—Quiero dejar claro que existen pruebas arrolladoras y contundentes en su contra. Vamos a proceder a un interrogatorio exhaustivo, así es que conteste con rapidez, precisión y déjese de rodeos: Sr. Iván de la Mata, ¿conocía usted a la Srta. Lucía Méndez? —Sí. Contactamos por la web “Relojes locos”. Tras colgar varios comentarios en el grupo, nos citamos, por privado, un caluroso 15 de agosto, a las 19:47 h. exactamente. Lo sé porque había mirado el reloj a las 19:46 h. y lo volví a mirar a las 19:48h. Tuvimos una agradable conversación y nos quedamos gratamente sorprendidos cuando descubrimos que compartíamos la misma inocente afición, que en nuestro caso tenía un matiz obsesivo, compulsivo y peligroso: el tiempo, el minutero, los relojes. El tic-tac, ti-tac, nos perseguía día y noche. Charlamos de relojes, de medir el tiempo o de por qué, en publicidad, todos los relojes marcan las 10:10 h. Cuánta felicidad sentí aquella tarde, a medida que se acumulaban las copas vacías de los gi