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Mostrando entradas de septiembre, 2019

3. Calle solitaria

Quedarse, otra vez, soltera a los sesenta es una experiencia impactante y transformadora. Al principio te sientes liberada pero, pasado un tiempo, y haciendo un somero estudio del mercado del ligue y, sobre todo de la competencia,   se te pone la cara de emoticón asombrado. Una compañera se apiadó de mi deplorable estado anímico-sexual y organizó una cena en la que, junto con otros conocidos, invitó a un amigo de una amiga, que era de mi edad, estaba recién separado y no era gay.Al amigo de la amiga de mi amiga creo que le gusté porque durante la cena me miraba con disimulo. Para colmo se llamaba Carlos, siempre me ha encantado ese nombre. No era el príncipe de Gales, pero, al menos, no tenía sus orejas y le pasaba al inglés más de quince centímetros. Cuando nos fuimos a tomar una copa, noté desde el principio que no sabía bailar y que tampoco estaba acostumbrado a salir. Daba igual, me miraba y no tenía defectos psíquicos-físicos notorios.Yo le hablaba coquetamente, intentaba