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Mostrando entradas de abril, 2025

En busca de un autor y de unas bragas

Hay novelas livianas, de personajes que se limitan a recrear su cotidiana rutina, y novelones de peso, con verdaderas sagas familiares que afrontan incontables desafíos para sobrevivir a sus desgracias. Hay braguitas, tangas y culottes que están de moda y te hacen sentir más erótica y sensual, y bragas de mayor, con refuerzo y felpa, que te protegen de roces y picores. Podría resultar interesante comparar la necesidad de leer un libro que te apasione con el hecho de ponerte unas bragas que proporcionen comodidad y bienestar. El libro entra en contacto directo con tu imaginación y con tu sentido de la belleza, mientras que la referida prenda   toca otros puntos no menos importantes y placenteros de la vida. Tienen algo en común: sin los dos podemos vivir, y algo que los diferencia: según las estadísticas, se venden muchas más bragas que libros. Por urgente necesidad sanitaria corporal, me dispuse a buscar las prendas íntimas que se adecuaran a mis exigencias. Pedía poco o muc...

Espejismo en el Nilo

  El último día de vacaciones quiero que sea el más tranquilo, un respiro después de todo lo vivido. Han quedado atrás las largas excursiones al desierto, el madrugón diario para contemplar los templos al amanecer, los grupos de turistas atiborrados de cámaras y fascinados por las pirámides, los vendedores de especias que no sabían cuándo rendirse, el caos de motocarros, calesas y el bullicio constante de personas deambulando por las calles, los tés con menta servidos a cualquier hora, el sol abrasador, las ancestrales filas separadas por género en terminales internacionales, los museos repletos de tesoros de valor incalculable y el heroico guía que, con paciencia infinita, nos sumergía en la historia como si fuera su propia vida; entre ruinas y explicaciones interminables, luchaba contra el calor y la fatiga para mantenernos cautivos de su relato. Este sorprendente país es una maravilla, pero mi cuerpo ya no puede con más. Como broche final y para ponerle paz a tanto aje...

Cuando el gotelé rompió mi matrimonio

—Carmela, me voy. —Pero Antonio, ¿dónde vas ahora, de noche y con el frío que hace? —Perdona, pero es que me voy para siempre. —¿Cómo? —Sí, ¿recuerdas a Teresa, mi compañera del grupo literario? Pues llevamos un año juntos y mañana me mudo a su casa. Se lo debo. —¿Se lo debes? Con esa escena tan prosaica, que duró tres minutos pero que parecieron tres vidas, Antonio dio por finalizado nuestro matrimonio. Con esa contundente frase llegó también la soledad, como si se tratara de un préstamo hipotecario: “se lo debe”. Al rato, se fue. Salió con sus maletas y, a modo de reproche final, comentó que siempre había odiado el gotelé de nuestras paredes. Quedé perpleja. Sí, después de cinco décadas juntos, no fueron las discusiones, ni los silencios, ni los suegros, ni el desgaste de la rutina; fue la pintura texturizada. Y lo peor de todo es que lo dijo con tal solemnidad que hasta yo empecé a cuestionarme mis decisiones estéticas. —Cuídate, Carmela. Y sé feliz. Y con esas p...