No tengo duda —ni tampoco datos— de que el clítoris no envejece. Envejecen las articulaciones, la memoria, los andares y las capacidades cognitivas, pero el clítoris mantiene todas sus cualidades hasta el día en que morimos. Su única función: proporcionar placer… y punto. Cuando tenemos orgasmos, nuestro cuerpo libera endorfinas, dopamina y serotonina: sustancias que nos hacen sentir bien, vivas, ligeras. Por todo ello, ¿por qué no disfrutar de esa joya monofuncional, sin límite alguno? Se me ocurre, eso sí, que con su ubicación actual —entre los labios mayores y menores— nos resulta un tanto incómoda, por decirlo de alguna manera. Su emplazamiento es discreto y pudoroso, sí, pero poco práctico. ¿Y si lo reubicamos? ¿Qué os parece en ese huequecito entre pulgar e índice de la mano izquierda? Imagina que esperas en el dentista, viajas sin prisa, la película se alarga demasiado o haces cola en el supermercado… pues un toque, un cariño, un suspiro, y el día mejora. Cl...