Hace dos años me enamoré. Andaba de paseo por mi mente, un día cualquiera del calendario, cuando levanté la vista y allí estaba, entre archivos, informes y fotocopias. Éramos compañeros de trabajo, respirábamos la misma humedad, en una oficina gris y aburrida, donde la rutina se hacía insoportable. Sin pretenderlo, me dio el subidón de adrenalina, el embelesamiento, el me muero por ti. Mi Romeo, mi jefe, no tenía atractivo ni físico ni psíquico ni nada que se le pareciera ¿Cómo podría encontrar las palabras adecuadas para definir a una persona como él? Quizás tenía un punto frío, sin ser despectivo, algo flaco, de mal color y emocionalmente débil. Una pena de hombre. En términos literarios sería como un lugar común personificado, era lo ya conocido, lo que se debe evitar, lo que no aporta nada nuevo. Entonces, ¿por qué él? Creo que era porque estaba presente en mi vida, porque compartíamos cercanía en las mesas del despacho. Lo cierto es que el idilio surgió y concertamos una cita en