seguimiento
ResponderEliminarDivertido diálogo, original y fluido. El tono de humor no deja atrás el sentir y el desconocimiento de su sexualidad. Identificable en época y contexto en muchas mujeres.
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