Estaba golpeando mi cabeza contra el teclado del ordenador en un intento desesperado de que las palabras fluyeran, cuando sentí a lo lejos unas consignas subversivas, revolucionarias. Allí estaban todos mis personajes, que habían cobrado vida, que salían de las páginas de los relatos y que habían convocado una manifestación. En la pancarta, que encabezaba el encuentro, se podía leer, sin miedo al error: ¡Exigimos nuestra libertad literaria! Detrás de la cabecera estaban tanto los protagonistas como los secundarios. El portavoz sindical, megáfono en mano, vociferaba que todos querían ser libres para revivir historias, pero más profundas, con menos guasa y mejor contadas. Ahora no puedo atenderos. Que no, que no puedo atenderos. ¿Qué queréis otro tipo de relato?, pues os esperáis porque yo ando buscando un seudónimo que me represente, que sea mi imagen y con el que pueda firmar los múltiples ejemplares que venderé. U n seudónimo sonoro y sorprendente para cuando me llegue el golpe de